Anna Politkovskaya, asesinada a quemarropa el sábado pasado, reclamaba abiertamente el desplazamiento del presidente ruso, Vladimir Putin. También pedía la remoción del premier checheno, a quien acusaba de secuestrar, torturar y asesinar a civiles.
› Por Andrew Osborne *
Una de los más duras críticas del presidente Vladimir Putin no escribirá más artículos punzantes sobre el hombre a quien se refería como “un producto de los más tenebrosos servicios de inteligencia del país”. Y no expondrá más los escalofriantes abusos a los derechos humanos cometidos en Chechenia, abusos que ella sostenía que era cometidos por el problemático liderazgo instalado en el Kremlin. Anna Politkovskaya, de 48 años, madre de dos hijos, fue asesinada el sábado en el ascensor de su casa, el día del 54º cumpleaños de Putin. El presidente ruso rompió su silencio ayer y prometió realizar “todo tipo de esfuerzos” en la investigación del homicidio de la periodista, en tanto el ex mandatario de ese país, Mijail Gorbachov, lo calificó como “verdadero asesinato político”.
El fiscal general de Rusia, Yuri Chaika, dijo que se estaba haciendo cargo personalmente de la investigación del asesinato, un procedimiento reservado para los crímenes más grandes del país, y la policía se incautó del disco duro de la computadora y de todos los apuntes que le pertenecían. La policía ha tratado de recomponer los últimos minutos de la vida de Politkovskaya para obtener pistas que puedan ayudar a localizar a los asesinos de la periodista. Las cámaras de vigilancia de un supermercado ubicado en la calle de Frúnzenskaya grabaron la imagen del supuesto asesino que después filmarían también las cámaras puestas a la entrada del edificio de la calle de Lesnáya, donde vivía la periodista.
La mujer llegó a su casa, ubicada en el número 8/12 de la calle de Lesnáya, el sábado a las cuatro y cinco de la tarde. Dejó el Lada color plateado a pocos metros de la entrada del edificio, tomó dos paquetes que había puesto en el asiento delantero y subió a su departamento. Dejó los comestibles en la cocina y bajó a buscar los paquetes con verduras y productos de limpieza y de higiene personal que dejó en el asiento trasero del coche. Pero ni siquiera logró salir del ascensor. El asesino la esperaba en la planta baja y le disparó tres tiros a quemarropa. Su muerte fue prácticamente instantánea: las dos primeras balas le dieron en el pecho, en el corazón, y la tercera en el hombro. El asesino hizo un cuarto disparo: directamente a la cabeza de la periodista ya sin vida. Es la marca de un profesional: dispara lo que llaman un tiro de control para asegurarse de que efectivamente ha matado a la persona que le han encargado.
La relación de Politkovskaya con el gobierno nunca fue fácil ya que abiertamente pedía que Putin fuera reemplazado y le rogaba que removiera a Ramzan Kadyrov, el primer ministro checheno, apoyado por Moscú, a quien acusaba de secuestrar, torturar y asesinar a civiles. Kadyrov siempre negó las acusaciones sosteniendo que su ejército privado, el llamado Kadyrovtsky, estaba poniendo a la azotada república otra vez de pie usando métodos legales y tratando de dar caza a las huidizas fuerzas responsables de las constantes desapariciones. Pero para Politkovskaya, la región y su complejo torbellino de violencia fue una vocación y ella había cumplido su deber, el exponer las injusticias oficiales. De no haberla matado, un artículo firmado por ella habría aparecido en la Novaya Gazeta ayer detallando las acusaciones de secuestros y torturas contra el régimen de Kadyrov.
En la última entrevista que dio, en Radio Libertad dos días antes de su muerte, pidió que se juzgara al hombre fuerte de Chechenia por sus crímenes y dijo que estaba dispuesta a aparecer como testigo en su juicio. Declaró tener evidencia fotográfica y documentos de un caso específico en el que Kadyrov era cómplice del secuestro y tortura de dos personas. Sus editores dieron el osado paso de nombrar públicamente a Kadyrov como el principal sospechoso en su sitio web y dijeron que habían decidido conducir su propia investigación sobre el asesinato. “Hoy no sabemos quién la mató ni para qué. Solo podemos adelantar dos hipótesis principales –-escribieron–: o bien fue la venganza de Kadyrov (ella escribía y hablaba muchos de sus actividades), o fue hecho por aquellos que quieren que la sospecha recaiga en el primer ministro checheno que acaba de pasar el umbral de los 30 años y por lo tanto es elegible para la tarea de presidente de Chechenia”. Kadyrov, un “héroe de Rusia” y el hombre impuesto en Chechenia por el Kremlin, dijo que estaba impactado y que le pedía al pueblo que no sacara conclusiones antes de que se completara una investigación total. “No se puede especular y discutir a nivel de rumores y chismes”, dijo. Llamó al asesinato un golpe contra la libertad de expresión. “Los artículos de Politkovskaya no eran siempre objetivos –dijo– pero era su opinión”. El periódico liberal para el que Politkovskaya trabajada, Novaya Gazeta, anunció que estaba ofreciendo una recompensa de 25 milones de rublos (casi un millón de dólares) a cualquiera que ayude a apresar a sus asesinos.
Es el asesinato de más alto perfil de un periodista desde que el editor de Forbes Rusia, nacido en Estados Unidos, Paul Klebnikov, fue asesinado a tiros en Moscú en 2004. Ese asesinato, como el de casi todos los periodistas asesinados desde 2000, cuando Putin asumió el poder, permanece sin resolver.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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