EL MUNDO › EE.UU. ENFRENTA ACUSACIONES POR MUERTES A CIVILES
No hace mucho, George W. Bush le anunciaba al mundo que la guerra en Irak había sufrido un giro determinante con la formación de un gobierno iraquí de “unidad”, que incluía a los tres grupos étnicos más importantes: chiítas, sunnitas y kurdos. Sin embargo, el escenario político y la seguridad en Irak siguen empantanados. Por un lado, el Parlamento debió aplazar nuevamente la designación de los futuros ministros de Defensa y de Interior, los dos cargos que controlan las fuerzas de seguridad del país. Por otro lado, no sólo la violencia continúa –80 víctimas en las últimas 24 horas– sino que, por primera vez después de Abu Ghraib, Estados Unidos enfrenta serias acusaciones por asesinatos de civiles iraquíes.
El Parlamento iraquí debía reunirse ayer para nombrar a los dos ministros, los únicos cargos vacantes que quedan en el nuevo ejecutivo. Aunque la sesión fue pospuesta indefinidamente, la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, aseguró ante las cámaras de la cadena Fox que se podría llegar “a un acuerdo en los próximos días”. Rice también se refirió a la dura crítica del primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, sobre los “excesos sistemáticos” de las tropas extranjeras. “El sabe la importancia de tener allí fuerzas de la coalición hasta que las suyas sean capaces de llevar a cabo misiones de seguridad y, desde luego, la abrumadora mayoría de las tropas estadounidenses son respetadas por lo que están haciendo,” sostuvo Rice, rechazando los rumores de un quiebre entre la Casa Blanca y el nuevo gobierno iraquí.
El clima de denuncias contra las fuerzas extrajeras, especialmente las estadounidenses, no sólo está afectando las negociaciones entre las facciones del gobierno para consensuar los nombres de las personas que manejarán la seguridad nacional, sino que además reavivó el debate dentro de Estados Unidos sobre la continuidad de sus soldados en Irak. Según la última edición de la revista Time, la presunta masacre de 24 iraquíes, entre ellos niños, en la ciudad de Haditha en noviembre pasado estaría en camino a convertirse, al igual que el escándalo de torturas en la cárcel Abu Ghraib, en uno de los símbolos de la debacle de la guerra.
A partir de que la revista estadounidense expuso el caso en marzo pasado, una controversia estalló sobre la permanencia de las tropas en Irak, la falta de información sobre lo que sucede allí y, especialmente, sobre la capacidad de la Casa Blanca para llevar a juicio a la jerarquía militar. Este último cuestionamiento resaltó que ningún oficial o funcionario importante fue llevado ante la justicia luego de Abu Ghraib, por ahora el mayor escándalo de la guerra. El senador demócrata Jack Reed, en una entrevista con la cadena Fox, destacó que “el verdadero desafío” que se presenta con estas nuevas denuncias es determinar si se trata de responsabilidades individuales de algunos soldados o “si esto se inscribe dentro de un problema sistemático”.
Mientras avanzan las investigaciones en Estados Unidos –que indagarán sobre la masacre en sí, pero también sobre el encubrimiento posterior–, los “errores” de las tropas estadounidenses continúan. Ayer tres civiles iraquíes murieron y otros cuatro resultaron heridos “por error” durante un entrenamiento de tiro de artillería, según admitió el Ejército estadounidense. Desde Washington, muchos legisladores argumentaron que de continuar en Irak, este tipo de “incidentes” no cesarán.
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