Dom 27.08.2006

EL MUNDO  › SE ENFRIARON LAS RELACIONES

Israel no pacta con Siria

› Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv

El gobierno de Ehud Olmert hizo oír más de una voz respecto de las posibilidades de descongelar las negociaciones con Damasco. Y, cabe destacarlo, no se trata de acordes complementarios, sino contradictorios. El primero en mencionar la necesidad de reanudar el diálogo con Siria, inmediatamente después del establecimiento del cese de fuego en el Líbano, fue Amir Peretz, el ministro de Defensa. Pero tras la ola de críticas que despertó, incluso en su propio partido, se retractó y aclaró que “las condiciones aún no están maduras”. A él le siguió Avi Dichter, ministro de Seguridad Interior y ex titular del Shabak, quien se pronunció a favor de la renuncia israelí al Golán a cambio de una “paz verdadera” con Siria. A diferencia de Peretz, que es el líder del Partido Laborista, Dichter pertenece al núcleo más encumbrado de Kadima, el partido de Olmert. Por eso el premier salió a contradecirlo apenas se enteró de la declaración de su ministro. “Hay quienes dicen –declaró– que hay que abrazar a Bashar Assad. Yo digo claramente: no olvidemos los miles de proyectiles que cayeron aquí en el último mes. Todos pasaron por Damasco.”

Mientras el Hezbolá y el Hamas sigan contando con el apoyo militar y político proveniente de Siria, no hay de qué y con quién hablar. Tal es, pese a algunos voceros disonantes, el discurso oficial israelí. En ese sentido, lo único que ha cambiado luego de la guerra del Líbano es que el principal y casi exclusivo eje programático del partido gobernante, la retirada unilateral y parcial de Cisjordania, también ha sido archivada ante el descontento popular por la conducción y los magros resultados del enfrentamiento militar con el Hezbolá. Con un índice de apoyo inferior al 40 por ciento, Olmert redujo la agenda gubernamental casi exclusivamente a la reconstrucción del norte del país, que soportó los ataques de alrededor de 4000 cohetes durante un mes. Y, qué duda cabe, está abocado a la lucha por la supervivencia política.

En el plano de los hechos, por otra parte, desde la retirada unilateral del Líbano, ocurrida en el 2000, Israel no se ha quedado cruzado de brazos durante los seis años transcurridos ante los ataques perpetrados por el Hezbolá contra efectivos israelíes en la frontera norte. En dos ocasiones, como represalia, la fuerza aérea bombardeó objetivos militares sirios ubicados en territorio libanés. En abril de 2001, en un ataque aéreo a una estación de radar situada en el norte del Líbano, murieron varios soldados sirios. Tres meses después, como respuesta a otra provocación del Hezbolá, la aviación israelí destruyó un blanco similar de Siria en el valle de Bekaa. Si bien Bashar Assad se contuvo ante el primer ataque israelí, luego del segundo advirtió que Israel pagará un alto precio. El cumplimiento de esa amenaza consistió en transformar al Hezbolá en el tercer brazo del ejército sirio, abasteciendo a la milicia chiíta con cohetes de largo alcance de producción propia y proyectiles antitanques de origen ruso.

En la reciente guerra la fuerza aérea israelí logró destruir los proyectiles de largo alcance que Irán le proveyó al Hezbolá, pero tuvo mucho menos éxito con los cohetes sirios. Esas son las armas que causaron los peores daños a los poblados del norte de Israel y a las tropas combatientes en el Líbano, y que –según fuentes militares israelíes– Siria continuó proveyendo a su brazo libanés durante la guerra y sigue haciéndolo tras el inicio del cese de fuego.

Con todo, es de suponer que la conflagración en el Líbano tampoco modificará sustancialmente la tradicional estrategia siria frente aIsrael, consistente en esquivar la guerra convencional directa y presionar a través del apoyo a la “resistencia” que actúa desde el país del norte y, a una escala muy inferior, desde los territorios palestinos. A Bashar Assad le resulta mucho más conveniente valerse del sacrificio de libaneses y palestinos antes que convertir las centrales eléctricas, los puentes y las plantas industriales claves para la economía de su país en blancos de la fuerza aérea israelí.

La preocupación del presidente sirio, en tanto, está orientada a la frágil pero por el momento efectiva independencia que ha cobrado la diplomacia libanesa. La resolución 1701 de la ONU, diseñada por el premier Fouad Siniora, si bien consiguió un acuerdo de cese de fuego de estabilidad incierta entre Israel y el Hezbolá, además les confiere a las fuerzas de Unifil el mandato de patrullar a lo largo de la frontera entre el Líbano y Siria. Y este punto, por cierto, inquieta a Assad, quien ya amenazó con cerrar los pasos fronterizos entre ambos países, una medida que podría afectar considerablemente la exportación de productos libaneses y, por ende, a la economía del país. Si eso ocurriese, el gobierno de Beirut podría evitar el ingreso de cientos de miles de trabajadores sirios a su territorio. Pero es de suponer que Siniora prefiere normalizar las relaciones con Damasco, muy deterioradas desde el asesinato de su antecesor, Rafik Hariri, y la consecuente retirada de las tropas sirias del Líbano.

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