EL MUNDO › EL CENTROIZQUIERDISTA LOPEZ OBRADOR MANTIENE UNA LEVE VENTAJA
Por primera vez un candidato progresista es el favorito para la presidencia del país azteca, pero los empresarios prefieren al conservador.
› Por Darío Pignotti
Desde México D.F.
En Tepetitán, interior del estado de Tabasco, sureste mexicano, Andrés Manuel López Obrador es recordado por sus amigos como un niño alegre pero bravo. Algunos lo llamaban “piedra”, por la potencia de sus puños. Este domingo el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), centroizquierda, enfrenta el mayor combate de su intensa vida política, las elecciones presidenciales de México, donde tendrá como principal adversario, según las encuestas, a Felipe Calderón Hinojosa, del Partido Acción Nacional (PAN), conservador y actualmente en el gobierno. La distancia entre López Obrador y Calderón Hinojosa era de sólo dos puntos, 36 a 34 por ciento, hace 9 días cuando se divulgaron las últimas pesquisas autorizadas por ley. Se estima que 4 millones de electores, sobre un padrón 71,9 millones, el segundo de Latinoamérica, no habían decidido su voto a comienzos de esta semana, lo que arroja más incertidumbre al resultado. Quien capture ese segmento, voluble al marketing electoral donde Calderón Hinojosa corre con varios millones de dólares de ventaja, puede alzarse con la victoria.
Son estos los primeros comicios desde la transición democrática, iniciada en 2000 con la victoria del actual presidente Vicente Fox, en que el centroizquierda llega con expectativas ciertas de victoria.
Roberto Madrazo aparece como el tercer contendiente con chances, aunque probablemente menores. Pertenece al Partido Revolucionario Institucional (PRI), centroderecha, que por primera vez en su historia disputa elecciones presidenciales como opositor, luego de haber detentado el poder durante 72 años gracias a lo cual aún gobierna en 17 de los 32 estados de la Federación y preserva la mayor estructura partidaria. Un patrimonio nada despreciable en una cultura electoral que aún no extirpó el clientelismo y en un sistema electoral vulnerable a la manipulación de los caciques locales. A esa práctica tampoco son ajenos ni el PAN ni el PRD.
En mayor o menor grado también la corrupción está arraigada en los tres grandes partidos. Dos escándalos involucrando a funcionarios muy próximos a López Obrador estallaron durante su gobierno del Distrito Federal, 2000-2005, aunque nada fue probado contra el hoy candidato presidencial.
“Estamos con el peje”, se lee en una cartulina de letras chuecas alzada por dos mujeres bajo la lluvia que el miércoles pasado se abatió sobre el Zócalo, plaza central mexicana. Están junto a la recova del Palacio del Gobierno, próximas a una lona de más de 15 metros con el escudo mexicano y la frase “Patria para todos”, durante el acto de cierre de campaña de López Obrador a quien nadie aquí conoce como “piedra”, sino como “peje”, apócope de pejelagarto, un pez característico de Tabasco. La popularidad del tabasqueño entre los chilangos (capitalinos) es avasallante y curiosa: su trayectoria política en la metrópoli tiene poco más de una década.
“López Obrador es un líder de mucho carisma, es una bestia política, un hombre llegado del sur mexicano, tierra caliente. No olvide que en México los huracanes vienen del sur”. Josetxo Zaldúa, editor general del diario La Jornada explica que esa química entre el líder y los sectores populares se troca por fobia en parte de la burguesía capitalina y del norte mexicano. “Ven en él a un naco, un extraño que viene a sentarse a la mesa del poder, Obrador les causa urticaria estomacal”. En una entrevista exclusiva con este diario Zaldúa añade, “López Obrador tiene un proyecto de poder y de nación muy distintos al del PAN y Calderón Hinojosa”.
El editor dice que de haber un triunfo del PRD es dable esperar cambios en lo económico pero no rupturas. El giro más pronunciado, especula, vendría en lo diplomático. “Un gobierno del PRD, y me arriesgo a decir también del PRI, debería reconstruir el nivel de calidez que históricamente existió entre México y América latina.”
Rosa Ontiveros trabaja en la boutique “Pardueles” de Avenida Universidad 3100, Colonia Joco, del Distrito Federal. El hijo de su patrón, Julio Castilla, de “unos 30 años, medio fresa (cheto)” le preguntó: “Rosa, ¿y tú a quién le vas?”. “A Obrador,” respondió la joven, sin más y sabiendo lo que se venía. “Pues fíjate que en la familia empresarial muchos se van a ir del país si gana el ‘peje’ (apodo de Obrador), ya se fueron los de Quaquer State (lubricantes) y dicen que se van a ir los Fernández (Vicente y Alejandro, padre e hijo, dos celebridades de la música ranchera).”
Según contó Ontiveros, el elegante apriete de Raúl Castilla ocurrió el viernes pasado. El apoyo patronal hizo mucho para mejorar la imagen de Calderón Hinojosa: hace 6 meses su intención de voto no llegaba al 20 por ciento. También ayudó al crecimiento de su popularidad la asfixiante campaña televisiva en la que invirtió 57 millones de dólares, contra 27 millones de López Obrador. Calderón Hinojosa es un político experimentado. Pese a sus 44 años, 8 menos que su principal adversario, ya fue ministro de energía y jefe del bloque de diputados oficialista. Y tiene un recorrido más prolijo dentro de las filas del PAN que el de su correligionario, el presidente Vicente Fox, al que nunca terminaron de digerir los líderes de esa agrupación con fuerte raigambre en la cúpula de la Iglesia Católica, cuya influencia entre los electores pobres del interior sigue siendo apreciable.
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