Washington prohibió la venta de armamento a Venezuela. Chávez dijo que no responderá con la suspensión de la venta de petróleo.
Venezuela quedó sólo a un paso de ingresar en la lista negra de la Casa Blanca, que ayer anunció la prohibición de la venta de armas o cualquier material militar al gobierno de Caracas. La razón: “Venezuela no está cooperando totalmente con los esfuerzos de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo”, según anunció el portavoz del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental, Eric Watnik. Desde Inglaterra, donde Hugo Chávez continuaba ayer su gira europea, el presidente venezolano rechazó la decisión de su par estadounidense y adelantó que no contestará con una suspensión unilateral del envío de petróleo. “Yo tengo conciencia de mi responsabilidad”, explicó.
“Esto significa que las ventas estadounidenses y las licencias para la exportación de artículos y servicios a Venezuela, incluida la transferencia (por otros países), no serán permitidas”, sintetizó el vocero. Su colega Sean McCormack, vocero del Departamento de Estado, defendió la decisión de Washington al afirmar que el gobierno venezolano “se ganó honestamente ese lugar” entre los países que no cooperan en la lucha antiterrorista, y no descartó que su gobierno incluya a Caracas entre los que apoyan el terrorismo en su próxima revisión. Chávez, por su parte, eligió rechazar cualquier especulación sobre una posible represalia con el suministro de crudo. “Si llamo al presidente de Pdvsa (empresa estatal petrolera de Venezuela) y le digo que no envíe petróleo a Estados Unidos, sería una locura”, explicó el mandatario y agregó: “El precio del petróleo pasaría de los cien dólares y a Estados Unidos le empezaría a faltar el combustible seguramente para los hospitales”.
El quiebre en la relación bilateral quedó plasmado en el informe anual sobre el terrorismo de 2005, en el que la Casa Blanca evalúa el rendimiento de cada país en esta área. En ese informe, el Departamento de Estado aseguró: “Venezuela virtualmente cesó su cooperación en la guerra mundial contra el terrorismo”. Semanas antes, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, había calificado a Caracas como “el mayor problema de la región” e instado a los países latinoamericanos a crear “un frente” para frenar el avance bolivariano. Al mismo tiempo, el jefe nacional de Inteligencia, John Negroponte, se encargó de destacar las relaciones militares cada vez “más cercanas” con dos países del “eje del mal”, Irán y Corea del Norte.
En enero pasado, Washington ya había intervenido sin reparos para prohibir la venta a Caracas de armas o material militar desde España y Brasil, ya que en ambos casos se incluía tecnología de origen estadounidense. La Casa Blanca bloqueó los intercambios argumentando que el gobierno de Chávez contribuía “a la inestabilidad regional”, por lo que no debía fortalecerse. Sin embargo, George Bush no pudo impedir la venta de cien mil fusiles rusos de asalto Kalashnikov a Venezuela, que todavía no han sido entregados. Con la decisión de ayer, Washington definitivamente ha empujado a Chávez a los brazos, siempre abiertos, del Kremlin.
A nivel interno, estas medidas restrictivas incentivaron aún más el discurso combativo del gobierno bolivariano, y especialmente el clima de alarma creado por el propio Chávez, basado en la amenaza de una posible invasión de Estados Unidos. Desde Londres, Chávez (ver aparte) advirtió sobre la actitud que demostró ayer Estados Unidos: “Hay que alertar al mundo de la amenaza del imperio. Hoy es Venezuela, mañana puede ser cualquier país”.
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