Jue 03.11.2005

EL MUNDO

El ministro de la “tolerancia cero”, en el ojo de la tormenta francesa

Nicolás Sarkozy, titular de Interior de Francia, es criticado por la represión policial desde hace una semana contra jóvenes en los suburbios de París. La muerte de dos adolescentes fue el disparador de los incidentes.

› Por Eduardo Febbro
Desde París

Por sexto día consecutivo, el suburbio parisino de Saint-Denis se asemeja a un campo de batalla. Decenas de jóvenes se preparaban ayer a pasar otra noche “alzados en rebeldía” en signo de protesta contra la brutalidad policial y las torpezas semánticas calculadas del ministro francés de Interior, Nicolás Sarkozy. Decenas de autos calcinados, cortinas de hierros arrancadas, centros comerciales incendiados, varias localidades de Saint-Denis, particularmente Clichy-sous-Bois, ofrecían un panorama de guerrilla urbana. El primer ministro, Dominique de Villepin, tuvo que intervenir públicamente para calmar los ánimos tanto en las localidades afectadas como en el seno de su propia mayoría.
Incompetencia ministerial, racismo, provocaciones policiales, agresiones verbales, impunidad, populismo y un peligroso oportunismo electoral del ministro Sarkozy pusieron al rojo vivo la ya golpeada localidad de Saint-Denis. “Muertos por nada”: las inscripciones que los jóvenes de Clichy-sous-Bois llevan pintadas en las camisetas recuerdan el drama que se jugó hace una semana cuando tres jóvenes se pusieron a correr para evitar un control policial. Los muchachos se escondieron en las dependencias de una central eléctrica y dos de ellos murieron electrocutados por un transformador de alta tensión. El tercero se encuentra en estado grave.
Zyed y Bouna tenían 15 y 17 años, respectivamente. La población de Clichy-sous-Bois vive desde el jueves pasado en total estado de sitio. El barrio de Chêne-Pointu, donde estallaron los incidentes luego de la muerte de ambos jóvenes, parece una zona en plena dictadura con decenas de policías agresivos patrullando las calles. Las repercusiones del drama fueron tanto más imprevistas cuanto que el ministro de Interior habló públicamente para dar una versión deformada de los hechos antes de que las dos investigaciones oficiales en curso esclarecieran las circunstancias de las muertes. El Ejecutivo dejó entrever al principio que las dos víctimas mortales y el tercer herido estaban robando, y que fue ese acto ilícito el que provocó el accidente. Luego, Sarkozy alegó que los jóvenes no estaban perseguidos por la policía. Sin embargo, una simple verificación bastó para comprobar que no hubo intento de robo alguno pero sí persecución policial. ¿Cómo explicar entonces que los adolescentes hayan escalado un muro de más de tres metros si nadie los perseguía?
Siyakha, el hermano de una de las víctimas, Bouna, muestra el gigantesco paredón protegido por alambres de púa y dice “ni un loco se hubiese animado a saltar por acá si no estaba perseguido”. Todos los testimonios concuerdan en decir que Zyed, Bouna y Metin huyeron aterrorizados por la policía que estaba llevando a cabo uno de los ya incesantes controles de identidad. Las fuerzas públicas actúan a menudo con una violencia desproporcionada. Esa brutalidad se multiplica por diez en los suburbios difíciles como el de Clichy-sous-Bois y parece ser uno de los argumentos preferidos del ambicioso titular de Interior.
El motivo central de la insurrección de los jóvenes fueron sobre todo las explicaciones dadas por el ministro de Interior así como sus encendidas promesas de “limpiar el lugar de ladronzuelos” y “terminar con la basura”. Cuando se sabe que en esos suburbios sensibles la mayoría de la población proviene de la inmigración, las frases del responsable político francés adquieren un sentido muy poco republicano. Los vecinos del barrio exponen la prueba irrefutable de la manera en que son tratados por las fuerzas de seguridad. Las secuencias filmadas con las cámaras de los teléfonos móviles muestran escenas dignas de un western urbano: insultos, golpes, disparos de gases lacrimógenos sin motivo alguno, discriminación. Las provocaciones oficiales y extraoficiales llegaron al paroxismo el domingo pasado cuando, en pleno fin del ayuno musulmán del Ramadán, una granada lacrimógena utilizada por la policía fue arrojada contra la mezquita de Clichy-sous-Bois.
El jefe del gobierno lanzó el martes un llamado a la calma y ayer decretó la movilización de todo su gobierno en torno de una línea de conducta: “firmeza y justicia”. Las frases conciliadoras del premier no aplacaron la rabia de los habitantes de Saint-Denis heridos por los desbordes verbales del ministro de Interior. La oposición socialista salió de su letargo para criticar la gestión de la crisis y denunció el lenguaje “guerrero” de Sarkozy. Gran aficionado a la “tolerancia cero” y a captar votos con los gases lacrimógenos, Nicolás Sarkozy se topó ahora con el sector menos integrado de la sociedad.

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