París fue ayer el alarmante escenario de la entrada del patoterismo en las protestas. Hubo sesenta heridos y ciento cuarenta detenidos.
Por segunda vez en lo que va de la semana, los estudiantes franceses volvieron a llenar las calles para reclamar al jefe de gobierno Dominique de Villepin que retire el CPE, Contrato Primer Empleo. 400.000 manifestantes según los organizadores, la mitad según la policía, las marchas de ayer marcaron una fecha que puede ser decisiva para la elaboración de una salida a la crisis estudiantil. Hasta el jueves, los sindicatos se habían negado a entablar un diálogo con el gobierno hasta que el Ejecutivo no sacara el texto de circulación. Sin embargo, ayer, y con el telón de fondo de los disturbios que se produjeron durante y al final de las manifestaciones, gobierno y sindicatos acordaron encontrarse este viernes. Las cinco organizaciones sindicales aceptaron la invitación del primer ministro y serán recibidas al final de la tarde.
Pese a que el frente estudiantil no da muestras de agotamiento, se hizo evidente que los sindicatos temen que el movimiento degenere en un enfrentamiento generalizado entre los estudiantes y sectores ajenos a lo que está en juego. El riesgo es tanto más grande cuanto que el próximo martes 28 está previsto el llamado “martes negro”, en que tendrá lugar una huelga nacional en los sectores públicos y privados, así como centenas de manifestaciones en todo el país. Las imágenes que se vieron ayer en las calles de París y en varias ciudades francesas sobrepasan en mucho la dignidad humana que una sociedad occidental puede ofrecer. Cientos de jóvenes venidos de los suburbios, ajenos al motivo de las marchas, se mezclaron con los estudiantes para provocar gravísimos disturbios y, sobre todo, agresiones contra los mismos estudiantes. Patotas de muchachones violentos agredían a patadas, a golpes y a cuchillazos a los estudiantes, la mayoría de las veces para robarles a los más jóvenes y desprotegidos la plata y los teléfonos celulares. La Plaza de los Inválidos parecía un campo de batalla entre adolescentes festivos y una banda de agresores perfectamente coordinados. Página/12 pudo presenciar escenas nunca vistas en ninguna otra manifestación. No eran peleas a palos con la policía sino demostraciones de fuerza patoteril. Si la inmundicia y la impunidad de la violencia tienen un rostro preciso, ayer se las vio en los Inválidos. Los agresores, con la cabeza cubierta con las capuchas de las camperas y armados con palos, arremetían contra sus víctimas con una furia y un odio indescriptibles. Lo más triste es que las patotas elegían a los más jovencitos, sobre todo a mujeres adolescentes de 16 y 17 años aisladas en la multitud, para sacarles los celulares, la ropa de marca, la cartera, los lectores MP3, los anteojos. Muchos jóvenes estudiantes se encontraron en el piso literalmente rodeados de grandotes que los demolían a patadas.
Agresiones calculadas y organizadas con el objetivo de “fermentar” las raíces del movimiento y atemorizar a los jóvenes, venganza de sectores sociales marginados o simplemente delincuencia absurda, lo cierto es que los llamados “casseurs” lograron revertir el sentido de la marcha parisina. No sin razón, los estudiantes reprocharon a la policía su visible inmovilidad. Las fuerzas del orden se mantuvieron a una estricta distancia, tanto durante las agresiones como al final de la manifestación cuando los “casseurs” incendiaron autos, destrozaron vitrinas, robaron negocios y apedrearon hasta a los inocentes bomberos que venían a apagar los incendios. Entre muchos episodios violentos y cobardes, este diario fue testigo de cómo ocho muchachones, perfectamente armados con bates, recorrían las callejuelas del Distrito Siete de París destruyendo a palazos cuanto auto estacionado encontraban en el camino. Si los disturbios son el tributo de casi todas las protestas callejeras, la violencia de grupos sociales contra los manifestantes es un hecho inédito. Es en este contexto de temor que los sindicatos CGT, CFDT, CFTC, CFE-CGC y FO se entrevistan hoy con el jefe del Ejecutivo, quien los invitó por carta a este encuentro. Desde el pasado 12 de marzo, fecha de la primera oferta de negociación formulada por Dominique de Villepin, los sindicatos habían rechazado siempre el diálogo sin previo retiro del CPE. Ayer, el tono era apacible. Se hablaba de “clima de confianza” y “solución pactada”. Sin embargo, más allá del compromiso al que las partes antagónicas lleguen, los episodios en las calles de París revelan un malestar social de fondo en una sociedad que, al menos ayer, ni siquiera fue capaz de respetarse a sí misma.
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