Norcorea está gobernada por Kim Jong Il, pero nadie en el interior de una villa rural habla de él. Los habitantes evocan a su padre, Kim Il Sung, lo llaman “el Gran Líder”. Crónica desde el misterioso país.
› Por Ramiro Trost *
Desde Geumgangsan
La carretera que nos lleva desde la frontera intercoreana rumbo al Norte está en óptimas condiciones. El grupo surcoreano Hyundai Asan, que opera un complejo turístico en la costa sudeste de Corea del Norte, es el que construye las rutas y mueve económicamente la zona. Los otros caminos son viejos y muchos de ellos arruinados por las últimas inundaciones de agosto. Nuestro autobús no transita por las calles de tierra que surcan las aldeas en esta región agrícola.
Las casas son bajas y precarias, agrupadas de a quince o veinte. Todas tienen un pequeño patio, donde la ropa se lava a mano y de las ventanas cuelgan caquis secándose al sol. Cuesta ligar la imagen de una apacible villa rural del interior norcoreano con los multitudinarios desfiles militares, la exhibición de misiles y los magnánimos edificios de Pyongyang. No hemos visto ni un solo coche civil. La carencia de combustible hace que el transporte se convierta en un lujo. Aquí la gente carga bultos en las bicicletas o camina kilómetros y kilómetros por estrechos senderos, de pueblo en pueblo. Así lo hace diariamente el guía que nos acompañó en uno de los trayectos. Ahn Kum Myeong tiene 25 años y recorre cada día, por la mañana y por la noche, un trayecto que nos llevó a nosotros 30 minutos en micro. El es uno de los pocos que puede hablarnos. Maneja un correcto inglés y se presenta a Página/12 como guía y “protector del medio ambiente”. Ahn detalla hechos heroicos de Kim Il Sung, al que siempre se refiere como “Gran Líder”, y nos explica frases en coreano talladas en las rocas de unas montañas. Todas las consignas, nos dice, recuerdan “las conquistas del padre fundador ante el invasor japonés y luego ante los imperialistas estadounidenses”.
Para sorpresa nuestra, este joven vio algunos partidos del último Mundial de Fútbol Alemania 2006, que llegaron a Norcorea cedidos por el Sur. La televisión norcoreana transmite unas pocas horas al atardecer, con dibujos animados, noticieros y programas que realzan la labor del gobierno. Nuestro asombro fue mayor cuando Ahn nos dijo de su predilección por la Selección Argentina y por Maradona. No hay caso: el Diez pudo superar hasta la más férrea censura de Corea del Norte a toda influencia exterior.
Nunca en las palabras de nuestro “acompañante” apareció el nombre de Kim Jong Il, hijo de Kim Il Sung y actual presidente del Comité Nacional de Defensa de Corea del Norte, organismo que rige al país. Esa sensación de ausencia del poder central, o por lo menos de la figura del actual líder, se corrobora en los retratos que aparecen en los frentes de estaciones de trenes, edificios públicos o sedes del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte. En todos está la cara de Kim Il Sung, fundador de Norcorea y fallecido en 1994.
Pasamos por el edificio de una escuela, que es una casa chata y larga con las paredes oscuras y con varias tejas menos en el techo. En el fondo corretea un grupo de niños descalzos y con cortes de cabello que parecen haber sido hechos en serie. Otro control militar en la carretera. No nos detienen, sólo nos observan. Son cuatro soldados que por su aspecto delgado parecen tener 16 años. Luego, más campo y un anciano que lucha con un buey y su arado. La agricultura aquí no sabe de máquinas y tractores. El cultivo norcoreano ha sido afectado en los últimos años por sequías, falta de insumos y también inundaciones, que han impedido satisfacer la demanda interna.
Según el Programa Mundial de Alimentación de la ONU, la producción agrícola ha crecido un 4 por ciento, pero es insuficiente para alimentar a una población de 22,5 millones. Corea del Sur ha sido el principal proveedor de asistencia en este rubro hasta el lanzamiento de los misiles en el mes de julio, momento desde el cual el Ministerio de Reunificación del Sur suspendió el envío de 100 mil toneladas de fertilizantes y de 500 mil toneladas de arroz para Corea del Norte.
Pese a los controles y las restricciones, es posible ver la situación de pobreza general. Sólo la oculta la oscuridad de la noche, ya que no hay electricidad ni siquiera en las garitas de guardia, donde los soldados se ponen firmes cuando ven acercarse las luces delanteras de nuestro autobús. De acuerdo con la División de Estadística del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas, la expectativa de vida de un norcoreano llega a 60 años para los hombres y a 66 para las mujeres, mientras en los surcoreanos es de 73 y 80 años, respectivamente. Los últimos registros que datan del 2004 ubican el ingreso anual per cápita de un norcoreano en 612 dólares, mientras el de los surcoreanos supera los 15 mil. En la práctica, es imposible tener acceso real a valores de salarios, sistema de racionamiento o precios. Los extranjeros pagamos todo en dólares.
Es difícil en una mera visita a Corea del Norte descifrar la mentalidad de una población que se muestra esquiva y ha permanecido aislada del mundo exterior por más de 50 años. Aquí todo el mundo se vigila y uno se siente constantemente observado. ¿Qué sostiene el culto a Kim Il Sung y el acatamiento a las órdenes del gobierno? ¿Religión, lavado de cabeza o heroica lucha por la soberanía y contra el bloqueo? Es imposible sacar conclusiones tajantes. En la búsqueda por descifrar el misterio, quedan más conjeturas que certezas.
* Segunda nota de la serie.
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