El candidato republicano del último estado en disputa reconoció ayer su derrota. Así quedó confirmado que los demócratas controlarán las dos Cámaras del Congreso.
El Senado se sumó ayer a las victorias demócratas. Confirmado el triunfo en el último estado en disputa, Virginia, la oposición se aseguró de forma definitiva el control de la Cámara alta, la última gran incógnita de las elecciones legislativas del martes pasado. Se temía que el candidato republicano y actual senador por ese estado, George Allen, retrasara el anuncio pidiendo un recuento de los votos, lo que tardaría al menos dos semanas más. El líder demócrata en el Senado, Harry Reid, fue el primero en celebrar la noticia. “Es la hora del cambio”, adelantó el próximo presidente de la Cámara alta.
Con el triunfo del candidato demócrata Jim Webb, los demócratas alcanzaron las 49 bancas en el Senado y, con los dos independientes que prometieron apoyarlos, se aseguraron el control de la cámara. Los republicanos quedaron cerca con 49 senadores. El resultado fue mucho más reñido que en la Cámara de Representantes, en donde la oposición se impuso con un poco más de facilidad, la misma noche de las elecciones. Ayer todos los ojos estaban puestos en Virginia y, especialmente, en Allen. Por la tarde, el republicano citó a toda la prensa para anunciar que no recusaría el resultado, que le daba menos de un por ciento de ventaja a su rival demócrata. Junto a su esposa y al actual senador republicano del mismo estado, John Warner, afirmó que no quería acentuar la división y el rencor con un recuento que podría extenderse hasta Navidad. Según los medios estadounidenses, con esto Allen no sólo perdió un lugar en el Senado, sino también en las próximas primarias presidenciales.
El miércoles a la noche se habían comenzado a escuchar las primeras voces que le daban la victoria al demócrata. Algunos medios y el Partido Demócrata aseguraban que la ventaja, aunque pequeña, era irreversible. Sin embargo, poco importaban esas declaraciones. Lo que necesitaban era que Allen aceptara públicamente su derrota. En la mañana de ayer, el entorno del senador y candidato republicano comenzó a dar las primeras señales de que la pugna por la banca de Virginia terminaría pronto. Según el portal del diario The Washington Post, uno de los principales asesores de Allen le habría aconsejado no pedir un recuento de los votos, ya que los números no cambiarían.
Luego del discurso de Allen, el primer demócrata que celebró fue el líder en el Senado. “Este país ha hablado de manera alta y clara”, aseguró Reid, que ya comenzó a planear cuáles serán las prioridades de la Cámara. “Trabajaremos en favor de metas como la reforma de la salud, la independencia energética y la educación”, explicó. El nuevo líder de la mayoría en el Senado se caracterizó por mantener relaciones distantes con el presidente George Bush, al que llegó a calificar en distintas ocasiones como mentiroso y perdedor. Además, fue uno de los principales opositores a los intentos del gobierno de sumar poder en nombre de la “guerra contra el terrorismo.”
El miércoles por la noche, cuando ya se vislumbraba el triunfo de Webb, Reid habló por teléfono con Bush. “El estaba de buen humor, me dijo que deseaba trabajar con nosotros. Yo le respondí: ‘Señor presidente, eso es lo que decía hace dos años y no hemos llegado a nada, verdaderamente. Yo espero que usted piense realmente lo que dice, yo me alegro’”, le contó a la cadena CNN.
Webb también salió a festejar. En un mitin con cientos de seguidores anunció formalmente su victoria. El hombre que les dio el golpe final a los republicanos en la Cámara alta no es el típico dirigente demócrata. Hijo de militar, ex combatiente de Vietnam, secretario de la Marina durante la presidencia de Ronald Reagan y ex republicano, Webb obtuvo su primer cargo electoral explotando su imagen de ex soldado. Durante su campaña, usó las botas de combate de su hijo, que sirve actualmente con los marines en Irak y, de vez en cuando, se trasladaba y visitaba barrios en un jeep militar. A pesar de coincidir con sus correligionarios en el análisis de la situación en Irak, Webb no está de acuerdo en otros temas que serán centrales en los próximos años. El futuro senador, por ejemplo, apoya la construcción del muro migratorio en la frontera con México.
Virginia no sólo fue el estado en donde se terminó de jugar el control del Senado, sino que además fue el símbolo de la importancia que tuvo la guerra en Irak en estas elecciones legislativas. Ayer, algunos republicanos amargados se animan a especular en Washington que si Bush hubiera anunciado la salida del secretario de Defensa Donald Rumsfeld una semana antes, podrían haber conservado el Senado. En ningún otro estado como en Virginia el eje de la campaña estuvo tan centrado en la guerra. Quizá por eso se seguían lamentando en la capital.
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