Mar 11.06.2002

EL MUNDO  › QUE PUEDE PASAR EN EL BALLOTTAGE DE LAS LEGISLATIVAS FRANCESAS

Votantes, no abstenerse esta vez

Los socialistas confían en atraer al 36 por ciento que se abstuvo. Sin embargo,
las proyecciones no son tan optimistas.

› Por Eduardo Febbro

Página/12
en Francia

Desde París
El reelecto presidente francés Jacques Chirac se encuentra a un paso del poder absoluto. El resultado de la primera vuelta de las elecciones legislativas completó lo que los comentaristas llaman “la paradoja del 21 de abril”, es decir, el candidato menos votado en una primera vuelta presidencial francesa fue el más votado de la historia del país en la segunda a raíz de la presencia de un rival de extrema derecha, Jean-Marie Le Pen. Con el 43,5 por ciento de los votos, la Unión para la Mayoría Presidencial (UMP) puede incluso gobernar prescindiendo de los diputados de la derecha centrista de la UDF y encaminar así su acción gubernamental sin las polémicas que habían desgarrado la mayoría conservadora entre 1995 y 1997, fecha de las fallidas elecciones legislativas anticipadas convocadas y perdidas por Jacques Chirac. Si los resultados de la segunda vuelta del próximo domingo confirman los de la primera, la izquierda se retiraría a las catacumbas de la oposición sancionada por un voto desfavorable y en nada justificado por su acción gubernamental. A su vez, la consulta terminó con el régimen excepcional de la cohabitación entre dos visiones políticas encontradas, la izquierda y la derecha.
Pese a la derrota, los socialistas lograron sobreponerse al fracaso del ex premier Lionel Jospin, descalificado desde la primera vuelta de la presidencial por el líder del ultraderechista Frente Nacional Jean-Marie Le Pen. En detrimento de los comunistas y los ecologistas, el PS consiguió en las urnas 23,94 por ciento de los votos, lo que equivale a un incremento de medio punto con respecto a las elecciones de 1997. De cara a la segunda vuelta, los ecologistas apenas pueden aspirar a conservar entre uno y siete diputados. Los comunistas, que contaban con esta elección como un balón de oxígeno, no hicieron más que hundirse en las urnas. Con 4,95 por ciento de los votos, el PC ni siquiera está en condiciones de formar su propio grupo parlamentario (20 diputados).
El dato imprevisto fue el retroceso de los dos extremos, el izquierdo y el derecho. Los dos partidos trotskistas, que habían conquistado a más del 10 por ciento del electorado, se quedaron ahora con un mínimo de 2,76 por ciento de los votos, porcentaje insuficiente para que la denominada “izquierda de la izquierda” pueda modificar el rumbo de las orientaciones políticas del Partido Socialista. Mucho más radical es el retroceso de la extrema derecha. El partido de Jean-Marie Le Pen estaba convencido de que iba a desempeñar un papel de árbitro en la segunda vuelta, pero las urnas demuestran lo contrario: con 12,32 por ciento, los ultraderechistas están por debajo del 15 por ciento de 1997 y no han conseguido mantenerse más que en 37 circunscripciones contra las 300 en las que pensaban participar. De hecho, los analistas coinciden en señalar que las dos tendencias de la consulta del domingo se centran en la legitimación: la primera es la legitimación del funcionamiento “normal” de las instituciones. El fin de la cohabitación restaura el principio de la “coherencia” entre la mayoría en la Asamblea, es decir la composición del gobierno, y la ideología del presidente. La segunda atañe a la gobernabilidad. Los electores franceses, tras 20 años de “incidentes”, reintrodujeron la bipolaridad, concentrando el poder en manos de las dos corrientes tradicionales, la izquierda y la derecha. En el 43,54 por ciento de los votos obtenido por la derecha, el 33,3 por ciento pertenece al partido nucleado en torno de Jacques Chirac mientras que el PS, con algo más de 23 por ciento, se perfila como único partido capaz de contrarrestar la hegemonía conservadora.
Sin embargo, esa bipolarización no oculta un hecho inédito en la historia política de Francia. Jacques Chirac está a punto de obtener una concentración de poderes jamás vista. El abultado porcentaje le permite gobernar sin límites, sin posición y sin control alguno. Queda por delante una incógnita a medias. ¿Qué harán los electores de aquí al próximo domingo, especialmente el ejército de abstencionistas, que fueron el 36 por ciento del padrón? Los porcentajes que separan a los candidatos de la derecha de los de la izquierda son lo suficientemente importantes como para que no haya sobresaltos mayores. La única fuerza con la que cuenta la izquierda es precisamente la “reserva de votos” abstencionistas. La conjetura aparece no obstante demasiado optimista frente a la proyección de escaños elaborada por los especialistas.
Con más de 400 escaños probables de un total de 577, la derecha recuperó la mitad de los votos perdida por la izquierda. Más aún, la elección desde la primera vuelta de siete ministros del gobierno del premier conservador Jean-Pierre Raffarin torna verosímil el argumento según el cual la sociedad desea no solamente cambiar de mayoría sino, por sobre todas las cosas, terminar con la cohabitación. Con todo, las elecciones dejaron un gran vacío. La altísima tasa de abstención prueba como nunca el desinterés de la sociedad por las cuestiones políticas que tanto la conciernen.

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