La capacidad de Israel para atacar en todos los frentes está fuera de toda duda. En los territorios ocupados palestinos, con la atención centrada en la frontera norte, el ejército golpeó ayer, frente a un enemigo mucho más débil que Hezbolá, con la misma dureza que lleva aplicando desde que el 25 de junio un comando de Hamas capturara a un soldado judío en una base militar. El ejército israelí dijo que 30 tanques y vehículos blindados, apoyados por aviones, ingresaron al campo de refugiados de Mugazi, en el centro de Gaza, poco después de la medianoche, para atacar “infraestructuras terroristas”.

Ocho personas, cinco milicianos islamistas y tres civiles, fallecieron en el campo de refugiados, bajo los misiles de la aviación y el fuego de los tanques, que invadieron de nuevo la franja mediterránea y dispararon contra al menos dos viviendas. Los milicianos palestinos respondieron lanzando algunos cohetes sobre suelo israelí sin causar daños. Las víctimas mortales palestinas rondan las 150 y los heridos –sólo ayer 52 personas ingresaron en los maltrechos hospitales– son más de mil en tres semanas de un asedio que viola flagrantemente la legislación humanitaria internacional.

En la ciudad de Nablus, en Cisjordania, los uniformados israelíes rodearon un cuartel, matando a cinco palestinos, tres de ellos miembros de las Brigadas de Mártires Al Aqsa. Docenas de palestinos, entre ellos muchos policías, se rindieron. Los militares israelíes aseguran que activistas de Al Fatah, el partido del presidente palestino, Mahmud Abbas, se escondían en esa instalación. El cuartel fue destruido por las excavadoras. En las últimas semanas, cientos de palestinos han sido encarcelados, entre ellos casi todos los diputados y ministros de Hamas en Cisjordania.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.