La violencia social en San Pablo promovida por el temible líder de la organización mafiosa PCC se coló en la campaña electoral para las elecciones de octubre, aunque los candidatos no quieran.
› Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
La onda expansiva de la guerra urbana que, por segunda vez en 60 días, estremeció a San Pablo, acabó contaminando la campaña electoral. ¿Cuándo será lanzada la próxima ola de atentados sobre San Pablo? Es la pregunta que se formulan, por separado, el gobierno paulista, los estrategas del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su principal rival, el ascendente Geraldo Alckmin, de cara a los comicios de octubre.
Hasta ahora la violencia no hizo mella en las aspiraciones de Alckmin, quien fuera gobernador de ese Estado hasta comienzos de año, cuando renunció para postularse por el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). Pero sólo hasta ahora.
El candidato socialdemócrata, favorecido por una intensa propaganda televisiva, creció en todas las encuestas divulgadas desde comienzos de junio. Su intención de voto, según un sondeo de Vox Populi conocido el viernes, alcanzó el 32 por ciento, ubicándose a sólo 10 puntos de Lula, del Partido de los Trabajadores (PT). Junto al avance del centroderechista Alckmin se observa el de la candidata izquierdista Heloísa Helena, del Partido Socialismo y Democracia (PSOL), que según Vox Populi tiene un 7 por ciento de electores. La senadora Helena fue miembro del PT hasta 2003 y representa al electorado desencantado con el gobierno Lula.
Por lo menos 110 atentados con un saldo provisorio de 12 muertos, entre agentes de seguridad y bandidos, fueron perpetrados por el grupo mafioso PCC entre la noche del martes y las primeras horas del sábado, cuando una bomba casera detonó en una oficina de la empresa provincial de electricidad. Semejante seguidilla de acciones pusieron nuevamente a la defensiva al más importante Estado brasileño. De allí que el presidente-candidato Lula da Silva haya destinado una ayuda de 100 millones de reales para reforzar el presupuesto de seguridad paulista. Lula también planteó el envío de una tropa policial de elite y efectivos del ejército, lo que fue rechazado de plano por el gobernador Claudio Lembo, siguiendo una sugerencia del candidato Alckmin. Sería una humillación para el candidato del PSDB admitir que su provincia debió ser auxiliada por la Unión.
Por diversos motivos nadie cree que esta nueva ofensiva criminal sea la última. El primero es logístico y se sostiene en datos constatables como la eficaz red de comunicaciones clandestinas del PCC contra la que poco han hecho los espías del gobernador Claudio Lembo, que desde el 5 de mayo, cuando la banda realizó su primera ofensiva urbana con un saldo oficial de 134 muertos y cientos de asesinatos aún no esclarecidos, viene repitiendo que está todo bajo control. Lembo, sucesor de Alckmin, tampoco parece ejercer plena autoridad sobre los más de 135 mil efectivos de la policía y el servicio penitenciario, éstos últimos en huelga parcial desde ayer.
Mientras tanto, a pesar de estar aislado en una celda de máxima seguridad del presidio de Presidente Bernardes, a 589 km de la capital, el padrino del PCC, Marcos Willians (con n), alias “Marcola”, controla sus dos ejércitos irregulares, uno dentro de los presidios, el otro diseminado en las favelas de la ciudad de San Pablo y en regiones clave del interior, de donde parten las células para matar o cometer atentados, algunas integradas por adolescentes, otras por ex presidiarios en deuda con el PCC.
Pero conforme la población carcelaria fue creciendo, al punto de haberse duplicado en los últimos años hasta llegar a los actuales 130.000 reclusos, las tácticas mafiosas se fueron refinando. En un comienzo el PCC se limitaba a organizar motines puntuales, luego a dirigir la ocupación simultánea de presidios, como la de 2001, la más grave de la historia brasileña. Ahora el PCC ensaya una táctica de terrorismo urbano limitado, sin atacar a ciudadanos comunes pero sí a blancos civiles como ómnibus, supermercados y bancos. Así fue como comenzó a influir políticamente en un año electoral.
Las declaraciones del senador conservador Jorge Bornhaussen, del Partido del Frente Liberal (PFL), acusando al PT de vínculos con el PCC, son prueba de que el PCC metió la cola en la campaña. Pero más que los dichos de Bornhaussen, conocido por su incontinencia, importan los de José Serra, hombre clave en el PSDB y postulante a la gobernación de San Pablo, que también habló de relaciones peligrosas entre el oficialismo y el virtual partido de Marcola. Lula contraatacó al calificar como “livianas” las expresiones de Serra. Con todo, es un hecho que la inseguridad, plantada en la agenda por el maquiavélico Marcola, seguirá ocupando a los candidatos.
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