EL MUNDO
Al clamor de “¿los han visto?”, y “¿dónde están?”
Mientras socorristas e investigadores prosiguen sus tareas en las estaciones atacadas, fuera de ellas se despliegan el dolor y la busca de sobrevivientes por familiares a cada hora más acongojados.
Por David Randall*
La cantidad de muertos que dejaron los atentados del jueves en Londres podría llegar a 80, dijo ayer la policía. Actualmente se han recibido mil pedidos de búsqueda de personas desaparecidas, y se habían recibido, hasta primeras horas de la tarde de ayer, 105 mil llamadas a las líneas telefónicas de la Oficina de Información sobre víctimas.
Las oleadas del impacto de las bombas seguían ayer en las calles de la ciudad y debajo de ellas. En las calles, los familiares de los desaparecidos recorrían hospitales preguntando si John o Jamie o Shahara Islam estaban allí. Subieron mensajes a sitios web: “¿Ha visto a Anthony Fatayi, Behnaz Mozakka, Monika Suchocka, o Ania Brandt? ¿Dónde están Philip Russell, Susan Levy, Miriam Hyman, Emily Jenkins, Ciaran Cassidy, Neetu Jain, Richard Ellery y Christian Njoya Small?”. Tanta ansiedad.
Y pegaron posters confeccionados por ellos mismos a los postes de luz, a las paredes y a las cabinas telefónicas, pidiendo noticias sobre sus seres queridos, muchos con instantáneas de familiares mostrando rostros tan despreocupados que eran casi insoportables de ver. Arriba de uno de los posters, que tenía una foto granulosa de Gordon, un asesor financiero de 30 años, estaban las palabras: “¿Ha visto a este hombre?”. La respuesta, como muchos familiares están comenzando a entender, casi seguramente estaba mucho más abajo, en los túneles del subte.
Aquí, ayer parecía una escena sacada del infierno. En la sección cerca de Russell Square, los rescatistas todavía intentaban sacar cuerpos en temperaturas que en ciertos momentos llegaban a los 600 grados. Informaron que había ratas, calor extremo, polvo y el riesgo de asbestos –y una cantidad desconocida de cuerpos–. Tal vez 21, tal vez muchos más, dentro de los vagones destruidos. Los cuerpos –y las partes de cuerpos– se llevarán a una morgue temporaria en un sitio militar no especificado en el centro de Londres.
En la calle, más dolor. “¿Alguien sabe algo de Karolina Gluck, Benedetta Ciaccia, Helen Jones, Adrian Johnson, Xavier Rebergue? ¿Y de mi hermana Laura?”, preguntó David Webb, que estaba parado ayer a la salida de la estación de subte de King’s Cross con una foto de su hermana de 29 años, que el jueves había tomado el subte para ir a trabajar y nunca más se supo de ella.
Todavía había cuerpos en los otros dos lugares donde hubo explosiones –en Aldgate Station y Edgware Road–, a pesar de que se cree que Russel Square es el único lugar donde están dentro del tren. Allí, el vagón afectado está a varios cientos de metros de la estación, que está muy profundamente bajo la superficie. Las condiciones de trabajo son tan difíciles que solamente una cantidad limitada de rescatistas puede trabajar adentro del túnel en un momento dado y los equipos deben volver a superficie periódicamente.
En la superficie, el aire se podrá respirar mejor, pero la indignación es todavía difícil de digerir. “¿Dónde –por ejemplo– está Anat Rosenberg?” Era una mujer israelí, que estaba en Londres porque tenía miedo de volver a su país natal por los atacantes suicidas. Estaba hablando por teléfono celular con su novio, John Falding, desde el autobús de Tavistock Square el jueves por la mañana. “En ese momento, escuché gritos espantosos y se cortó la comunicación.” El no ha vuelto a saber de ella desde entonces.
Para gente como John, ayer se instaló en Victoria un centro de apoyo que funciona las 24 horas para los familiares de las víctimas de los atentados. Con gente de la Cruz Roja británica, Apoyo a las Víctimas, el Ejército de Salvación y servicios sociales trabajando allí, está siendo dirigido por Westminster Council con el apoyo de la Policía Metropolitana.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.