Mar 12.09.2006

EL MUNDO  › A CINCO AÑOS DE LOS PEORES ATENTADOS OCURRIDOS EN ESTADOS UNIDOS

Luces y sombras de un aniversario

Silencio, campanadas, voces: todo se entremezcló en la conmemoración de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Los familiares leyeron los nombres de sus víctimas. Desde esa fecha el gobierno republicano comenzó a aplicar una política de miedo, enmarcada en la “guerra antiterrorista”.

› Por Claudio Iván Remeseira
Desde Nueva York

A las 8.46 de la mañana, hora local, el instante exacto en el que hace cinco años el primer avión se estrelló contra la Torre Norte, una campanada marcó el comienzo de la ceremonia. La reverberación del humilde tañido se fundió con el silencio. Después, por casi cuatro horas, familiares de las 2749 personas muertas en el World Trade Center subirían de a dos al estrado principal para leer los nombres de las víctimas, de a unos veinte nombres por vez. La lectura sería interrumpida por otros tres minutos de silencio: a las 9.03, el momento en que el segundo avión se incrustó en la Torre Sur, y a las 9.59 y 10.29, cuando los gigantes se desplomaron. Esta ceremonia, realizada por tercer año consecutivo, constituye el núcleo de los recordatorios del 11 de septiembre de 2001 en el epicentro de los atentados: el pozo en el que hasta ese día se levantaron las Torres Gemelas.

Acompañando a los familiares estaban el alcalde Michael Bloomberg, los gobernadores de los estados de Nueva York, George Pataki, y de New Jersey, Jon Corzine, los senadores Charles Schumer y Hillary Clinton, y el ex alcalde Rudolph Giuliani, que leyó un poema. Pero a pesar de la presencia de estos políticos locales –el presidente Bush rindió su homenaje el domingo en la Zona Cero y ayer a la mañana visitó un cuartel de bomberos cercano– se trata esencialmente de un rito privado. Es la dolorosa evocación de los seres queridos, compartida del otro lado de la reja que rodea al predio por el público que cada año se acerca respetuosamente al lugar, y con el resto del país, a través de la televisión.

Como en los aniversarios anteriores, un grupo de música de cámara agregó un discreto telón de fondo a la lectura de los nombres; después del último minuto de silencio, Wynton Marsalis tocó un solo de trompeta. Pero lo verdaderamente conmovedor afloraba de los nombres en sí, de la sinfonía de su diversidad. Los muertos del World Trade Center son un espejo de la pluralidad viviente de Nueva York: apellidos y rostros de origen europeo, latinoamericano, asiático, representantes de todo el espectro social, desde ejecutivos de finanzas hasta trabajadores de limpieza, hombres y mujeres de todas las razas y religiones.

Al igual que cinco años atrás, la mañana fue límpida y soleada, una hermosa mañana de fines de verano. Pero el atentado echó una sombra indeleble sobre la ciudad y sus habitantes. Según una encuesta encargada por el diario Newsday y el canal de noticias local NY1, la mayoría de los neoyorquinos espera que antes de 2010 se produzca un nuevo ataque terrorista, y el 56 por ciento cree que en ese caso ellos o sus parientes podrían ser las víctimas, un porcentaje bastante superior al 36 por ciento que teme lo mismo en el total del país. Para reducir el riesgo de un nuevo atentado, el 61 por ciento está dispuesto a renunciar a algunas de sus libertades personales, aunque esto no implica necesariamente aprobar medidas tales como la grabación indiscriminada de llamadas telefónicas por parte del gobierno. Y en cuanto al aumento de controles de seguridad en los aeropuertos para personas cuyo aspecto indique un posible origen del Medio Oriente, la opinión pública se divide en partes iguales: 45 por ciento está a favor y 45 en contra, mientras que el 10 por ciento restante no tiene una opinión definitiva. Estos porcentajes se verifican en todos los segmentos de la población, aunque los afro-americanos son los que más se oponen al incremento del racial profiling (caracterizar a los sospechosos según su raza), y los votantes republicanos los que más lo apoyan.

Paradójicamente, según revela un artículo publicado el domingo pasado por The New York Times, en los últimos dos años se ha producido una llegada record de inmigrantes musulmanes a los Estados Unidos. Gran parte de los nuevos arribos se concentra en Nueva York, en donde la tolerancia a las diferencias –incluyendo los códigos musulmanes de vestimenta más ortodoxos– sigue siendo la norma; éste, sin duda, es el mayor homenaje de los neoyorquinos a las víctimas del 11 de septiembre, el triunfo de la humanidad sobre el miedo.

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