Ante las atestadas calles de Roma, que exhiben en cada rincón escaparates con marcas de lujo, y tan llenas de turistas que apenas se puede caminar, nadie diría que Italia sufre una profunda crisis económica. Pero no se trata de una acusación del centro-izquierda contra el primer ministro, Silvio Berlusconi, ante las elecciones de domingo y lunes: es algo en lo que están de acuerdo desde la UE hasta el FMI, los analistas y, lo que es más extraño ante un gobierno de centro-derecha, los empresarios.

“Los números del Banco de Italia no son ni de izquierda de ni derecha: las cuentas muestran que la situación del país es desastrosa”, aseguró ayer al Corriere della Sera Diego Della Valle, uno de los dos dueños de la marca de zapatos Tods, que ha mantenido un sonado enfrentamiento con Berlusconi, al igual que el resto de los dirigentes de la patronal, Confindustria. “¿Crisis? ¿Qué crisis? El estancamiento económico es un invento de la izquierda y de sus medios de comunicación”, espetó en marzo Berlusconi a un grupo de empresarios en Vicenza.

“La situación económica italiana es desesperada”, asegura el periodista Furio Colombo, autor de un libro de entrevistas a Romano Prodi y candidato al Senado por las listas de los Demócratas de Izquierda (DS, en sus siglas italianas). “Desde 1945, Italia no había experimentado un crecimiento cero como el de ahora. Ha podido sufrir crisis tras crisis de gobierno, pero se colocó en el número seis de los países más industrializados”, agrega en una entrevista telefónica, antes de un mitin, el ex director de L’Unità. “El crecimiento cero significa que se cierran industrias, que el consumo se paraliza. Afecta a todos... Todos los sectores sociales han perdido la esperanza”, agrega.

Desde la Segunda Guerra Mundial, Italia ha superado muchas crisis, una inestabilidad política crónica y ha sobrevivido a los años de plomo, cuando, desde finales de los ’60 y hasta principios de los ’80, las Brigadas Rojas, los neofascistas o la mafia cometían asesinato tras asesinato; incluso se sobrepuso al derrumbe de todo el sistema en los ’90 con la desaparición de la Democracia Cristiana. Pero esta vez no es la política, son los números, y algunos analistas creen que, en caso de que no se tomen medidas a tiempo, Italia podría sufrir una crisis similar a la Argentina. “Los indicadores económicos son muy serios”, explica James Walston, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Americana de Roma. “Hay una sensación creciente de malestar. Por primera vez en muchos años, las cosas no van a mejor”, agrega.

Entre 2001 y 2005, el crecimiento de la economía italiana ha sido del 0,8 por ciento, mientras que el FMI estima que a largo plazo se situará en torno del 1,25 por ciento. La deuda pública representa el 108 por ciento del PBI (y subió el año pasado por primera vez desde 1994), mientras que el país, según el World Economic Forum, está en el número 47 de competitividad mundial, justo por encima de Botswana, pero por debajo de Jordania. El déficit, según The Economist Intelligence Unit, se situará de nuevo en 2006 por encima del 4 por ciento, por encima del límite del 3 por ciento impuesto por los criterios de convergencia de la UE. Es verdad que Berlusconi sacó adelante una reforma de las pensiones y que el paro ha bajado durante su mandato (del 9,2 al 7,7 por ciento). Todos los analistas coinciden en que las recetas que tendrá que aplicar el ganador del lunes para evitar el desastre serán duras.

“Italia necesita una dosis masiva de reformas, desde la desregulación y la liberalización de los mercados hasta una oleada de privatizaciones”, dice un informe del Bank of America. Paolo Barilla, uno de los dueños del Grupo Barilla, fue todavía más claro: “Un cambio de gobierno no va a cambiar la situación. No es un problema de izquierda o de derecha, tiene que ver con el negocio en sí mismo”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.