Dom 08.10.2006

EL MUNDO  › POR PRIMERA VEZ, LOS CANDIDATOS SE ENFRENTAN HOY EN UN DEBATE

Mano a mano entre Lula y Alckmin

La campaña rumbo al ballottage del 29 de octubre por la presidencia de Brasil ingresará hoy en un nuevo terreno cuando el presidente y el candidato socialdemócrata se enfrenten en un debate televisado. Las encuestas favorecen a Lula, que quiere discutir programas.

› Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

Arranca el combate de fondo. Para el gran público brasileño, que acompaña la política por televisión, esta noche se inicia la campaña presidencial rumbo al ballottage del 29 octubre. Será cuando los candidatos Luiz Inácio Lula da Silva y Geraldo Alckmin se midan en un ring virtual montado por la TV Bandeirantes, que ha promovido el evento al uso de los grandes duelos pugilísticos. A pesar de los fuegos de artificio, el choque Lula-Alckmin pondrá en pauta asuntos de interés nacional, escamoteados en la primera parte de la campaña como la privatización de Petrobras y el Banco do Brasil.

A la izquierda del anuncio publicitario aparece el aspirante a retener el título, es decir la reelección, Lula da Silva de 60 años, algo excedido de peso, a pesar de que desde hace meses esquiva el whisky y los hidratos de carbono. A la derecha se ve al challenger, Alckmin, 7 años menor que el mandatario y con la cintura de un atleta. “Mañana comienza la segunda vuelta”, dijo el cartel este sábado con parte de razón, porque en la semana transcurrida desde los comicios abundaron los acuerdos palaciegos, sin mucha visibilidad, en la que los dos presidenciables buscaron apoyos regionales para encarar esta fase. Sin embargo, Alckmin no quiso explayarse en lo que sus allegados admiten como un traspié: las encuestas conocidas el viernes, que lo muestran 8 puntos atrás de Lula, 54 por ciento contra 46 por ciento de intenciones de votos válidos, con sólo 4 puntos de indecisos.

En la primera vuelta Lula rehuyó los debates, donde debía enfrentar a tres opositores, el último organizado por la TV Globo, 72 horas antes de las elecciones. Esa deserción seguramente le restó votos. En esta segunda rueda, cuando sólo se medirá con Alckmin, prometió no faltar a ningún convite. La pesquisa de la consultora Datafolha demostraría la inexperiencia de Alckmin, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, en combates políticos de fondo, en los que Lula es un veterano. Ostenta un record: una victoria en 2002 contra José Serra, y tres derrotas, dos ante Fernando Henrique Cardoso y la restante a manos de Fernando Collor de Mello. El domingo pasado el candidato socialdemócrata había logrado un triunfo moral al abortar la reelección de su adversario, pero lo dilapidó dos días después, cuando convidó a su coalición al caudillo de Río de Janeiro, Anthony Garotinho.

Jefe de una familia política salpicada por escándalos, Garotinho pudo haberle costado a Alckmin el aura de político inmaculado en su cruzada contra los incontables casos de corrupción que involucraron al gobierno y al Partido de los Trabajadores, que desde el viernes tiene nuevo presidente, Marco Aurelio García. Designado como sucesor de Ricardo Berzoini, también involucrado en irregularidades, García es el cuarto presidente en poco más de un año, el peor en la historia de un partido que por milagro aún no se fracturó.

Lula ayer prefirió recluirse parte del día preservándose para esta noche cuando, según avisó, no le dará respiro a Alckmin. Atrás quedó la pose de paz y amor recomendada por sus marketineros. Si el primer turno fue una comedia de denuncias que evitaron temas duros, ahora el libreto parece haber cambiado, ganando voltaje político, estrategia impulsada por el oficialismo.

El viernes por la noche, durante un mitin en la nordestina Bahía, Lula afirmó que “si no nos ponemos en guardia ellos van a querer privatizar Petrobras, el Banco do Brasil y la Caja Económica (banco de fomento público)”. Es cierto que subidos a un palco los candidatos se dejan llevar por la emoción, pero eso no alcanza para explicar este giro de la campaña. El PT busca llevar el debate a un terreno relativamente demarcado por los ejes izquierda y derecha, confiados que de ese modo Alckmin quedará entre las cuerdas.

Vale la pena mirar ese dato más allá del marketing. Es evidente que hay un cierto consenso en la opinión pública brasileña a favor de preservar en manos del Estado las grandes empresas que aún no fueron privatizadas. Un giro copernicano del clima de opinión que en 1994 llevó a la presidencia de Fernando Henrique Cardoso, quien privatizó un patrimonio estimado en 85 mil millones de dólares. Por algo Alckmin evita mostrarse junto a Cardoso y acaba de afirmar que es más de izquierda que Lula.

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