Mar 11.06.2002

EL MUNDO  › EL DILEMA IDEOLOGICO DE LA IZQUIERDA EUROPEA

Cómo ser, o no ser, liberal

› Por Eduardo Febbro

Luego de las sucesivas derrotas en las elecciones presidenciales y legislativas, la izquierda francesa se interroga sobre su destino. Tanto el PS como el debilitado PC se encuentran ante una situación que, al primero, lo invita a recuperar al voto popular y, al segundo, a inventar una estrategia para no desaparecer. Jean-Marc Ayrault, el único dirigente socialista electo en la primera vuelta legislativa, invitó a su movimiento a organizar una gran reunión en Europa con el conjunto de la izquierda. Ayrault convocó “a todos aquellos que, como ciudadanos, no quieren resignarse a ver un mundo dominado por el liberalismo financiero que impone su modelo en Europa y el resto del mundo”. Si las intenciones del diputado son buenas, sus críticas contradicen la línea oficial defendida por el socialismo de Lionel Jospin durante los cinco años que pasó en el gobierno: el horizonte del liberalismo no se puede transgredir.
Los socialistas fueron a las urnas resignados y salieron mejor de lo que esperaban. El 23 por ciento obtenido los coloca en una sólida posición para presentarse como la única alternativa a la derecha gobernante. Dos días antes del voto, el PS temía incluso que el voto le reservaba una suerte similar a la de 1993, cuando se quedó con apenas 53 diputados. La sanción no fue tal y, a pese a que pasa a la oposición, el PS francés conserva una influencia cuyo alcance depende del voto del próximo domingo. La segunda vuelta de las elecciones legislativas determinará la naturaleza y la profundidad de esa “refundación de la izquierda” reclamada por varios sectores progresistas. Si la segunda vuelta del 16 de junio amplifica los efectos de la primera los socialistas protagonizarán, como en el pasado, sangrientos arreglos de cuentas. Si, por el contrario, la movilización de los abstencionistas limita la “ola azul” conservadora, el PS y su primer secretario, François Hollande, reconstruirán el partido sin la amenaza de las querellas intestinas que tan caro le costaron entre 1992 y 1993.
Sin embargo, a diferencia de 1993, el socialismo francés no atraviesa una época de vacío electoral. Los electores eligieron dotar al PS de un estatuto de gran partido de oposición dejándole las manos libres para que recupere ese electorado popular que dejó sus filas entre 1997 y 2002. Enfrente, los defensores de una izquierda al estilo del laborismo inglés piensan que ha llegado la hora de poner punto final al mito de “la izquierda” y aceptar la realidad tal como es.

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