Dom 02.07.2006

EL MUNDO

Más que un referéndum, un plebiscito de gobierno

El voto de hoy en Bolivia tiene un significado que va mucho más allá de la cuestión autonomista. El gobierno de Evo Morales quiere apoyo para profundizar su modelo con reformas en educación y fuerzas armadas.

› Por Pablo Stefanoni
Desde La Paz

Hoy en la noche no sólo se conocerá el color político que teñirá a la Asamblea Constituyente y si los bolivianos quieren o no cambiar el régimen unitario por uno autonómico; los resultados electorales serán leídos tanto por el oficialismo como por la oposición como un plebiscito para la breve e hiperactiva gestión del presidente Evo Morales Ayma. Este plebiscito se expresará tanto en el número de asambleístas que conquiste el oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) como en la cantidad de voluntades que logre atraer el Sí y el No a las autonomías departamentales.

En los últimos días, el mandatario boliviano –que participó en actos de campaña en los nueve departamentos (provincias) del país– renovó su campaña por el rechazo a las autonomías “separatistas” y “oligárquicas”. “Quiero decir con mucha sinceridad, yo quería apostar a que gane la autonomía pero después de ver, en estos cinco meses de presidente, cómo manejan los prefectos la autonomía me he quedado decepcionado. Quieren una autonomía para la burguesía, para los ricos y no para los pueblos”, insistió Morales antes de la veda electoral. El movimiento autonomista del oriental departamento de Santa Cruz también reforzó su campaña en favor del voto afirmativo y concentró más 250 mil personas por el Sí. De hecho, la pelea regional parece entusiasmar más a los bolivianos que el debate constitucional y se perfila como una piedra en el camino para el gobierno a partir de mañana.

Desde el oficialismo ya han comenzado a ensayar varios argumentos técnico-jurídicos para desinflar un casi seguro triunfo del Sí en Santa Cruz. “Si para cualquier decisión de la Asamblea Constituyente se exige dos tercios de los votos, no es lógico que con sólo el 50 por ciento más uno se decida la autonomía en el referéndum”, dijo el diputado masista Ignacio Mendoza. “El MAS está comprometido a construir una arquitectura autonómica en Bolivia. Lo que es cierto es que si gana el No a nivel nacional probablemente no prospere el modelo cruceño y se aliente otro tipo de autonomías, como las provinciales o las indígenas”, le dijo a Página/12 el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, quien considera que una mayoría masista en la convención deberá servir para “constitucionalizar” las medidas más importantes del gobierno, como la nacionalización de los hidrocarburos, y avanzar más allá. “La Constituyente deberá convivir con el actual armazón institucional heredado del neoliberalismo, pero dando saltos cualitativos para desmontarlo, por ejemplo en el caso de la reforma de la política de Defensa Nacional –incorporando a las fuerzas armadas al actual proceso de cambio, incluyendo actividades productivas– o en el tema de la descolonización del sistema educativo, por citar sólo dos áreas”, continuó Quintana. De la reelección nadie quiere hablar en el gobierno.

Para los bloques en pugna es una cuestión de vida o muerte: el gobierno lee la realidad como una pelea entre la nación y la antinación, señaló el vicepresidente Alvaro García Linera en varios cierres de campaña, y los movimientos conservadores de Santa Cruz consideran a la autonomía una malla de contención al avance populista –e incluso comunista– en el país. Allí el temor es que, apoyado en Cuba y Venezuela, el gobierno intentaría utilizar la Constituyente para perpetuarse en el poder. “Esperamos el voto mayoritario para avanzar. Hay un doble discurso en el Ejecutivo sobre las autonomías. Evo Morales las apoyaba cuando no estaba en el poder, pero ahora no quiere abandonar el centralismo. El gobierno ha ido cambiando hacia un proyecto autoritario”, declaró el viernes el prefecto cruceño Rubén Costas, en un ambiente crispado.

Junto con la figura presidencial, hoy se plebiscitará un paquete de medidas aplicadas por el gobierno, embarcado en un nacionalismo de corte indígena que en lo político promueve una alianza de clases entre “campesinos, obreros, empresarios nacionales que no vivan del Estado y militares patriotas”, según la descripción de uno de sus ideólogos, y en lo económico un retorno al capitalismo de Estado y a la teoría de la dependencia, todo ello condimentado con una fuerte dosis de multiculturalismo. “Industria o muerte”, gritó con voz ronca García Linera en el cierre de campaña de Cochabamba. “Bolivia debe dejar de ser un país exportador de materias primas, base económica del colonialismo”, afirmó al tiempo que defendía la idea de “padre Estado”.

Sin encuestas, ni gubernamentales ni independientes, los pronósticos electorales sólo se basan en intuiciones. “Estoy convencido de que habrá sorpresas. En el Oriente hay rebeldía frente a la burguesía que impulsa las autonomías”, se entusiasmó Evo Morales, que hoy votará en la localidad cocalera de Villa Tunari, cuna y plaza fuerte del MAS. (Morales se jacta se ser uno de los pocos que anticipó el aplastante triunfo de su partido el 18 de diciembre pasado.) Esa sorpresa se concretaría apelando a la Bolivia del No existente –e invisibilizada– dentro de la geografía del Sí: los sectores campesinos e indígenas que buscan consolidar un anillo “antioligárquico” alrededor de las capitales de los departamentos díscolos. También votarán No los pobladores del Gran Chaco, sede de las principales reservas de gas, que reclaman su propia autonomía de Tarija.

Otra vez se enfrentarán las dos Bolivias, separadas por antagonismos regionales, étnicos y sociales. A partir del 6 de agosto se comenzará a develar si la anhelada Constituyente que sesionará en Sucre será el escenario para resolver pacíficamente estos antagonismos y refundar el país o será el caldo de cultivo de nuevas batallas.

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