Mié 10.07.2002

EL MUNDO  › ESTALLO LA CRISIS POLITICA EN EL GOBIERNO PERUANO

Gobernar cuesta un Perú

El canciller García Sayán renunció, mientras el presidente Toledo negocia la entrada de los hombres de Alan García en el gobierno. El telón de fondo es la crisis por las privatizaciones.

No ha pasado un año de su presidencia y el peruano Alejandro Toledo, aquel héroe de la resistencia contra el régimen de Alberto Fujimori, se está desintegrando en una crisis económica, social y política que lo obliga a recomponer su poder apelando a otro que hace un año y medio estaba políticamente muerto: el ex presidente Alan García. Ayer, todo el gabinete de Toledo presentó su renuncia ante la decisión del presidente de iniciar negociaciones con el APRA de Alan García para que se incorpore al gobierno. El vicepresidente, Raúl Diez Canseco, intentó disimular la crisis diciendo que es normal que los ministros pongan sus cargos a disposición cuando se acerca el Día de la Independencia (28 de julio). Pero una de las estrellas del gobierno, el canciller Diego García Sayán, dejó su renuncia “indeclinable” en el despacho del presidente. Esta crisis viene a la zaga de conflictos sociales en el sur del país que terminaron con la dimisión del ministro del Interior, Fernando Rospigliosi.
García Sayán, de 51 años, era una de las figuras más respetadas del gabinete variopinto de Toledo. Siendo un defensor de los derechos humanos, García Sayán comenzó siendo vocero de Toledo en los tiempos finales de Fujimori y luego pasó a ser ministro de Justicia durante los ocho meses del gobierno interino del ex presidente Valentín Paniagua, para asumir hace casi un año como canciller. En junio del 2001 fue elegido miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos, e integró el grupo de trabajo sobre desapariciones forzadas de la ONU. Según algunos analistas y medios peruanos, la decisión de García Sayán obedece a la reunión que el lunes a la noche mantuvo Toledo con Alan García. Según el diario El Comercio, allí “se habría tratado la búsqueda de opciones consensuadas sobre el gabinete”. Aparentemente, García le habría dicho a Toledo que pusiera al embajador de Perú en Estados Unidos, y ex canciller de su presidencia (1985-1990), Allan Wagner, como nuevo canciller. Con una salida elegante, García Sayán declaró ayer que “este es un momento importante para la recomposición del gobierno y en este momento yo no quisiera contribuir bajo ninguna circunstancia a crear dificultades”.
Los movimientos actuales en el gobierno de Toledo son la consecuencia de una crisis que, como en buena parte de América Latina, está en el medio de la relación con el FMI y la adhesión de la región a los principios del Consenso de Washington. Más concretamente, en Perú el tema son las privatizaciones. Toledo asumió prometiendo que no habría más privatizaciones, pero en los puestos clave de su gabinete colocó a los que exactamente querían privatizar y hacer un culto de la disciplina fiscal: Roberto Dañino como primer ministro, y Pedro Pablo Kuczynski como ministro de Economía. El mes pasado, el gobierno lanzó la licitación de dos empresas eléctricas del sur del país y las protestas terminaron en estado de sitio, militares en las calles y dos muertos. Toledo debió dar marcha atrás con las privatizaciones en la región y Dañino le presentó inmediatamente la renuncia, pero el presidente se la rechazó. El diario Correo ha dicho que la decisión de Toledo de mantener a Dañino también figura como uno de los temas del enfrentamiento con García Sayán.
Ahora, las negociaciones con el APRA de Alan García y el resto de la oposición están tropezando con la misma piedra. Algunos miembros de la oposición han dicho que no aceptarán entrar en este gobierno mientras Kuczynski continúe como ministro de Economía. Lo que no está claro es hasta dónde llegará la colaboración de Alan García en la actual recomposición del gabinete, teniendo en cuenta que está lejos de ser un niño mimado de Washington y difícilmente esté en sus cálculos ofrecerle, a cambio de nada, un salvavidas de legitimación a un gobierno que la está perdiendo a raudales: sólo dos de cada diez peruanos aprueba la gestión de Alejandro Toledo.

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