Vie 13.01.2006

EL MUNDO

La delgada línea roja que Irán terminó de atravesar

La intransigencia iraní respecto de su plan nuclear desbordó ayer las expectativas de negociación de las grandes potencias. El tema sería llevado al Consejo de Seguridad y sólo China se opondría a sanciones.

Con la decisión de Europa de levantarse de la mesa de negociación, la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, no dudó ayer en afirmar que “un muy importante umbral ha sido cruzado” y, en consecuencia, instó a los países involucrados a llevar el caso nuclear iraní ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que sea sancionado, ya que se ha convertido en un “peligroso desafío para toda la comunidad internacional”, según la funcionaria. Para conseguir la aprobación de sanciones contra Teherán, Washington necesitará, además, el apoyo de Moscú y de Pekín. El primero parece estar garantizado ya que el gobierno ruso fue uno de los primeros en cuestionar la decisión iraní de reanudar sus investigaciones nucleares e, incluso, su canciller dejó entrever ayer sus dudas sobre posibles fines militares. China, en cambio, continúa mostrándose reticente a sancionar a Irán, su mayor proveedor de petróleo.

“Hoy hemos decidido informar al consejo de gobernadores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) de que nuestras conversaciones con Irán han llegado a un punto muerto”, anunció ayer el ministro de relaciones exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, luego de reunirse con sus pares de Francia y Reino Unido, Philippe Douste-Blazy y Jack Straw, dando por terminado así el proceso de negociación que habían iniciado con Irán en 2003. El objetivo en aquel momento era llegar a algún tipo de acuerdo para evitar llevar el conflicto por las actividades nucleares de Teherán ante el Consejo de Seguridad, en donde la situación posiblemente llegaría a un punto muerto –debido a la pugna Washington-Pekín, ambos con poder de veto–, lo que a su vez podría hacer escalar el enfrentamiento provocando acciones por fuera de las vías diplomáticas.

No obstante, y después de más de dos años, el UE-3 –como se conoce a los tres países europeos que lideran las negociaciones en representación de la Unión Europea– debe acudir a la alternativa que trataba de evitar: “En vista del caso omiso que ha hecho Irán a los llamamientos del consejo de gobernadores de la AIEA y de la hasta ahora insuficiente cooperación de Irán en el esclarecimiento de cuestiones pendientes, ha llegado el momento de acudir al Consejo de Seguridad”, aseguró Steinmeier, explicando su decisión a la prensa internacional. Otro que participó de la reunión junto a los cancilleres europeos fue el alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Javier Solana, que con un tono más diplomático explicó que su objetivo no es privar a la sociedad civil iraní de un programa nuclear civil, sino que están castigando “la falta de claridad sobre los fines” del actual programa, traba que adjudican a la “falta de cooperación” del gobierno de Teherán.

El desafío de Washington y de la troika europea no será sólo evitar el eventual veto de China en el Consejo de Seguridad, sino más bien las tres semanas que tienen por delante para convencer a los 35 países miembros de la OIEA de que Teherán debe ser remitido al organismo de la ONU. Los problemas son dos. Primero, la OIEA no prohíbe el enriquecimiento de uranio, excepto que se realice con fines militares, lo que todavía no se ha podido probar en el caso iraní. Segundo, condenar al régimen islámico por terminar unilateralmente un cese de actividades que había comenzado de forma voluntaria en 2004 y, en consecuencia, no supone una violación a obligaciones preestablecidas formalmente.

Con el objetivo de alcanzar un consenso entre las grandes potencias, previo a la crucial reunión de la AIEA –que se espera para las próximas semanas–, el UE-3 se reunirá con China, Rusia y los Estados Unidos en Londres la semana que viene. El acuerdo que se obtenga de este encuentro no sólo permitirá una resolución favorable en la AIEA, sino también en el Consejo de Seguridad ya que involucra a los cinco países con veto: Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido y Rusia. Este último, que en 2003 se negó a votar a favor de sanciones contra Irán, dio un importante giro hacia Occidente ayer luego que el canciller del Kremlin, Sergei Lavrov,interpretara que hay “un vacío de lógica” en la reanudación del enriquecimiento de uranio del martes pasado, lo que indicaría que el programa “podría esconder un aspecto militar”.

El otro actor, que aunque no participe directamente en las negociaciones es protagonista en esta crisis en potencia, es Israel. Objetivo privilegiado de los ataques del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad, Tel Aviv no ha desechado, y lo ha advertido públicamente, un posible ataque preventivo en caso que Irán esté cerca de fabricar armas nucleares.

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