Dom 18.12.2005

EL MUNDO  › LA ELECCION PUEDE QUEBRAR LA PARIDAD POLITICA QUE PARALIZA EL PAIS

Hoy se sabe si Bolivia sale del empate

Desde hace dos años que nadie tiene mayoría en el país y los partidos sólo tienen fuerza para vetarse mutuamente. Tres millones y medio de votantes verán hoy si Bolivia se define entre un candidato conservador y Evo Morales.

Por Pablo Stefanoni
Desde La Paz


La calma que se respira en las calles de La Paz, a la que hoy se suma el “auto de buen gobierno” que prohíbe a los vehículos circular, encubre una constatación evidente: las elecciones generales de hoy son percibidas por la población como un momento refundacional del país, que deje atrás los sucesivos presentes de exclusión y discriminación de las grandes mayorías nacionales. También se espera que estas elecciones permitan superar el “empate catastrófico” entre progresistas y conservadores que rige desde 2003, impidiendo que alguien imponga su programa para salir de la crisis, pero permitiendo vetar al adversario. Quizá demasiado para una elección.
El país se enfrenta a la elección anticipada de presidente, parlamentarios y prefectos (gobernadores), dividido casi en dos por antagonismos políticos, étnicos y de clase. Por un lado, militan los simpatizantes de Evo Morales, líder campesino emergente del ciclo de protestas sociales abierto en 2000 con la “guerra del agua” en Cochabamba, que pregona posiciones nacionalistas de izquierda y no oculta su simpatía por el “eje” La Habana-Caracas. Fue pastor, trompetista, futbolista y cultivador de coca. Por otro lado, están los seguidores de Jorge Quiroga, ex vicepresidente de Hugo Banzer Suárez cuando el ex dictador dejó atrás las botas y volvió al Palacio por los votos, y presidente luego de la enfermedad terminal del general. “Tuto” –como aparece en las boletas– es la contracara de Evo. De familia criolla cochabambina, no invirtió su tiempo en aprender a labrar la tierra sino en estudiar ingeniería industrial y administración de empresas en EE.UU. (“aprendiendo a multiplicar más rápido que una calculadora”) lo que le permite sintonizar mejor no sólo con la embajada norteamericana, que lo considera “uno de nosotros”, sino con la burguesía y parte de los sectores medios y populares asustados por la llegada de un indígena “sin estudios” al poder.
Para que la ola nacionalista no se lo llevara por delante, Quiroga ensayó un discurso moderado con algunos matices “estatistas”: “En tiempos de crisis y guerra el Estado es más importante que el mercado. En Bolivia hay demasiada pobreza como para ser de derecha”, repitió a lo largo de la campaña como un antídoto contra su estigma de “tecnócrata” y neoliberal.
La edad de ambos contendientes, 46 y 45 años, muestra también una renovación generacional en un contexto de implosión de las estructuras que dominaron la vida política boliviana en las últimas décadas.
Toda la campaña estuvo marcada por la “guerra sucia” contra el candidato cocalero. El último episodio fue un spot que decía: “Evo Morales quiere cambiar la bandera, no lo permitas” y llamaba a votar por Tuto. Morales disparó delante de militares de alto rango: “Los que no fueron al cuartel y eludieron el servicio militar no tienen ninguna autoridad para hablar de defender la bandera”, haciendo una referencia implícita a que en este país los “niños bien” evaden fácilmente la “colimba”.
Según las últimas encuestas, el Movimiento al Socialismo (MAS) aventaja a la derechista Podemos por entre cinco y ocho puntos. Y casi todos los pronósticos anticipan un complicado escenario de gobernabilidad después del 22 de enero. Previamente, si ninguno de los candidatos alcanza la mitad más uno de los votos, el Congreso deberá elegir presidente entre los dos más votados.
Si se cumplen los sondeos, Evo Morales triunfará hoy sin mayoría en el Senado y sin ninguno de los nueve gobiernos regionales, que, por primera vez, se elegirán mediante voto popular, en un contexto de emergencia autonomista con epicentro en la oriental Santa Cruz de la Sierra. Voceros del MAS ya anticiparon que si el Congreso adopta la estrategia del sabotaje, gobernarán .por decreto y mediante la movilización popular.
Y la gobernabilidad no es un tema menor en un país que asistió al derrocamiento de dos presidentes en menos de dos años: Gonzalo Sánchez de Lozada, elegido en junio de 2002 con el 22 por ciento de los votos fue corrido del Palacio el 17 de octubre de 2003 por un cruento levantamiento popular que rechazó su política hidrocarburífera, y su sucesor, el “centrista. Carlos Mesa, fue también víctima de la “maldición del gas” en junio de este año, sucedido por el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé. Pese a la debilidad institucional, el sistema democrático fue capaz de absorber las crisis y, casi al borde del precipicio, todos los sectores, incluidos los más radicales, aceptaron someterse a la institucionalidad vigente y las elecciones generales anticipadas (junto a una Asamblea Constituyente y referéndum autonómico en julio de 2006) aparecieron como el camino para renovar el cuestionado sistema político, que hasta 2003 funcionó en base a pactos políticos carentes de otros pilares que las ambiciones personales y la perpetuación en el poder de corruptas estructuras políticas. Para ello debieron superarse varios enconos, como la “guerra de los escaños” por la distribución regional de las bancas.
Las autonomías departamentales constituyen uno de los temas espinosos, casi una bomba de tiempo: las élites de santa cruz de la Sierra y Tarija –dos zonas ricas en gas y petróleo– están embarcadas en una “guerra de posiciones” contra el centralismo, lo que puede redundar en un mayor control regional de las riquezas naturales y podría facilitar la recomposición de las élites desplazadas del poder nacional desde las estructuras de gobierno locales. Para el director del Centro de Estudios Jurídicos e Investigaciones Sociales (CEJIS) de Santa Cruz de la Sierra, Carlos Romero, “quien controle el poder político desde las regiones puede inviabilizar la gestión del gobierno central, especialmente si gana el MAS, implementando una suerte de cerco regionalista sobre el poder central”. Si la victoria recae en la derecha, los pronósticos no son más alentadores: los movimientos sociales, aceitados en cómo tirar presidentes, podrían hacer lo propio con un Jorge Quiroga que se resista a avanzar con la ola hacia políticas más nacionalistas o intente caminar por arenas movedizas, como las políticas de “coca cero” ensayadas durante su anterior administración. Consciente de las dificultades, el candidato vicepresidencial del MAS y potencial presidente del Congreso se mostró partidario de “una salida pactada en la redistribución del poder en el país, que incorpore gobernabilidad social y parlamentaria e incluya mecanismos de articulación para que los intereses de los derrotados sean, en parte, reconocidos por los victoriosos”.
Hoy, Evo intentará vender “dignidad”, Quiroga “mercados externos” y el tercero en discordia, el millonario cementero Samuel Doria Medina, “racionalidad”. Mientras esperan, el cocalero jugó al rácquetbol, Tuto ascendió el nevado Huayna Potosí y el dueño de Burguer King fue a misa.

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