EL MUNDO › LOS DOS FRENTES PROMEDIAN MIL MUERTOS POR MES
Irak y el Líbano tienen algo en común: el número similar de víctimas en un mes, tiempo en que comenzó la nueva crisis en Medio Oriente. Un atentado suicida mató a 35 personas ayer en la localidad chiíta de Nayaf, en un día en que la violencia dejó al menos 52 muertos en todo el país. A la morgue de Bagdad llegaron en julio 1050 cadáveres, cifra que representa un recrudecimiento de los asesinatos de carácter religioso en Irak. Un hombre que llevaba un cinturón repleto de explosivos se hizo saltar por los aires a la entrada de un mercado del casco antiguo de Nayaf, a 150 metros del mausoleo del imán Alí y de las oficinas del gran ayatolá Alí Sistani, el más prestigioso de los dignatarios religiosos chiítas en Irak.
El ataque en el mercado, el más grave en el día de ayer, les costó la vida a por lo menos 35 personas y otras 112 resultaron heridas. Inmediatamente después del atentado, las fuerzas de seguridad iraquíes acordonaron la ciudad y cortaron el tráfico automovilístico. Nayaf –que suele ser escenario de atentados sangrientos– alberga el mausoleo del imán Alí, el lugar más sagrado del Islam chiíta. El imán Alí fue el cuarto califa y el primer imán chiíta, además de ser primo y yerno del profeta Mahoma.
Un grupo islamista sunnita poco conocido, los Soldados de los Compañeros del Profeta, se adjudicó el atentado, que aseguró haber cometido en nombre de la defensa de la comunidad sunnita en un comunicado publicado en Internet. Por su parte, un portavoz del Consejo Superior de la Revolución Islámica en Irak (Csrii), uno de los más importantes partidos chiítas dirigido por Abdel Aziz Hakim, se apresuró a condenar el atentado. Saheb al Ameri, portavoz del jefe radical chiíta Moqtada al Sadr, pidió a las autoridades iraquíes que tomen “medidas de seguridad draconianas” y subrayó “la necesidad de reactivar el papel de los comités populares para proteger a los ciudadanos”, en referencia a las milicias existentes en los diferentes barrios de Bagdad.
El atentado de ayer es el último de la actual ola de violencia en Irak por lo que, hace unos días, algunos altos responsables estadounidenses hablaron abiertamente del peligro de una guerra civil. Cinco civiles murieron y otros doce resultaron heridos por un obús disparado ayer por la noche contra un café de Husseiniya, un suburbio al nordeste de Bagdad, mientras que otras seis personas perdieron la vida en un atentado con bomba en un restaurante en el sudoeste de la capital, en el barrio de Saadiya. Por su parte, cerca de Baaba, al norte de Bagdad, dos policías murieron y siete resultaron heridos en un ataque contra su puesto de control.
A mediados de junio, el primer ministro iraquí Nuri al Maliki puso en marcha un plan de seguridad para Bagdad en el que se movilizaron 50 mil miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes y soldados estadounidenses. El fracaso de esta iniciativa motivó el lanzamiento el lunes de una “segunda fase” en la que participarán cinco mil militares estadounidenses más. A todo esto, cinco militares estadounidenses perdieron la vida en las últimas 24 horas.
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