El presidente norteamericano detalló un frustrado plan de ataque de Al Qaida contra el edificio más alto de Los Angeles. Sin dar pruebas, implícitamente defendió así su guerra antiterrorista.
El presidente Bush sostuvo ayer que Estados Unidos y sus aliados habían desbaratado un intento de Al Qaida de continuar los ataques del 11 de septiembre de 2001, secuestrando un jet comercial utilizando zapatos bomba y estrellándolo contra el edificio más alto de Los Angeles. Según el presidente norteamericano, Khaled Sheikh Mohammed –capturado en Pakistán en marzo de 2003 y una de las mentes detrás del 11-S– estaba planeando una nueva operación para octubre de 2001 como muy temprano, sólo un mes después de los desvastadores ataques en Nueva York y en Washington. Esta vez sería llevado a cabo no por árabes sino por hombres jóvenes del sudeste asiático, reclutados por Al Qaida del grupo militante islámico Jemaah Islamiyah, activo en Indonesia, en Filipinas y en otros países de la región.
El plan consistía en secuestradores armados con zapatos bomba para conseguir entrar a la cabina del piloto y hacerse con el control de la nave. Su objetivo, aseguró Bush, era la antigua Torre Library –ahora rebautizada como la Torre del Banco de EE.UU.–, un rascacielos de unos 300 metros de alto, de 73 pisos, que domina el centro de Los Angeles. Los reclutados ya se habían reunido con Osama bin Laden y habían comenzado una preparación detallada para los ataques. Pero el plan fue aparentemente interrumpido cuando un país no especificado del sudeste asiático capturó a un importante miembro de Al Qaida a principios de 2002. Finalmente esto fue revelado el año siguiente, aseguró Bush, cuando un indonesio conocido como Hambali, el presunto líder de Jemaah Islamiyah, fue arrestado en Tailandia.
El relato, ofrecido durante un discurso a las unidades de la Guardia Nacional aquí, no fue la primera referencia pública del presidente al fallido plan. Pero es por lejos la más detallada, claramente diseñada para convencer a los estadounidenses de que se estaba logrando avanzar en la guerra contra el terrorismo. También fue una defensa implícita del controvertido programa de escuchas domésticas de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), conducido sin permisos pero –según insiste la Casa Blanca– esencial en la persecución de los terroristas y sus asociados en los Estados Unidos. En octubre pasado, Bush mencionó brevemente el fallido ataque a la Costa Oeste, cuando aseguró que, desde el 11-S, Washington y sus aliados han desbaratado diez importantes planes de Al Qaida, incluyendo tres dirigidos contra objetivos en Estados Unidos.
Uno fue la operación de Los Angeles. El segundo fue un ataque en la costa este, aparentemente planeado para 2003, aunque nunca se dieron detalles sobre él, mientras que el tercero involucraba a José Padilla, arrestado en mayo de 2002 en el aeropuerto de Chicago y que supuestamente planeaba un ataque con una “bomba sucia” radioactiva contra una ciudad estadounidense. El uso de zapatos bomba fue primero usado por el ciudadano británico Richard Reid, que intentó hacer explotar un avión de American Airlines, que iba de París a Miami en diciembre de 2001, pero antes fue tacleado por los pasajeros cuando se disponía a detonar los explosivos escondidos en una zapatilla deportiva. En enero de 2003, Reid fue sentenciado por una corte estadounidense a prisión perpetua.
Sin embargo, lo minucioso de los detalles provocó que las otras aseveraciones fueran recibidas con escepticismo, dudas que sólo aumentaron en noviembre de 2005, cuando las autoridades estadounidenses, después de mantener a Padilla incomunicado en una prisión de la Marina por más de tres años, abandonaron abruptamente las acusaciones sensacionalistas de una “bomba sucia”. Ahora se enfrenta a cargos por terrorismo, por los que será juzgado en Miami este otoño. Con el discurso de ayer, la Casa Blanca también busca centrar la atención del país en el tema del terrorismo y en el éxito de la administración en prevenir nuevos ataques en territorio estadounidense después del 11-S.
Con los republicanos enfrentando las difíciles elecciones de la mitad de término en noviembre próximo, en las que el partido podría perder el control de Diputados o del Senado (o de ambos), sondeos tras sondeos demuestran que la carta fuerte del partido es la percepción de su habilidad de “mantener seguro a Estados Unidos”. Este apoyo le permitió a Bush montar una vigorosa defensa contra las acusaciones de que las escuchas del NSA son ilegales. A pesar del alboroto político –y las quejas de algunos republicanos, al igual que de demócratas y abogados–, una mayoría de los estadounidenses comunes cree que la administración tiene derecho a hacer lo que crea necesario para proteger el país.
Mientras tanto, el Pentágono está siendo acusado de utilizar métodos brutales e inhumanos para romper una huelga de hambre en la cárcel de la Bahía de Guatánamo, incluyendo “sillas de contención” a las que los detenidos son atados por horas. Un vocero militar dijo que el número de huelgas de hambre había descendido de 84 en diciembre a sólo cuatro ahora. Sin embargo, los abogados de los prisioneros afirmaron que el tratamiento empleado era “una vergüenza”.
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