EL MUNDO
› COMO ENTRO LA GUERRA EN LAS CIUDADES COLOMBIANAS
“Fue un despertar aterrador”
Usualmente, guerrillas, paramilitares y ejército colombianos se enfrentan a muerte en el campo. La tragedia del miércoles en Medellín muestra cómo la ferocidad de la lucha llegó a la ciudad.
Por Juan Jesús Aznárez *
Desde Bogotá
Un helicóptero sobrevoló de madrugada las barriadas de Medellín bajo control guerrillero y, antes de que hubiera amanecido, a cuatro días de las presidenciales, Colombia registraba un choque urbano sin apenas precedentes en 39 años de conflicto. “Fue un despertar aterrador”, relató telefónicamente una vecina. Murieron nueve personas y 37 resultaron heridas en los combates callejeros entre rebeldes, ejército y la policía. Los civiles fueron, de nuevo, las principales víctimas. El episodio resume la tragedia nacional porque afecta a todos sus actores, entre ellos los inocentes. Ninguno de los candidatos a la presidencia este domingo lleva camino de poder solucionarla.
“Dieron la orden de que había que acabar con el barrio porque había muchos milicianos de la guerrilla, y que la gente les colaboraba”, agrega la vecina. “Registraban casa por casa y sacaban a la gente, a algunos los aporreaban. Los niños acabaron saliendo a las calles con telas blancas, y el que marchaba al frente con una bandera de Colombia recibió un balazo en la barriga”. El ejército, protegido por tanquetas, seguía ayer acantonado en la zona. “Atropellos como estos son el caldo de cultivo del conflicto”, según advertía Luis Eduardo Salcedo, director del Instituto de Capacitación de Antioquia, partidario de llevar el caso hasta la ONU.
Los grupos armados ilegales, desde las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército Nacional de Liberación (ELN), hasta los paramilitares, se nutren de las barbaridades o excesos cometidas por el contrario y los cuerpos de seguridad del Estado durante cuatro decenios de salvaje confrontación y 40.000 muertos. Los muchachos de quince años dispersados a la buena de Dios en el barrio Belén de Medellín, o los hermanos de quienes perdieron la vida en el fuego cruzado, son presa fácil de los reclutadores guerrilleros. Los paramilitares enrolan el rencor de los hijos de los colombianos secuestrados, asesinados o extorsionados por las FARC, o el ELN.
“A todos los candidatos les pido una actitud de responsabilidad cuando se habla de luchar contra los insurgentes. Hay que crear espacios al diálogo, no cerrarlos”, señala Salcedo. “El Estado debe hacer su labor, que es luchar contra los ilegales, pero no con este tipo de operativos que causa víctimas inocentes y atenta contra el mismo estado de derecho”. Los paramilitares tomaron posiciones en las barriadas de la zona de Belén tratando de desalojar a los guerrilleros de civil, presentes en el área desde hace quince años atrás. El asalto fue desarrollado por los militares y la policía local, desde las faldas hacia las alturas de la ladera donde crece un asentamiento de casuchas de cartón y de ladrillo. Practicó cerca de 40 detenciones. “Las balas iban y venían”, testimonió otro vecino.
El probable ganador de las elecciones presidenciales del domingo, el liberal disidente Alvaro Uribe, deberá pacificar las barriadas de Medellín, en las que actúan también cerca de 200 bandas de delincuentes, y meter en cintura a dos grupos insurgentes difíciles de batir porque han aumentado en hombres, arsenal y fondos. Desde el comienzo del malogrado proceso de paz impulsado por Pastrana, en enero de 1999, las FARC crecieron un 36 por ciento, hasta alcanzar los 16.500 milicianos, distribuidos en 31 de los 32 departamentos de Colombia. Según fuentes militares, disponen de ingresos anuales superiores a los 400 millones de dólares, procedentes la mayor parte del narcotráfico y los secuestros.
Al menos 5000 rebeldes de ese grupo marxista ocupaban los 42.000 kilómetros cuadrados liberados por Pastrana para facilitar las conversaciones de paz, interrumpidas el pasado mes de febrero.
Las FARC cuentan con gente armada en las principales ciudades, Medellín, entre ellas, y en la propia capital; también, fábricas de fusiles de asalto, y varios misiles tierra-aire Sam 16, de fabricación soviética, según informaciones publicados por la prensa local. Las AutodefensasUnidas de Colombia (AUC), los paramilitares, también prosperaron, y alistan a 10.520 hombres, frente a los 8.000 del pasado año, según el ministro de Interior, Gustavo Bell, y los 3.000 de hace tres años.
Los guerrilleros y paramilitares no representan más del 0,07 por ciento de los 42 millones de colombianos, pero su poder de perturbación parece ilimitado. Los pertrechos y número de soldados de las Fuerzas Armadas se multiplicaron durante los tres años de intentonas negociadoras con Pastrana, pero la correlación de fuerzas, y el carácter selvático de los principales frentes, hace muy difícil su victoria. Entre 1998 y 2001, el gobierno aumentó en un 160 por ciento la dotación de soldados profesionales: de 22.000 a 58.000 en la actualidad. Los reclutas eran 53.000 hace cuatro años, 58.000 el pasado, y está previsto que sean 105.000 en el año 2003. Por otra parte, la ampliación de la flota de helicópteros, de 82 en 1998, a 172, fue posible gracias a los recursos aportados por Estados Unidos: 1300 millones al Plan Colombia, diseñado para combatir el narcotráfico y a las guerrillas.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
Subnotas