El periodista de Watergate, que había elogiado sus dotes de mando en libros anteriores, ahora dice que está perdido.
› Por Yolanda Monge *
Desde Washington
La próxima semana sale a la venta el tercer libro del periodista Bob Woodward, de The Washington Post, sobre la administración de George W. Bush. En Negación de la realidad, Woodward –uno de los dos reporteros que reveló el escándalo Watergate, que llevó a la renuncia del presidente Richard Nixon en 1974– pinta un retrato de una Casa Blanca fracturada y dividida sobre la guerra de Irak. Woodward asegura en su libro que Bush ignoró una llamada de atención en septiembre de 2003 por parte de un alto cargo en la que informaba de la necesidad de enviar más tropas a Irak para poder sofocar la insurgencia.
Lejos de la concordia, entre los altos cargos del gobierno de Estados Unidos reinaba un desencuentro total sobre Irak: enfados de unos con otros, llamadas no devueltas de Donald Rumsfeld a Condoleezza Rice y un total estado de negación de la realidad, sentimiento que da título al libro en inglés: State of Denial. “No quiero a nadie dentro del gabinete que me hable de insurgencia. No creo que hayamos llegado a ese punto”, cita Woodward a Bush. Esta aseveración la realizó el presidente a la altura de noviembre de 2003, cuando la guerra en Irak ya se les escapaba de las manos a los militares estadounidenses.
Woodward ha escrito el libro basándose en entrevistas con el equipo de Seguridad Nacional de Bush y otras figuras de relevancia dentro del estamento militar, diplomático y del espionaje en Irak. Algunos de los entrevistados, como Rumsfeld, son citados por su nombre. A lo largo de sus 537 páginas, se describe una profunda brecha entre Colin Powell, el primer secretario de Estado de Bush y Rumsfeld. Cuando Powell fue relevado de su cargo tras las elecciones de 2004, el ya ex jefe de la diplomacia dijo a Andrew Card, entonces jefe de Gabinete de la Casa Blanca: “Si yo me voy, Don debería irse”, en referencia a Donald Rumsfeld.
Card intentó en dos ocasiones convencer a Bush para que destituyera de su puesto a Rumsfeld, según informó ayer la página web del Washington Post, que ha comenzado a colocar en la red extractos del libro de Woodward. El diario The New York Times afirma haberse hecho con un ejemplar del libro antes de su salida a la venta y ha arruinado la exclusiva a The Washington Post.
Nadie queda a salvo en el libro. Rumsfeld es descripto como alguien poco interesado en toda la parafernalia que implicaba la planificación de la guerra y la posguerra y tremendamente hostil hacia Rice, hasta el punto de que Bush tuvo que pedirle que por favor le devolviera las llamadas. El vicepresidente Cheney es retratado como un hombre tan determinado en probar la existencia de las armas de destrucción masiva utilizadas como excusa para invadir el país bajo el régimen de Saddam Hussein que llamó un día de madrugada al jefe de los inspectores, David Kay, para facilitarle coordenadas de satélite de los lugares de los escondites. Todas las búsquedas fueron infructuosas.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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