Dom 30.07.2006

EL MUNDO

Brasil sufre las bombas que caen sobre el Líbano

El canciller Amorim condujo la operación de rescate para los brasileños atrapados en la guerra. Se valió del sólido vínculo bilateral con Siria. En las marchas se habla de la Triple Frontera.

› Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

Las consignas propaladas por dos altoparlantes en repudio de la “masacre israelí contra el pueblo libanés” no mudaron la rutina de los cuatro jubilados que, como cada tarde, jugaban damas en la plaza Padre Bento, barrio paulista de Bras. En ese enorme bazar a cielo abierto, no muy distinto al Once porteño, conviven comerciantes y vendedores ambulantes brasileños, libaneses, sirios, chinos y bolivianos.

El sheik Feres Fares, se aparta unos metros del bullicio para explicar a Página/12 por qué las tiendas árabes del Bras colgaron una cinta negra y cerraron sus puertas el viernes a la tarde. “Es en señal de luto por la matanza que sufren nuestros hermanos. Somos una colectividad muy numerosa y pacífica pero queremos hacer ver nuestro descontento. Somos más de 10 millones de libaneses y descendientes en todo Brasil, San Pablo es la ciudad más grande del Líbano. Para Brasil es muy importante lo que ocurre en nuestra tierra.”

En la madrugada de ayer aterrizó en San Pablo un avión de la compañía TAM con 237 pasajeros, lo que llevó a cerca de 1000 el número de refugiados llegados a Brasil. “En estos momentos hay más de 100 mil brasileños viviendo en el Líbano y ya nos han matado a 7 desde el 12 de julio (inicio del conflicto). Si no se para este genocidio más brasileños morirán”, dice Fares.

El sheik agradece la “buena voluntad del gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva para prestar socorro a las víctimas y buscar que Israel los deje salir sin atacarlos”. Ante la gravedad de la situación el ministro de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, llegó hasta la zona del conflicto para acompañar personalmente la repatriación. El canciller permaneció hasta el viernes en Adana, ciudad turca desde cuyo aeropuerto partieron las naves de la fuerza aérea brasileña.

Amorim negoció ante las autoridades de Tel Aviv garantías para los convoyes que partieron desde el valle del Bekaa, oeste libanés, hacia Siria, país que mantiene buena sintonía diplomática con Brasil desde que hace dos años fuera visitado por Lula pese a que, por entonces, ya había sido tipificado como una amenaza para la paz por los Estados Unidos. Antes de llegar a Turquía el canciller brasileño también mantuvo contactos con la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y el secretario general de la ONU, Kofi Annan, para ponerlos al corriente de la suerte de la mayor colectividad latinoamericana en el Líbano.

En Brasilia, voceros del Palacio de Itamaraty reconocieron que puede haber miles de personas que todavía no han podido tomar contacto con la embajada en Beirut por encontrarse en zonas aisladas. De allí que la misión de ayuda brasileña tenga previsto seguir actuando por varias semanas en la región, no sólo para labores de rescate sino también para enviar medicamentos y víveres a quienes decidan permanecer en el Líbano.

Enfundado en una chilaba (camisola hasta los pies) blanca, el sheik Fares insiste en que la prioridad es frenar la escalada de violencia. “Infelizmente lo que ocurre es que todo el mundo está cansado de la guerra. También Israel está cansado de ser atacado por Hamas y por Hezbolá. Pero eso no excusa lo que están haciendo en Líbano, donde no hay una guerra sino un enfrentamiento entre el quinto ejército mundial y una milicia.”

Los viejitos siguen jugando damas, otros a la canasta en las mesas de concreto junto al palco improvisado por los libaneses. Uno de ellos se acerca al reportero para avisarle: “Nosotros somos católicos apostólicos romanos”, y señala una capilla frente a la plaza. Cuando se le pregunta qué opina de la manifestación, responde que no le gustan los actos políticos, “pero como cristianos no queremos la guerra”. Entre los manifestantes reunidos en el barrio Bras, a una cuadra de la Mezquita do Pari, hay mujeres con el velo musulmán y jovencitas de cabello suelto y remeras que junto a la inscripción “Made in Israel” muestran fotos de víctimas civiles. Las reacciones son dispares entre los activistas cuando el tema es Hezbolá. Nadie critica abiertamente a la organización shiíta establecida en el sur del Líbano, pero hay quienes refieren a la inconveniencia de haber “provocado” a Israel con el secuestro de dos de sus soldados. Cuando se pregunta si Hezbolá es una organización terrorista, dado que ataca poblaciones civiles de Israel, todos rechazan la idea.

Hassan Alí, militante de la juventud musulmana, es taxativo. “Será que defender su propia tierra es ser terrorista, será que proteger a su pueblo es ser terrorista. Creo que terrorista es Bush que está financiando a Israel para que mate a nuestros niños.”

Para Hassan Alí por detrás de la “demonización” de Hezbolá está la mano de los Estados Unidos, un país interesado en “militarizar la Triple Frontera” bajo el pretexto de que allí hay un nido de terroristas. La iniciativa, recordó Alí, recobró fuerza días atrás cuando congresistas de los EE.UU. llevaron a Bush la iniciativa de crear una fuerza multinacional bajo la égida de la OEA, según informes publicados en la prensa local.

“El señor Bush quiere una excusa para ocupar militarmente la Triple Frontera, diciendo que hay una base del terrorismo internacional metida entre la población árabe que allá vive”, dijo Alí.

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