Dom 16.06.2002

EL MUNDO

El policía malo y el policía bueno que hacen las delicias de Chirac

Nicolas Sarkozy y Jean-Pierre Raffarin son figuras clave de la estrategia del presidente para ganarlo todo en las elecciones de hoy. La idea está funcionando, pero el primer desafío de la centroderecha será superar las continuadas rivalidades internas.

Por David Hearst
Desde París

Es buen momento para ser policía en Francia. Pagos renovados, horas extras, balas de goma, todo saldrá a raudales de los bolsillos del hombre que ha sido apodado el bulldog de la derecha francesa, el ministro del Interior Nicolas Sarkozy. Rumbo a la decisiva segunda vuelta de las elecciones parlamentarias de hoy, el “primer cana” de Francia es el abanderado de línea dura del resurgente centroderecha del presidente Jacques Chirac, a quien las encuestas de opinión le dieron el viernes un 53 por ciento de intención de voto y hasta 415 de las 577 bancas del Parlamento. Su trabajo ha sido enterrar al Frente Nacional apoderándose de los temas de inmigración, ley y orden que han agrandado la imagen de la extrema derecha en la escena europea. Candidatos con dudosos amigos del FN han sido purgados, y ha sido el bulldog el que los atrapó a todos.
Sarkozy pasó su primera noche como ministro en un patrullero policial en un suburbio peligroso, asegurándose de que las cámaras de televisión estuvieran atentas. Luego se apareció en Sangatte, prometiendo cerrar el campo de refugiados. En rápida sucesión, ha prometido balas de goma a los agentes de ronda, anunció la creación de 28 escuadras de reacción rápida para aplastar el crimen organizado y ha comenzado negociaciones salariales con los sindicatos policiales. Pero Sarkozy es sólo la mitad de la exitosa estrategia de pinzas de Chirac para poner al centroderecha nuevamente en el lugar central de la escena política. La otra mitad es el amigable senador provincial Jean-Pierre Raffarin, el inofensivo moderado al que transformaron en primer ministro. Con sus modales suaves, Raffarin ha representado el papel del policía bueno, mientras el ácido Sarkozy ha encarnado el del malo. Esta táctica obró maravillas. En la primera ronda de las elecciones el domingo pasado, Sarkozy ganó el 66 por ciento de los votos en su distrito, convirtiéndose de la noche a la mañana en el diputado parlamentario más popular de Francia, mientras el centroderecha se preparaba para una victoria arrasadora.
Los nombramientos gemelos de Raffarin y Sarkozy pueden ser el golpe maestro de la campaña de Chirac. El problema del presidente, sin embargo, es que pese a la formación de su partido-paraguas, la Unión para la Mayoría Presidencial, el centroderecha sigue tan dividido y proclive a las fracturas como siempre. El hombre que logró unificar la UMP es Alain Juppé, el mayor rival de Sarkozy y un ex primer ministro que está aspectado para liderar el partido y que alberga ambiciones presidenciales. Fue Juppé quien impidió que Sarkozy fuera nombrado primer ministro, trampolín tradicional para la presidencia. A Sarkozy le llevó mucho tiempo regresar tortuosamente al favor del presidente luego de que abandonara a Chirac en 1995 en favor de un candidato neogaullista rival para la presidencia, Edouard Balladur.
Pese a las muestras de unidad, el centroderecha sigue siendo campo de batalla de ambiciones personales. Después de lograr finalmente el premio de un presidente de derecha respaldado por una mayoría parlamentaria, uno de sus primeros desafíos será evitar desgarrarse nuevamente a sí mismo.

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