Mientras Corea del Norte advertía que Washington podría provocar una nueva guerra en la península coreana, Japón y EE.UU. ponían en suspenso la resolución hasta el regreso de la misión de Beijing.
Todas las expectativas están puestas en China. Estados Unidos y Japón acordaron ayer suspender sus presiones para aprobar una resolución de condena contra Corea del Norte en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para darle una oportunidad a la misión diplomática china que ya está en Pyongyang. Sin embargo, el portavoz del gobierno nipón, Shinzo Abe, adelantó que están analizando la capacidad del país para poder atacar bases extranjeras de lanzamiento de misiles, en caso de ser agredidos. Mientras las negociaciones continúan, Corea del Norte volvió a acusar a Washington de querer provocar una nueva guerra en la península coreana.
“Mientras el mundo está inquieto, una nueva guerra en la península coreana podría tener consecuencias catastróficas”, advirtió Pyongyang, que recordó los ejercicios militares que realizaron en la región no hace tanto Estados Unidos, junto a otros países. “Es un juego extremadamente provocador y peligroso que tiene como objetivo una segunda Guerra de Corea”, afirmó ayer el diario oficial norcorea-
no Rodong Sinmun en su editorial. Pero Washington decidió evitar este tema e instar, en cambio, a una reanudación de las negociaciones a seis bandas –Estados Unidos, las dos Coreas, China, Rusia y Japón–, que buscan terminar con todos los programas nucleares norcoreanos. Por otra parte, un portavoz del Ministerio de Defensa en Seúl dijo que Corea del Sur aprovechará la nueva ronda de conversaciones de reconciliación, que mantendrá con Pyongyang esta semana, para persuadirlo de que regrese a la mesa de negociaciones.
A pesar de que todas las potencias accedieron a darle una oportunidad a la diplomacia china, las posiciones de cada país sobre la resolución de la ONU no parecen haber cambiado sustancialmente. Estados Unidos, Japón y el Reino Unido siguen sosteniendo una resolución vinculante con sanciones. Por el contrario, China y Rusia se oponen a un documento de estas características y proponen que el Consejo de Seguridad apruebe una declaración presidencial, lo que tendría un peso legal mucho menor. Beijing distribuyó ayer a los quince miembros del Consejo un borrador de esta declaración presidencial, que contiene casi los mismos elementos que el proyecto de resolución presentado por Japón, pero que carece de carácter obligatorio. El embajador de Rusia, Vitaly Churkin, ya comprometió su apoyó a este borrador.
La relativa calma de ayer y la postergación de la votación en el Consejo de Seguridad tuvieron su contraparte en la actitud alarmista que sigue manteniendo Tokio. La sugerencia del portavoz del gobierno, Shinzo Abe, de comenzar a analizar y desarrollar la capacidad para poder contraatacar a un país agresor, mantuvo el clima de tensión, que se había instalado en la región después del lanzamiento de siete misiles norcoreanos la semana pasada. Abe es el favorito a suceder al actual primer ministro, Junichiro Koizumi.
Pero los llamados –desde el gobierno y la oposición nipones– para fortalecer las capacidades defensivas del país chocan contra un importante obstáculo: la Constitución nacional. En la posguerra, Washington obligó al nuevo gobierno japonés a redactar una carta magna pacifista, en la que renunciaran a la guerra. Abe intentó ayer darle una nueva interpretación a esta norma. “Si aceptamos que no existe otra opción para prevenir un ataque, un contraataque a la base de lanzamiento de misiles enemiga estaría dentro del derecho constitucional a la defensa propia”, explicó.
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