Es la sensación en Perú. De haber liderado un imperceptible golpe contra Fujimori y librado una campaña de bajo costo, el ex militar Ollanta Humala lidera ahora todas las encuestas.
Mientras la multitud agita banderitas peruanas y otras con los colores del arco iris –emblema atribuido al Imperio Inca– aunque en realidad, los incas nunca tuvieron una bandera, la voz chillona del presentador anuncia a los gritos: “¡Ya llegó, aquí está, nuestro candidato, el comandante Ollanta Humala!”. La gente, abigarrada en una compacta masa frente al estrado de madera levantado en la plaza de uno de los barrios marginales de Lima, estalla en aplausos y gritos de “Humala, presidente”. Vestido con pantalones de jean y remera roja con la inscripción “Amor por el Perú” en el pecho, Ollanta Humala aparece en el escenario alzando los brazos para recibir con una gran sonrisa la prolongada ovación de sus seguidores. A su lado está su esposa Nadine, que viste la misma remera roja con mensaje nacionalista.
Las últimas encuestas ubican a Humala en primer lugar y con tendencia a seguir subiendo. Es, a dos semanas de las elecciones, el claro favorito para ganar. Aunque esas mismas encuestas pronostican que habrá segunda vuelta y que el rival de Humala saldrá entre la derechista Lourdes Flores hasta hace unas semanas, la gran favorita, pero que ha comenzado a derrumbarse, y el ex presidente Alan García (1985-90), del socialdemócrata partido aprista. Entre la multitud que recibe a Humala se respira un ambiente de victoria, pero también de mucha rabia contra los principales rivales de Humala y contra la prensa, que luego de conocidas las encuestas que favorecen a Humala han lanzado una virtual declaración de guerra, en la que todo parece valer contra el humalismo. Flores y García, en una especie de pacto implícito, han coincidido en descalificar a Humala tildándolo de “totalitario”, en un intento, recogido y amplificado con entusiasmo por la mayor parte de la prensa, de polarizar la campaña en una supuesta disyuntiva entre democracia y totalitarismo. Flores, la llamada “candidata de los ricos”, ha acusado a Humala de representar “la violencia y el terrorismo”, mientras García, con retórica igualmente agresiva, ha calificado el proyecto humalista de “un salto al vacío, al extremismo y a la barbarie”. Algunos medios de comunicación han llegado al extremo de calificar como “irracionales” a los votantes de Humala.
Humala respondió en el mitin a estos ataques asegurando que “hay un todos contra Humala para intentar impedir nuestro triunfo”. Todos aplaudieron y gritaron contra la “prensa amarilla, vendida”. Humala no es un gran orador, por el contrario, habla con la rigidez del militar y con un tono de voz cuartelario, pero su discurso antisistema ha cautivado a un importante sector del electorado peruano. Propone que el Estado participe activamente en las “actividades estratégicas de la economía”, como el petróleo, el gas y los puertos, anuncia que renegociará los contratos con las transnacionales para terminar con las exoneraciones tributarias que las favorecen, reitera su oposición a la firma de un tratado de libre comercio con Estados Unidos, y, para terminar, anuncia la “refundación de la República”, la que comenzará con la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Estas propuestas han espantado al establishment, pero esa noche desatan la euforia de quienes se han reunido en esa empobrecida plaza de las afueras de Lima. Una encuesta de la Universidad Nacional de Ingeniería confirma que la mayoría de peruanos respaldan las propuestas de Humala, que la clase política y los agentes económicos rechazan. Según este sondeo, un 92 por ciento de los peruanos espera que el próximo gobierno cambie el rumbo económico, y un 40 por ciento quiere que ese cambio sea radical; un 80 por ciento está a favor de renegociar los contratos con las transnacionales; un 60 por ciento se opone a que el actual gobierno firme un acuerdo comercial con EE.UU. y un 54 por ciento apoya la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Con esas cifras, no debería sorprender a nadie el creciente apoyo que viene cosechando Humala. En medio del mitin, el ex militar que quiere ser presidente se lanza contra “los políticos tradicionales” y califica a la política como “una cloaca”, lo que arranca prolongados aplausos. Acto seguido, denuncia “un terrorismo financiero” en contra de su candidatura, en alusión a la baja en la Bolsa de Valores de Lima y la devaluación, aunque moderada, de la moneda nacional, inmediatamente después de que se conociera que él había pasada a encabezar las encuestas. Antes de terminar, Humala alza la voz para decir que está orgulloso de haber sido un comandante del Ejército y le pide a la población “que me dejen comandar el país”. Sus rivales han visto en esa frase la amenaza de un proyecto militarista. Coincidentemente, las encuestas muestran que un 73 por ciento de los peruanos apoya un candidato que aplique “mano dura”.
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