Ni seguridad ni paz. Lejos de los discursos optimistas que se escuchan en la Casa Blanca, la situación en Irak parece estar cada vez menos en las manos de las fuerzas estadounidenses e iraquíes. Soldados de los dos ejércitos se enfrentaron ayer con un grupo de la milicia chiíta Ejército de Mahdi, aliada del jefe Moqtada al Sadr, en la ciudad de Diwaniya, en el sur del país. El saldo fueron 30 combatientes chiítas caídos y un toque de queda que todavía duraba anoche.

En el resto del país, los muertos ascendieron a siete iraquíes. Además, las autoridades de Bagdad siguen encontrando decenas de cuerpos ejecutados. Ayer fueron 35 personas, todos con un tiro en la cabeza y con señales de haber sido torturados. La violencia también está golpeando con fuerza a las filas estadounidenses. El sábado dos militares murieron y el viernes otros tres. La semana pasada fueron 23. En total, ya son 2737 los soldados estadounidenses fallecidos. Lo que realmente le preocupa a Washington es la velocidad con que aumentan estos números. En el mes de septiembre, 776 soldados estadounidenses fueron heridos en atentados y ataques. Esta cifra es la más alta de los últimos dos años.