Jue 07.09.2006

EL MUNDO

Los británicos ya no se preguntan si Blair dimitirá, sino cuándo lo hará

El secretario de Estado y seis diputados asistentes de ministros renunciaron luego de emitir un comunicado conjunto en el que le dijeron al premier laborista que la falta de claridad sobre la fecha en que va a dejar el cargo daña al país.

› Por Marcelo Justo
Desde Londres

Una ola de renuncias dejó a Tony Blair contra las cuerdas. El secretario de Estado y los seis diputados asistentes de ministros son funcionarios de bajo rango, pero el texto de sus dimisiones y la velocidad con que se sucedieron en horas de la mañana de ayer tuvieron el sabor de los complots políticos y las tragedias palaciegas shakespereanas. Hoy ya no se discute si Blair va a renunciar sino cuándo lo va a hacer. Y muchos en su propio partido creen que cuanto antes mejor. En lo posible antes de Navidad. Se espera que hoy Blair haga un anuncio sobre su futuro político.

El secretario de Defensa Tom Watson, considerado hasta hace poco un ultrablairista, señaló en su renuncia que no era “beneficioso para el país y para el partido que el primer ministro continúe en su cargo”. Cuatro de los seis secretarios privados de ministros emitieron un comunicado conjunto para decirle a Blair que la falta de claridad “sobre la fecha en que va a dejar el cargo de primer ministro está dañando al gobierno y al país”. En un día de frenética actividad política, el líder laborista ensayó su defensa habitual a todos los ataques que le han lanzado desde que la aventura en Irak minara gravemente su autoridad política. “Este tipo de acciones ponen en peligro nuestras posibilidades de ser reelectos. Es irresponsable e inmaduro”, dijo.

El primer ministro sigue apostando a que el partido recuerde las tres victorias consecutivas que logró en las urnas desde 1997. Blair consiguió lo que ningún otro laborista en los 100 años de historia partidaria (el laborismo se fundó oficialmente en 1906), pero hoy su credibilidad ha caído en picada y ningún laurel parece en condiciones de salvarlo. Su talón de Aquiles es la política exterior británica y su alineamiento casi incondicional a la agenda de George Bush. Las encuestas sitúan al primer ministro casi 10 puntos detrás de los conservadores, renovados por la elección el año pasado de un nuevo líder juvenil y mediático, David Cameron. Un sondeo publicado ayer por el matutino The Times señala que un 73 por ciento de los votantes cree que la política exterior británica ha aumentado las posibilidades de un atentado terrorista contra el Reino Unido y un 62 por ciento opina que su país debería distanciarse de Estados Unidos, criticar abiertamente a Israel y establecer un claro cronograma de retirada de Irak. En resumen, todo lo contrario a lo que ha hecho Blair. Su reciente oposición a un cese del fuego en Líbano fue para muchos laboristas la gota que rebalsó el vaso.

La especulación sobre la partida de Blair no es nueva. El mismo primer ministro ha dicho que no completará su mandato, que finaliza en 2010, y que tomará los recaudos necesarios para que el traspaso del poder sea “ordenado”. El problema es que los tiempos de Blair parecen diferentes de los de su aparente sucesor, el número dos y coartífice del laborismo, Gordon Brown. Es un secreto a voces que los dos líderes pactaron en 1994 durante una cena en un restaurante italiano en Islington, un barrio de moda en el norte de Londres, que Blair sería el líder de los laboristas porque era el que tenía mejores posibilidades de ganar las elecciones y que Brown sería su natural heredero. El pacto no eliminó las suspicacias y desde entonces los dos han mantenido una relación tirante, disfrazada durante la larga luna de miel de Blair con el electorado, pero que salió a la superficie apenas dejó de ser el gran líder carismático, capaz de apelar más allá de los colores partidarios.

Hoy los blairistas acusan a los brownistas de intentar un golpe palaciego mientras que los segundos sospechan que los seguidores del primer ministro están demorando su partida para impedir que Gordon Brown se convierta en primer ministro.

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