EL MUNDO
Katrina ya se fue y es el turno de Ofelia para asustar a EE.UU.
Un nuevo huracán, hasta ayer en la escala más baja de gravedad de este fenómeno, se dirigía anoche a las golpeadas costas del sur estadounidense, que todavía no ha empezado a recuperarse de los daños causados por Katrina. Ofelia va rumbo a las Carolinas.
› Por J. P. Velázquez-Gaztelu *
Desde Baton Rouge
Robin Jacob tiene 28 años, está embarazada de ocho meses y aún no sabe en qué hospital va a dar a luz a su hijo. Hace casi tres semanas, ante la llegada del huracán Katrina a la costa de Louisiana, la joven estudiante y su marido, Jimmy, abandonaron su casa y desde entonces viven en un camping sin saber cuándo podrán volver. “En lo único que pienso por ahora es en llevar a mi mujer a algún sitio donde pueda dar a luz en buenas condiciones”, señala Jimmy, de 27 años, que trabajaba como supervisor en una fábrica de vehículos militares.
A medida que pasan los días, la ansiedad y la incertidumbre ante el futuro van haciendo mella en el medio millón de personas desplazadas por el tifón de la zona metropolitana de Nueva Orleans, donde el saldo de muertos sumó ayer 708 –a los que deben agregárseles 218 en Mississippi, 14 en Florida y dos en Alabama–. La situación se vuelve más apremiante por la llegada de otro huracán, esta vez llamado Ofelia, que se espera que hoy impacte las costas de las dos Carolinas. Anoche, el acercamiento de Ofelia a la zona costera de Carolina del Norte provocó inundaciones y apagones. Por el momento, Ofelia tiene categoría 1, la más baja en la escala de huracanes, aunque no se descartaba que esto pudiera cambiar a medida que se acerca a tierra.
El lunes pasado los Jacob asistieron a una reunión con las autoridades de St. Bernard, una de las zonas más dañadas por el Katrina, para escuchar junto con cientos de sus vecinos la cruda realidad: muchas casas siguen inundadas y nadie, por ahora, puede regresar. “Lo peor es no saber qué va a ser de nosotros”, afirma Robin, cuyos rasgos faciales denotan su origen isleño, como llaman aquí a los descendientes de inmigrantes canarios. En todos los lugares públicos de Baton Rouge –supermercados, cines, cafeterías, etc.– es evidente la presencia de los evacuados de Nueva Orleans, que no pierden oportunidad para relatar sus experiencias y recibir palabras de consuelo de la población local. Muchos están alojados en casas de familiares, otros en refugios. También los hay en moteles de carretera, en campings y en refugios habilitados por la Cruz Roja. Desde las familias más pobres, en su mayoría de raza negra, a las residentes en las zonas más exclusivas de Nueva Orleans, todos tienen un denominador común: no pueden volver a sus casas y no saben cuándo podrán comenzar a rehacer sus vidas.
Troy Porter, un carpintero de 43 años, está pensando en quedarse a vivir en Baton Rouge a pesar de que su casa sólo ha sufrido daños menores. “Llevo toda mi vida, desde que era un niño, viendo pasar tormentas y huracanes. Estoy harto”, dice sentado sobre su cama del refugio instalado en el recinto ferial de la ciudad, a orillas del Mississippi. Porter, que abandonó Nueva Orleans en su coche junto a su madre horas antes de que llegase el huracán, tiene a una hermana evacuada en el estado de Mississippi y un hermano en Texas. A su lado, también soltero y también de raza negra, se sienta Iron Porche, que fue evacuado en helicóptero una semana después del paso del Katrina por el barrio más pobre de Nueva Orleans. Este funcionario, que trabaja en el mantenimiento de un edificio municipal, cree que dentro de un año la ciudad estará reconstruida en un 80 %. “Nueva Orleans tiene fuerza suficiente para recuperarse”, sostiene.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.