Dom 16.06.2002

EL MUNDO  › DESPUES DE LA DERROTA QUE SE REPETIRIA HOY EN FRANCIA

Cuando la izquierda busca su alma

La segunda vuelta de las legislativas francesas, que se realiza hoy, no traería sorpresas: la derecha arrasará. Esta nota explora el debate que se está dando dentro de la izquierda para refundar al Partido Socialista o marchar hacia una nueva forma de organización.

› Por Eduardo Febbro

Limitar los daños para unos, confirmar los resultados de la primera vuelta para los otros, la izquierda y la derecha francesa enfrentan este domingo en las urnas apuestas muy diferentes. Impulsada por la victoria del reelecto presidente Jacques Chirac y literalmente “dopada” por el partido-movimiento UMP (Unión para la Mayoría Presidencial), la derecha amanece confiada en una victoria cuya geometría sólo puede variar bajo el peso de los abstencionistas de la primera vuelta (36 por ciento) y según la reacción de los electores de la extrema derecha. Con 469 duelos izquierda derecha, 20 enfrentamientos entre la derecha y la extrema derecha del Frente Nacional y ocho confrontaciones triangulares izquierda-derecha-extrema derecha contra las 300 previstas, la segunda vuelta de las elecciones legislativas se resume a un duelo entre la UMP y el Partido Socialista. Los socialistas más optimistas sueñan con mantener entre 200 y 254 escaños en la Asamblea pero los sondeos de opinión publicados desde hace dos semanas apenas les vaticinan una franja que va de 115 a 170 escaños. Enfrente, los conservadores se frotan las manos con el abanico de 380 a 420 diputados calculados con relación al porcentaje obtenido en la primera vuelta del domingo 9 de junio.
El PS no se imagina en ningún momento rozar la mayoría de 289 escaños de los 519 que están en juego. Su principal preocupación consistió en romper la “dinámica del éxito” que la derecha puso en movimiento y que la izquierda nunca logró frenar en el curso de la tímida campaña que protagonizaron ambos polos. Con tres mitines en total para cada partido, ningún debate televisado, ausencia de confrontaciones a todos los niveles, jamás una campaña legislativa habrá sido tan atípica como ésta. A pesar de que las urnas colocaron al PS en la posición estratégica de ser el único partido de oposición, toda la presión converge hoy en al partido de la Rue de Solferino. De lo que ocurra este domingo no sólo depende la influencia parlamentaria del PS sino, sobre todo, el porvenir de la izqui-
erda francesa. La consulta demostró que la “izquierda plural” ideada por Jospin quedó hecha añicos. Los resultados presidenciales y legislativos están muy por debajo de lo esperado: los verdes vieron limitadas sus ambiciones a un modesto 4,7 por ciento y los comunistas presenciaron impotentes un acto más de su ocaso, llegando por debajo de la barrera del 5 por ciento. La aritmética electoral hace que hoy los principales líderes del PS se jueguen la supervivencia en las urnas. Hasta ahora, los jefes socialistas se concentraron en la consulta legislativa y consagraron mucho tiempo a digerir la derrota y el posterior retiro de la vida política del ex primer ministro socialista Lionel Jospin. Una vez concluida la segunda vuelta, los arreglos de cuentas van a comenzar en el seno de un partido obligado a reconstruir una identidad sin la presencia de quien guió sus pasos desde 1994. El eclipse de Jospin sigue siendo una experiencia traumatizante para los socialistas, tanto más cuanto que su principal heredero, el actual primer secretario François Hollande, se juega este domingo la circunscripción de la localidad de Tulle y, con ella, su mantenimiento a la cabeza de la rosa.
Los tironeos por la conquista del poder interno y por el liderazgo de la necesaria refundación ideológica del Partido Socialista están acompañados por una amenazante marea de fondo proveniente de los sectores más activos de los ecologistas y de los “refundadores” comunistas. Aunque hegemónico en el electorado, el PS asiste al nacimiento de una galaxia de movimientos que le disputan las líneas ideológicas. La derrota en las presidenciales, la desaparición política de Jospin, la presencia de la extrema derecha en la segunda vuelta de la elección presidencial, la reelección de Chirac con el 82 por ciento de los votos y la nueva derrota en las urnas legislativas desarmaron todos los esquemas con que la izquierda francesa funcionó en los últimos ocho años. Apartada del poder, minoritaria, la ex izquierda gubernamental busca nuevos horizontes. Y estos surgen allí donde nadie los espera. Verdes y comunistas disidentes se empeñan en construir una fuerza verosímil en el seno de la izquierda alternativa, al tiempo que numerosas personalidades oriundas de los sindicatos y de las asociaciones se han lanzado en la elaboración de una plataforma bautizada “inventemos juntos otro futuro”. Todos le piden cuentas al PS, exigen un lugar en la refundación en curso y reclaman una “aclaración” que los socialistas tardan en elaborar.
“No tardamos. Estamos organizando debates sin precipitación”, concede a media voz un dirigente socialista. Como luego de cada derrota, la necesidad de una resurrección se plantea con fuerza, especialmente cuando los socialistas aceptan la urgencia y la necesidad de “refundar ideológicamente al partido”. Lo que aún no se decidió es con quién y cómo. Se trata de saber si la “invención del futuro” se hará con las demás fuerzas de izquierda y si, de una buena vez por todas, el PS abandonará la línea adoptada por Jospin y François Mitterrand, el famoso “ni-ni”, es decir, ni lo uno ni lo otro, ni liberales del todo, ni socialistas de alma. La llamada izquierda alternativa pugna por la creación de nuevas prácticas políticas estimando que “los cinco años de gobierno de Lionel Jospin tornaron esquelética la separación entre la izquierda de gobierno y la izquierda de los movimientos”. La extrema izquierda alimenta a su vez las discusiones con sus propias exigencias. La Liga Comunista Revolucionaria arguye que existen dos izquierdas: la primera “acompaña el liberalismo”, la segunda “es anticapitalista”. En ese contexto, la Liga reclama “una aclaración a fin de separar las dos izquierdas”. De esas controversias surgen otras que remiten a las discusiones de los años ‘60 y ‘70 y que atañen concretamente el papel que deben desempeñar los movimientos sociales: la incógnita oscila entre autonomía o integración. Los movimientos sociales –sindicatos, asociaciones ciudadanas– no quieren verse absorbidos por las estructuras políticas, que, a su vez, intentan seducirlos por todos los medios. La izquierda tuvo sobradas pruebas de esa autonomía durante las dos vueltas de las elecciones presidenciales. Las decenas de miles de jóvenes que salieron a las calles a manifestar su repudio al líder de la extrema derecha Jean-Marie Le Pen no votaron necesariamente por los socialistas en las legislativas. Tampoco lo hicieron en la primera vuelta de la elección presidencial los “movimientos sociales” que se volcaron más por la izquierda radical –como los trotskistas– que por la izquierda de gobierno.
Testigo de estas demandas, el elefante socialista tarda en digerir las derrotas y en definir su línea. Sin embargo, más allá del apetito del PS por controlar el conjunto de los planetas que surgen en torno a su órbita, los socialistas tienen una serie de ideas cuya afirmación depende del resultado de hoy: construcción de una nueva estructura federadora, armadura de un gran partido social demócrata al estilo de laborismo inglés o simple mecánica electoral a imagen y semejanza de la hoy difunta “izquierda plural”. El socialismo francés no puede prescindir de sus aliados ecologistas y comunistas, inclusive si estos han dejado unos cuantos votos en el olvido. Como lo señala François Hollande, “no estamos solos, incluso si somos los más fuertes”.
En el seno del partido, la línea de François Hollande tiene sus adversarios. Uno de ellos es el ex ministro de Economía Dominique StraussKahn, que encarna “el socialismo productivo”; el otro es el también ex ministro de Economía Laurent Fabius, autoproclamado hombre del “socialismo moderno”. Globalización, privatización, servicios públicos, finanzas, economía de mercado, recuperación de los excluidos, representación de las clases populares y las clases medias, el pensamiento del socialismo francés tiene unos cuantos conceptos por definir.

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