Sáb 05.11.2005

EL MUNDO

Los jóvenes de Saint-Denis seguirán la revuelta hasta que caiga Sarkozy

Pasaron del choque frontal a la acción de comandos nocturnos. Más de 600 autos quemados en 24 horas y comercios destruidos. Fracasó la mediación y ahora quieren la cabeza del ministro del Interior.

› Por Eduardo Febbro
Desde París

La guerra suburbana volvió a tener el color del fuego. Más de 600 autos quemados en 24 horas, decenas de comercios devastados, 25 autobuses incendiados; la mediación emprendida por el primer ministro francés, Dominique de Villepin, no dio muchos resultados. Los líderes barriales que intentaron anoche frenar la revuelta sólo consiguieron evitar los enfrentamientos directos con las fuerzas del orden pero no las acciones comando que, en la madrugada, salen a quemar todo cuanto encuentran por el camino. Los jóvenes del suburbio parisino de Saint-Denis se han propuesto continuar con la rebelión hasta obtener la renuncia del ministro francés de Interior, Nicolás Sarkozy, cuyas declaraciones exasperaron a un sector considerable de la juventud de las ciudades dormitorio.
“Hasta que no se vaya no levantamos las banderas”, dice Ahmed. El joven tiene 24 años y es uno de los tantos que espera las sombras de la noche para unirse a otros grupos. Los muchachos se fueron sumando con los días a la revuelta que estalló en Clichy-sous-Bois luego de la muerte de dos adolescentes y de las frases desafortunadas del ministro de Interior. “Ese (el ministro) no va a pasar. En vez de candidato a las elecciones presidenciales lo vamos a convertir en candidato a beber la soda cáustica con que prometió limpiar los barrios suburbanos.” El tono es agrio, sin concesiones. Acostumbrados a los roces con la policía, los jóvenes de Saint-Denis sienten que su violencia ha encontrado un sentido y un objetivo: denunciar la asfixiante presión de la policía, la marginación social y el desprecio oficial. “Si quería que nos calmáramos no tenía que habernos tratado de escoria. El nos rebajó. Nos faltó el respeto. No hay razón para que nosotros respetemos el Estado que nos desprecia”, dice Ahmed refiriéndose a los términos empleados por el Ministro de Interior cuando se refirió a los jóvenes de los suburbios.
Los habitantes de las localidades afectadas se encuentran “entre dos odios”, como dice un comerciante de Bobigny. “Nosotros pagamos por todo. Comprendemos a los muchachos pero no entendemos por qué destruyen lo que forma su vida cotidiana. Pero tampoco le perdonamos al ministro de Interior sus provocaciones.” El ministro retiró de las zonas calientes la llamada “policía de proximidad”. Estas fuerzas se habían integrado en los barrios de forma pasiva estableciendo contacto con la población. Nicolás Sarkozy sacó a esa policía y plantó en los barrios una ostensible división encargada de reprimir. Supresión de créditos, congelamiento de las subvenciones destinadas a asociaciones sociales barriales, transformación de la policía en fuerza de ocupación, las consecuencias de esa política y de un cuarto de siglo de abandono de las zonas periféricas se convirtieron desde hace nueve días en espesas cortinas de humo y violencia.
Los jóvenes en pie de guerra representan a los casi nueve millones que residen en las coronas suburbanas de Francia. Falta de trabajo, escasa educación familiar, discriminación, esas generaciones pagaron el tributo de la “fractura” nacional que dividió a franceses “de pura cepa” y a ciudadanos nacidos en Francia pero hijos de los inmigrados. Un responsable sindical de la policía denunció “una nueva forma de terrorismo urbano” fomentada por “una minoría de jefes con intereses financieros o ideológicos”. Según Bruno Beschiza, “islamistas radicales manipularon a los jóvenes”. Sin embargo, fuentes oficiales descartaron que los islamistas estén detrás de las acciones. El Partido Comunista y algunos líderes ecologistas pidieron ayer la renuncia del ministro de Interior. Por ahora, el jefe de Gobierno prosiguió con la estrategia del diálogo. Ayer, Dominique de Villepin convocó a 16 jóvenes oriundos de los barrios con el propósito de preparar en las próximas semanas un plan de acción destinado a los barriosperiféricos más empobrecidos. Pero la gran cintura de París arde con el fuego de la impaciencia y la frustración.

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