EL MUNDO › MAS DE 130 MUERTOS POR VIOLENCIA INTERSECTARIA Y PELIGRO DE GUERRA CIVIL
El desafío de los fundamentalistas sunnitas con la voladura de la Mezquita Dorada en Irak reverberó ayer en dos frentes: en Irak mismo murieron más de 130 personas y en Israel dos generales advirtieron del peligro de desestabilización regional.
› Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad
En un puesto de control al sur de Bagdad, hombres armados asesinaron a 47 personas que habían estado manifestando contra la destrucción del santuario chiíta de Samarra, poniendo a Irak a un paso de un baño de sangre intersectario. Las víctimas eran chiítas y sunnitas que regresaban de una manifestación en la ciudad de Kenaan cuando fueron arrancados de sus automóviles y asesinados. Sus cuerpos quedaron en una zanja al lado del camino. La escalada y la intensidad de la violencia se parecen cada vez más al Líbano al comienzo de su sangrienta guerra civil hace 30 años. El peligro fue subrayado cuando el influyente clérigo chiíta Muqtada al Sadr, que en el pasado incitara a actos violentos, llamara ayer a la paz a las dos partes.
El número de muertos en el círculo de violencia desatada por la voladura de la Mezquita Dorada en Samarra fue creciendo, ayer, minuto a minuto. Se sabe que más de 130 personas murieron en asesinatos en represalias a manos de los chiítas y los sunnitas, pero las cifras verdaderas seguramente son mucho más altas. La Asociación Clerical Sunnita de Académicos Musulmanes militantes dijo que 160 mezquitas habían sido atacadas, 10 imanes muertos y 15 secuestrados. Mientras la violencia alcanzaba un nuevo crescendo, entre los que murieron se encontraba una corresponsal de la televisión al Arabiya y dos miembros de su equipo fueron apresados por hombres armados cuando estaban entrevistando a gente en la multitud en Samarra. Durante la noche, 12 prisioneros fueron sacados de una prisión en Basora y once de ellos muertos. En total, se sabe que 25 personas murieron en esta ciudad principalmente chiíta. En Baba, al norte de Bagdad, una bomba dirigida a una patrulla del ejército mató a 16 personas, incluyendo ocho soldados y ocho civiles.
Un factor preocupante en la actual ola de violencia es que los asesinos sectarios frecuentemente están vestidos o bien con uniformes de policía o del ejército o realmente son soldados o policías. Esto significa que tanto los chiítas como los sunnitas se verán obligados a confiar la seguridad a sus propias poderosas milicias. Esto marca una nueva etapa en la desintegración del gobierno iraquí.
El gobierno está buscando restaurar el orden extendiendo el toque de queda en Bagdad –donde por lo menos 53 personas murieron– y en Salahudin, al norte de Bagdad. Clausuró el camino afuera de Abu Hanifa, la mezquita sunnita más importante de Bagdad. La Asociación de Clérigos Musulmanes Sunnitas no sonaba arrepentida ayer sobre el ataque en Samarra diciendo que señalaba “el dedo de la culpa a ciertas autoridades religiosas por llamar a manifestarse”. Esto enojará a los chiítas, que dicen que los sunnitas nunca aceptaron que hay tres árabes chiítas en Irak por cada árabe sunnita y que, después de Saddam, son los chiítas los que gobiernan.
El secuestro y la ejecución, cuidadosamente planificados, de 47 personas que regresaban de una manifestación contra la explosión de Samarra es un mal augurio para el futuro. Los hombres armados, que seguramente son insurgentes salafitas –fundamentalistas sunnitas que consideran a los chiítas como herejes que merecen la muerte–, habían establecido un puesto de control a la salida de Kenaan para atrapar a los manifestantes que volvían a sus casas. Los cuerpos, en su mayoría de hombres jóvenes, fueron encontrados cerca del pueblo de Nahrawan, donde ya existe una historia de hostilidad entre chiítas y sunnitas. También es un mal presagio el hecho de que los asesinatos sectarios tengan lugar en todo el país, aunque se conocen sólo las cifras de los que murieron en las ciudades principales.
Una medida del grado de violencia en Irak es que siete soldados estadounidenses hayan muerto por bombas al lado del camino, el miércoles, en una lucha separada entre la resistencia y la ocupación de Estados Unidos. Aunque la presencia de 130.000 tropas estadounidenses a veces es justificada diciendo que están evitando una guerra civil, no resulta claro qué pueden hacer para evitarla. Los líderes políticos sunnitas se han retirado de las conversaciones para formar un gobierno de unidad nacional, acusando a los líderes chiítas de apoyar los ataques a las mezquitas sunnitas. También hicieron una extraordinaria crítica pública al Gran Ayatolá Ali al Sistani, diciendo que había alimentado la violencia al llamar a manifestarse después de la explosión de Samarra.
El Frente del Consenso iraquí, la mayor alianza sunnita, dijo que quería una disculpa de los líderes chiítas. Es improbable que la reciban y puede ser que los líderes religiosos chiítas, que han evitado las represalias después de previas atrocidades contra su gente, no querrán o no podrán frenarlos. “Estamos suspendiendo nuestra participación en las negociaciones sobre el gobierno con la Alianza chiíta”, dijo Tareq al Hashemi, un alto miembro de Frente del Consenso. Estados Unidos y los kurdos han estado tratando de crear un gobierno de unidad nacional, pero los chiítas sospechan, con buenas razones, que su objetivo es simplemente evitar que los chiítas ganen el control total del gobierno, incluyendo los ministerios de Interior y Defensa.
No hay motivo para creer que un gobierno de “unidad nacional” tendrá algún impacto en la resistencia armada sunnita. La influencia de los partidos políticos sunnitas sobre los insurgentes, algunos de los cuales condenaron la participación en las últimas elecciones del 15 de diciembre, es, en todo caso, pequeña. La sangría de los últimos dos días también es probable que fortalezca las milicias y debilite al ejército y a la policía.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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