EL MUNDO › OPINION
› Por Emilio García Méndez*
No hace falta ser muy lúcido para comprender que la abrumadora victoria demócrata en las recientes elecciones legislativas americanas terminó por relegar al más profundo de los olvidos el “chiste” de campaña por el cual compañeros de partido y adversarios conminaron al senador John Kerry a una disculpa tan formal cuanto pública. Una disculpa debido al hecho de que él supuestamente había ofendido a las familias de los soldados y a los propios soldados estacionados en Irak.
Curioso país aquél, paraíso de la corrección política, donde un miembro prominente de la clase dirigente se ve obligado a disculparse por proferir una verdad como un templo. Debemos a Sigmund Freud en su texto sobre el chiste y su relación con el inconsciente, escrito en el contexto de sus estudios sobre la psicopatología de la vida cotidiana, la posibilidad de afirmar que, si bien toda verdad no implica necesariamente un chiste, todo chiste encierra en sí la aparición de una verdad que hasta ese momento se presentaba oculta. Palabras más, palabras menos, el senador afirmó, durante un encuentro de campaña con estudiantes universitarios, que era mejor estudiar duro que quedar atascado en Irak. Un eufemismo este último para nombrar a la muerte, que no ha dejado de crecer entre las tropas norteamericanas y que resultó un motivo decisivo para el desastre electoral al que Bush condujo –eso sí, con mano firme– al Partido Republicano. Por otra parte, y aunque poco o nada se diga de esto que ya parece formar parte del paisaje, lejos muy lejos están los soldados muertos en Irak (más de cien sólo en el último mes), de representar al conjunto de la pirámide social estadounidense.
En febrero del 2005, invitado por una universidad americana del Mid-West, tuve un encuentro con estudiantes secundarios de origen hispano. El imponente edificio de otros tiempos, ubicado en el corazón de un centro urbano hoy degradado, se parecía mucho más a un reformatorio clásico que a una institución educativa. Nerviosos guardias de seguridad, que recorrían pasillos y escaleras con un celo digno de mejor causa y detectores de metales, completaban una escenografía en que algunas de cuyas implicaciones hubiera sido fácil de adivinar, si las mismas no hubieran sido groseramente evidentes. Es decir: si buena parte de las paredes de la escuela no hubieran estado tapizadas de anuncios (en español) de la oficina de reclutamiento del cuerpo de marines.
En este contexto, si la disculpa posterior por un “chiste” en su sentido más exquisitamente freudiano, hace parte del credo de la corrección política, tal vez valga la pena sugerirle a Kerry alguno de contenido un poco más picante. Total, si es para disculparse, que lo sea por un motivo, al mismo tiempo más fundado y divertido.
¿Sabe usted, senador, por qué en Estados Unidos nunca hubo un golpe militar? ¿No lo sabe? Porque es el único país del mundo que no tiene embajador americano.
* Diputado por el ARI.
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