EL MUNDO › TRAS LA VICTORIA DE LA OPOSICION, EL PRESIDENTE INVOCO AL BIPARTIDISMO
El mensaje de paz a la oposición puede durar poco. El oficialismo hará lo imposible hasta enero, cuando asuma el próximo Congreso de mayoría demócrata, para mantener el puesto del embajador John Bolton ante la ONU y lograr la aprobación del nominado Robert Gates para Defensa.
› Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Las promesas de cooperación y las invocaciones al bipartidismo llenan el aire. La dura realidad, sin embargo, es que los choques serán frecuentes e inevitables entre el presidente Bush y el entrante Congreso demócrata durante los próximos dos años –un período que estará dominado por la competencia del 2008 por la Casa Blanca–. En la Oficina Oval ayer, Bush estableció una paz temporaria con los nuevos jefes de la Cámara de Representantes, durante un almuerzo con Nancy Pelosi, que será la primera mujer presidenta de la Cámara en la historia de Estados Unidos, y Steny Hoyer, el segundo de los demócratas en la Cámara que probablemente se convierta en líder de la mayoría.
Mientras el presidente hablaba con los periodistas sobre una “muy amigable y constructiva conversación”, una radiante Pelosi –cuyos epítetos más suaves sobre Bush últimamente han incluido “incompetente” e “ignorante”– describió las conversaciones como “muy productivas”. Cuando un reportero le preguntó si “se podría llevar bien con este tipo”, ella contestó: “Por cierto”. Luego puso el acento en que será presidenta no sólo de los demócratas sino de toda la Cámara, en la que su partido tendrá una mayoría de 29 bancas.
Una primera prueba será lo que Pelosi ha llamado un “Programa de 100 horas”, estableciendo los objetivos inmediatos de su partido cuando tome el comando de la Cámara por primera vez desde 1994. Incluye el primer aumento del salario mínimo en nueve años a por lo menos 7 dólares la hora, de los 5,15 actuales, y pasa a ajustar las reglas éticas para los legisladores. Luego, las disputas surgen sobre temas que van desde la expansión de la investigación en células madres –que Bush vetó anteriormente este año– hasta el futuro de algunos de los recortes impositivos del presidente. Los demócratas han prometido rescindir los recortes que benefician a los muy ricos, pero esto será ferozmente resistido en la Casa Blanca.
Un Senado gobernado por los demócratas será igualmente problemático. Los nombrados por Bush en puestos claves en el gobierno y en el Tribunal Federal seguramente tendrán audiencias de confirmación mucho más duras. De ocurrir una vacante en la Corte Suprema, por ejemplo, el presidente tendría que nombrar a un jurista moderado en lugar del conservador que él preferiría. Por este motivo, la administración está haciendo los dos nombramientos más importantes del momento para el Congreso derrotado controlado por los republicanos que gobernará durante los dos meses que quedan hasta que el 110º Congreso comience a trabajar en enero.
Robert Gates, elegido para suceder a Donald Rumsfeld en el Pentágono, está listo para una rápida confirmación, aunque sólo sea por el deseo, compartido por muchos republicanos, de librarse del impopular Rumsfeld tan pronto como sea posible. Las audiencias de Gates fueron establecidas tentativamente ayer para la primera semana de diciembre. El destino de John Bolton, el embajador de Estados Unidos a las Naciones Unidas, cuyo nombramiento está en vigencia sólo hasta el fin del actual Congreso, es menos seguro. En una puja por adelantarse al Comité de Relaciones Exteriores del Senado, controlado por los demócratas, que seguramente rechazaría a Bolton, la Casa Blanca volvió a someter su nominación al actual panel conducido por los republicanos.
Pero todo depende de si Lincoln Chafee, un miembro del comité republicano que reaciamente apoyó al franco Bolton en el pasado pero perdió su batalla por la reelección el martes, continúa apoyándolo. Si no, el embajador está condenado. Pero aun si Bolton es confirmado, es improbable que algún sentimiento de calidez sobreviva entre el Ejecutivo y el Legislativo a las feroces audiencias de investigación, prometidas por los demócratas. Estas investigaciones van de temas como el manejo del huracán Katrina, la conducta de la guerra y la concesión de los contratos para la reconstrucción de Irak.
Si la experiencia de la mayoría republicana de 1994 sirve de guía, el peligro para los demócratas está en excederse. El Congreso conducido por Newt Gingrich, percibiendo que Bill Clinton estaba mortalmente herido por esa derrota, acosó al presidente en el affaire Whitewater y brevemente paralizó al gobierno en una batalla sobre los gastos. El público estuvo del lado de Clinton y fue reelecto en 1996 por un amplio margen. Consciente de ese peligro, Pelosi dejó en claro que cualquier intento de acusar legalmente a Bush sobre Irak, sería una “pérdida de tiempo”. En realidad hay áreas más prometedoras para acciones conjuntas, especialmente educación e inmigración.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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