Vie 23.09.2005

EL MUNDO  › PRONOSTICAN QUE EL HURACAN RITA GOLPEARA TEXAS ESTA NOCHE O MAÑANA

Exodo en la escala de la Biblia de Bush

George W. Bush aterriza hoy en Texas para supervisar las operaciones de rescate por el huracán Rita, que golpeará su estado esta noche o mañana. La fuga de los residentes era masiva ayer y se espera un duro golpe a la economía estadounidense.

Por Rupert Cornwell y David Usborne *

Casi dos millones de personas huían anoche de la furia de Rita, mientras el huracán de categoría 4 se dirigía hacia la costa del Golfo de Estados Unidos, amenazando con una nueva devastación y ruina financiera a una región que ya está de rodillas por el mortífero huracán Katrina del mes pasado. Hubo escasez de combustible y se verificaron embotellamientos monstruosos en medio de un éxodo casi bíblico desde la costa de Texas y el sudoeste de Louisiana. En algunas autopistas interestatales, los automóviles se detuvieron por completo. En total, unos 1,3 millones de personas de ambos estados tenían órdenes de huir de la tormenta ya.
Mientras los meteorólogos reconocían que la tormenta se podría debilitar un poco mientras se acerca a la costa, parece claro que de todas maneras llegue a tierra por lo menos en categoría 3, que es altamente peligrosa. No sólo promete traer más sufrimiento humano al sur de Estados Unidos; también podría infligir profundas heridas económicas. Anoche era casi seguro que la tormenta echaría un zarpazo al corazón de la industria norteamericana de producción de petróleo. Y lo que era positivamente seguro, aún antes de que las primeras furias de Rita se sintieran en las playas de Texas, es que esta última tormenta será una prueba política crítica para el presidente George W. Bush y para los preparativos mejorados de emergencia nacional que fueron establecidos después de la torpe respuesta a Katrina. Bush anunció que aterrizaría hoy en Texas para supervisar las operaciones.
El miércoles por la noche –más de 40 horas antes de la hora en que Rita debía golpear la costa este de Texas– la administración declaró a la tormenta como “un incidente de importancia nacional”, algo que no hizo hasta dos días después de Katrina, y preparó unidades regulares del ejército para ayudar con las operaciones iniciales de asistencia y rescate. Ayer, vehículos anfibios llevando 1000 marines y equipos fueron tomando posiciones en el Golfo de México, listos para moverse en el momento en que la tormenta haya pasado. Más de 5000 Guardias Nacionales de Texas estaban también en espera de emergencia. Y el gobernador Rick Perry pidió a la Casa Blanca el despliegue de 10.000 soldados adicionales.
Para el anochecer, el paso de la tormenta giró levemente hacia el Este y el Norte, apuntando a una franja de costa de 160 kilómetros entre la ciudad de Galveston –y con Houston a 90 kilómetros en tierra– y la frontera de Texas con Louisiana. Las autopistas interestatales que van hacia el Norte desde la cuarta ciudad más grande de Estados Unidos sufrieron embotellamientos de hasta 160 kilómetros, mientras los nerviosos residentes, conscientes de la devastación provocada por Katrina, huían en busca de seguridad.
Normalmente, los peores vientos y oleadas de un huracán ocurren en el lado derecho del este de su ojo, lo que significaría que Louisiana soportaría el impacto de Rita. La gobernadora Kathleen Blanco advirtió que “era posible un daño masivo” en ese área. Pero otro giro en el curso de la tormenta podría regresar la ecuación a la ciudad de Nueva Orleans, que se encuentra bajo el nivel del mar, donde los ingenieros están bregando para reparar los diques dañados por Katrina. Ayer a la noche, los bordes de Rita –una tormenta que mide casi 560 kilómetros de extensión– ya traían lluvia a Nueva Orleans.
Los meteorólogos advierten que cada 32 kilómetros de movimiento hacia el Este de la tormenta traería dos centímetros adicionales de lluvia sobre Nueva Orleans. Incluso el oleaje de una pequeña tormenta podría reabrir las brechas en los diques, permitiendo la entrada de más agua en una ciudad que sigue inundada en un 30 por ciento. Ayer al mediodía, Rita era todavía una temible y poderosa tormenta de categoría 5, a 640 kilómetros al sudeste de Houston y con vientos de 264 kilómetros por hora, apenas una fracción menor del máximo nocturno de 280 kph. Luego bajó a 4, y los expertos creen probable que se debilite ligeramente cuando se acerque a la costa.
Aún así es probable que llegue a tierra como huracán de categoría tres o cuatro, entre las tormentas más poderosas que jamás golpearan a Texas, semejante al huracán que destruyó Galveston en 1900, que sigue siendo el desastre natural más mortífero en la historia moderna de Estados Unidos. Funcionarios estatales y federales trataban anoche de convencer a los residentes en las áreas de evacuación que desatendieran todas las sugerencias de que Rita pueda debilitarse y resultar menos peligrosa. “No sigan el ejemplo de Katrina, no esperen. Nadie vendrá por ustedes durante la tormenta”, dijo Robert Eckels, juez del condado de Harris, en Houston.
Salir de Houston y de otras áreas urbanas no era nada fácil, sin embargo. Además de los embotellamientos de paragolpe contra paragolpe, los conductores descubrían que las estaciones de servicio ya no tenían nafta, mientras los almacenes a lo largo de las principales rutas de evacuación se quedaban sin provisiones. Y las familias que huían tierra adentro se encontraban, ciudad tras ciudad, con hoteles totalmente ocupados y que era casi imposible encontrar refugio.
Aunque las plataformas petroleras, las refinerías y los parques petroquímicos estaban siendo evacuados, asegurados y cerrados, algo de daño parecía inevitable, levantando, por encima de la inevitable destrucción, el espectro de la polución industrial. Lo que está en juego políticamente también es enorme, y en particular para el presidente Bush, cuyas declinantes tasas de aprobación recibieron renovados golpes cuando el gobierno federal fue culpado por su respuesta, tardía e inicialmente inepta, a Katrina.
Desde entonces, Michael Brown, el desafortunado jefe de FEMA –la agencia federal de administración de desastres–, fue obligado a renunciar, y abastecimientos de emergencia y redes de comunicación satelital fueron enviados a la amenazada región. Pero muchos republicanos de alto rango son críticos del subsecuente manejo de la crisis por parte de Bush, en particular su falta de explicación sobre cómo se cubrirían los 150.000 millones de dólares de subsidios gubernamentales y gastos de reconstrucción de Katrina, en un momento en el que el presupuesto está cerca de un déficit record.
John Snow, secretario del Tesoro, aceptó esta semana que planes para más recortes impositivos están siendo silenciosamente cajoneados. Pero Bush está resistiendo exigencias de un aumento impositivo único para afrontar los costos de Katrina y ahora de Rita. El agudo aumento en los costos de la energía –sostiene– ya es un nuevo impuesto.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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