Mié 03.07.2002

EL MUNDO  › VIVENDI, SEGUNDO GRUPO DE MEDIOS DEL MUNDO, ANTE SU DESMEMBRAMIENTO

Caída a tierra desde un piso alto

Es el nuevo caso en que una empresa lanzada a las alturas por el boom de los mercados tecnológicos se derrumba en medio de acusaciones de falsa contabilidad e inversiones poco realistas. Golpeó a Wall Street y a las bolsas europeas.

Por David Teather
y Pierre Tran
Desde Nueva York y París
Vivendi Universal, la segunda empresa de medios más grande del mundo, estaba en caos anoche, mientras su glamoroso jefe ejecutivo la dejaba en medio de maniobras políticas y supuestos fraudes financieros. Jean-Marie Messier, que se convirtió en el empresario más prominente en Francia, ofrecerá oficialmente su renuncia hoy después de dos años de marcada controversia. El ejecutivo, famoso personalista, gastó 100.000 millones de euros (91.000 millones de dólares) construyendo un imperio franconorteamericano que incluye el estudio de cine que rodó a la ganadora del Oscar Una mente brillante y la discográfica que apadrina al rapero Eminem. Pero llevó lo que una vez fue una sólida empresa casi a la bancarrota, mientras el valor de sus compras se derrumbaba tras el estallido de la burbuja del mercado tecnológico. El año pasado tuvo pérdidas por casi 14.000 millones de euros (13.800 millones de dólares) y ahora el grupo, que está muy endeudado, puede desmembrarse.
Durante su gestión, Messier también indignó al establishment parisino con su estilo de empresa norteamericana y tuvo choques con el presidente francés, Jacques Chirac, sobre la inmutabilidad de la cultura francesa. Hubo rumores ayer de que funcionarios franceses habían presionado en pos de la renuncia de Messier. El pantano en que se encuentra ahora Vivendi podría ser un revés perjudicial para los proyectos de Francia de acelerar sus planes de privatización. El gobierno teme que Vivendi pueda caer en manos de Estados Unidos y ya consideró renacionalizar la telefónica France Telecom. Con su costumbre de seguir obstinadamente su propia agenda hasta el final, y a pesar de un bloqueo informativo en la empresa, Messier dio una entrevista al diario francés Le Figaro anunciando su partida. “Traté de hacer mucho demasiado rápido”, dijo. La mala onda política con Messier no será aliviada por informes en otro diario francés, Le Monde, que arrastran a Messier al centro de los escándalos financieros que están sacudiendo a Wall Street. Le Monde dijo que Messier había tratado de evitar normas contables para ocultar el nivel de deudas que tenía la empresa. El diario dijo que el intento había sido frustrado por el mercado de valores de París a fines del año pasado, pero que se lo mantuvo en silencio porque los funcionarios temían que causara una caída en los mercados. Una declaración de Vivendi, cuya firma de auditoría es Arthur Andersen, la empresa involucrada en las debacles de Enron y WorldCom, negó firmemente malversasión alguna.
El diario también sacó a la luz un préstamo de Vivendi por 25 millones de euros (24,6 millones de dólares) a Messier para comprar acciones, de lo cual resultaron enormes pérdidas. El ejecutivo en jefe está pidiendo dos años de indemnización, alrededor de 12 millones de euros (11,8 millones de dólares). Las acciones en la empresa, que ya habían caído un 70 por ciento este año, bajaban tan rápidamente ayer que la venta frecuentemente era suspendida. Los inversores, así como los miembros del directorio, parecían haber llegado al límite de su paciencia.
Messier, un hombre de 45 años de aspecto juvenil, se convirtió en una figura habitual en la tapa de revistas como Time y Fortune, mientras construía una empresa para rivalizar con AOL Time Warner y la News Corporation de Rupert Murdoch. Un artículo en la revista Paris-Match lo mostró patinando sobre el hielo en Central Park y viajando por el mundo en su jet.
Su autobiografía fue titulada “J6m.com” por su sobrenombre Jean-Marie Messier, Moi-même maître du monde (Yo mismo, amo del mundo). En el libro vitupera las grandes retribuciones de los ejecutivos despedidos.
Su caída fue dramática. El año pasado le habían otorgado la insignia de los Caballeros de la Legión de Honor, pero su amor por Norteamérica fue demasiado para muchos. Se mudó a un departamento en Park Avenue y se convirtió en director de la bolsa de valores de Nueva York y del Museo Whitney de Arte. Su costumbre de usar barras y estrellas en las solapascausaba estupor en París. Cuando echó a un equipo gerencial de una subsidiaria de Vivendi, Canal Plus, la mayor empresa de televisión paga de Europa, que es también el mayor patrocinador de la industria fílmica francesa, desató la furia entre la elite de simpatías de izquierda. Un comentario espontáneo acerca de que el sistema de proteccionismo que garantiza cuotas para el cine local y la producción televisiva, la “excepción cultural”, estaba muerto provocó la crítica de la prensa francesa. Chirac dijo que Messier había sufrido una “aberración mental”.
Después de los despidos en Canal Plus, el dueño de Vivendi fue ridiculizado en el aire y el personal de la estación de televisión marchó en París junto a estrellas como Juliette Binoche y Catherine Deneuve. Atreverse a desafiar al establishment francés resultó un error peligroso y para entonces también se había hecho de enemigos en el otro lado del
Atlántico. La familia Bronfman, que construyó su fortuna con la empresa canadiense de licores Seagram, adquirió Universal a fines de la década del 90 y se convirtió en el mayor accionista en Vivendi cuando vendieron a la empresa francesa por 30.000 millones de dólares en 2000. Horrorizados por la merma del valor de su 5 por ciento en la empresa, los Bronfman condujeron el motín y pidieron la renuncia de Messier en una fracturada reunión de directores la semana pasada. Al final Messier quedó obligado a irse cuando los directores franceses también se le volvieron en contra.
En su entrevista a Le Figaro, Messier dijo: “Me voy para que Vivendi se quede. Yo construí esta empresa con mi equipo. La amo apasionadamente. Pero existe una verdad innegable: no se puede dirigir una empresa si el directorio está dividido”. Como frase de despedida, les pidió a los que lo reemplazaban que no hundieran el imperio que había construido. “Escucho, veo a los depredadores rondando, los consejeros armando planes de ruptura. Mi mayor esperanza es que el directorio no hunda este logro.”
Esas esperanzas pueden resultar desatendidas. Se dice que el reemplazo de Messier es Jean-René Fourton, el respetado vicepresidente de la empresa farmacéutica Aventis, de que se espera que tenga la libertad para deshacer la empresa. Vivendi está llena de deudas en euros por 19.000 millones y se teme que no tenga suficiente efectivo para hacer los pagos. Dos bancos se han negado a otorgarle más préstamos. Un plan posible sería dividir los intereses franceses y norteamericanos y llevar el experimento de relaciones franco-noteamericanas a su fin. Los magnates de los medios como el zar televisivo Barry Diller, Murdoch y los Bronfman están todos interesados en arrebatar las joyas del entretenimiento de la corona Vivendi. Vodafone podría ser un posible comprador de su empresa de telecomunicaciones.
Messier se une a la creciente lista de empresarios que lograron la fama durante los extraordinarios días del boom del puntocom y que desde entonces han caído a tierra. Su visión era un futurístico imperio de medios que combinara contenidos tales como las películas y la música con los teléfonos celulares, las redes de televisión e internet. Este era el principio del Martini: los clientes podrían ver o escuchar entretenimientos Vivendi en cualquier momento, en cualquier lugar.
Durante el último año se mencionó poco esa estrategia. La idea de que la gente querría ver películas en la pantalla pequeñita de un celular, en particular, fracasó. Vizzavi, el portal de internet que era el adhesivo que mantenía pegadas al resto de las empresas, ha fallado, y hubo un recorte en su número de empleados. Un intento reciente de poner un precio a cada una de las divisiones por un banco de inversión valuó Vizzavi en cero.
De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère

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