Relegados por los socios mayores del bloque regional, Uruguay y Paraguay hacen públicas sus intenciones de negociar tratados de libre comercio con Washington. Los conflictosambientales y energéticos avivan el debate.
› Por María Laura Carpineta
Después de meses de tímidas insinuaciones, los dos países más chicos –y más desfavorecidos– del Mercosur parecen haberse puesto de acuerdo para poner en jaque al bloque y avanzar por un camino por el que se alejan cada vez más de la región para acercarse a Estados Unidos. Los gobiernos de Paraguay y Uruguay hicieron públicas sus intenciones de comenzar a negociar un TLC con Washington en los últimos días. En Montevideo, el coqueteo del presidente Tabaré Vázquez con los enviados comerciales estadounidenses destapó una puja dentro de la coalición gubernamental, que en su mayoría se niega a adherir a este tipo de acuerdo comercial. En Asunción, el anuncio lo hizo el nuevo ministro de Industria y Comercio, José María Ibáñez, a las pocas horas de asumir. La firma de un TLC con la Casa Blanca será una prioridad, dijo el funcionario. Nicanor Duarte Frutos no lo desdijo.
Analistas y dirigentes políticos paraguayos y uruguayos coinciden en que es irreal y hasta suicida separarse de la región e intentar una estrategia comercial a la chilena, firmando TLC u otros acuerdos bilaterales por todo el globo (ver recuadro). Entonces, cabe preguntarse por qué continúan creciendo las voces a favor de un acercamiento al mercado estadounidense, en detrimento del regional. Las respuestas hasta el momento han sido dos. Para el ex canciller paraguayo, Diógenes Martínez, la percepción de que el país ha sido relegado por los dos socios mayores fomenta el discurso pro-estadounidense. “La idea que está instalada en Paraguay es que el Mercosur no ha tenido una cláusula de solidaridad y que en los contratos de las dos grandes hidroeléctricas –Itaipú y Yacyretá– el país quedó muy desprotegido frente a Brasil y Argentina. Los medios de comunicación explotan estos dos factores y cómo ellos inciden en la terrible situación económica actual”, explicó el ex funcionario colorado a Página/12.
Esta interpretación sirve para explicar lo que sucedió después de la última visita que hizo el presidente argentino Néstor Kirchner a Asunción, en la que se negó a rever las condiciones del contrato de Yacyretá. La deuda que mantiene Paraguay con Buenos Aires y Brasilia por su sociedad en las dos centrales, más de 29 mil millones de dólares, es muy superior a la deuda externa del país, que actualmente ronda los tres mil millones de dólares. Este dato es bien sabido por la sociedad paraguaya, que, con ayuda de los medios de comunicación, lo relacionan a la mala situación económica. Por eso, la negativa de Kirchner provocó una reacción de los medios, que unánimemente utilizaron sus espacios editoriales para denostar al Mercosur. Llamativamente, unas semanas después, el debate sobre un posible acercamiento con Estados Unidos volvió a ganar fuerza.
En Montevideo, esta apatía también se siente. Vázquez fue muy claro cuando dijo que este Mercosur no le servía a Uruguay. Y la oposición lo apoyó. “Este es el peor Mercosur”, sentenció en el Senado hace sólo unos días el líder blanco Jorge Larrañaga. Para el analista uruguayo, Raúl Zibechi, los medios de comunicación también tienen aquí un rol central para difundir este inconformismo. El conflicto con Argentina por las papeleras ha sido el elemento central en su campaña en los últimos meses. “Pero ni el caso de las centrales hidroeléctricas en Paraguay ni el caso de Gualeguaychú en Uruguay son suficientes para explicar los alineamientos políticos actuales”, afirmó Zibechi en diálogo con este diario.
El analista uruguayo, y director de la revista Brecha, propone una mirada diferente. “Las crisis económicas que sacudieron la región desde 1998 hasta 2002 modificaron la estructura económica de toda la región y, en consecuencia, la relación de las fuerzas al interior de cada país”, comienza a explicar Zibechi. Con excepción de Brasil, que mantuvo su producción industrializada, el resto de los miembros del bloque hicieron un viraje hacia los productos primarios y con menos valor agregado. Este giro tuvo dos consecuencias. Por un lado, un bloque económico donde todos los socios ofrecen lo mismo. “Estamos compitiendo con los mismos productos en los mismos mercados del primer mundo. Por eso nos estamos dando de codazos para conseguir esos mercados”, explicó el analista uruguayo. Pero, además, este cambio en la estructura productiva de los países produjo el fortalecimiento de algunos sectores, como los ganaderos y los sojeros. Exactamente, los grupos económicos más interesados en ingresar a los mercados de las naciones desarrolladas. Y también, exactamente los grupos que se vieron más favorecidos, por ejemplo, con los últimos cambios ministeriales en Paraguay. A mitad de agosto, Duarte Frutos reemplazó a cuatro ministros, a dos de ellos porque los grandes ganaderos y empresarios –algunos de ellos de la industria de la soja– pedían un cambio.
Seguramente ninguna de estas dos explicaciones puede dar cuenta por sí misma de los debates que, guste o no a algunos, se instalaron en Montevideo y en Asunción. No obstante, la combinación de estas dos miradas pueden permitir entender mejor cómo y por qué se llegó a que dos presidentes que asumieron el poder levantando la bandera de la integración regional hoy estén proponiendo limitarla, a favor de una alianza comercial con Washington.
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