Mar 14.11.2006

EL MUNDO  › ESTADOS UNIDOS NO VA A NEGOCIAR CON TEHERAN SI NO ABANDONA SU PLAN NUCLEAR

Bush y Olmert buscan aislar a Irán

Mientras el anfitrión Bush prefería hablar más de Irán que de Irak, golpeado por las pasadas legislativas, su aliado israelí subrayaba el “completo entendimiento” de ambos sobre la “amenaza” nuclear de ese país. Israel llegó a insinuar la posibilidad de usar la opción militar.

› Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv

El presidente norteamericano, George W. Bush, negó que vaya a negociar directamente con Irán y llamó a imponerle el aislamiento internacional hasta que este país “renuncie a sus aspiraciones nucleares”. El anuncio se produjo al final de la reunión que Bush mantuvo con el premier israelí, Ehud Olmert, en el marco de la gira de este último por los Estados Unidos. En su anterior visita, el pasado mes de mayo, Olmert le había presentado a Bush su programa de retirada parcial de Cisjordania, con el que ganó las últimas elecciones. Ahora, una vez descartado ese plan de su agenda gubernamental, el dirigente israelí dialogó con su anfitrión sobre el armamentismo nuclear de Irán, el cese de fuego en el Líbano tras la última guerra y la situación de la Autoridad Palestina. Su viaje estuvo precedido por una serie de declaraciones centradas en la “amenaza iraní” y las formas mediante las cuales Israel se enfrentaría a ella, incluida la opción militar.

Israel dejó atrás la estrategia de bajo perfil de adoptar la vía diplomática para frenar, a través de la ONU, el desarrollo nuclear de Irán. El viraje hacia una línea más frontal se produjo días antes del viaje de Olmert a los Estados Unidos, cuando el premier israelí dijo que Irán debía temer que le ocurriese algo que no quería que sucediera. Esa postura se endureció el pasado fin de semana, esta vez en boca del viceministro de Defensa, Ephraim Sneh, quien declaró al diario Jerusalem Post que “Israel no descarta una acción militar contra Irán”. En vísperas de su partida a Washington, Olmert le dio un nuevo retoque a la retórica persuasiva. “Es absolutamente insoportable para Israel aceptar la amenaza de Irán con arsenal nuclear. Yo prefiero no hablar de las opciones, pero Israel tiene muchas opciones”, les dijo a los periodistas de Newsweek y de The Washington Post. A ello se la suma la reciente declaración de Tzipi Libni, la canciller israelí, que aseguró que “culminó la era de la ambigüedad y la indiferencia por parte de la comunidad internacional ante el armamentismo nuclear iraní”.

Nunca antes, en tan poco tiempo, tantos encumbrados representantes del gobierno israelí le habían dedicado semejante arsenal discursivo al tema. Ephraim Sneh, cuyas declaraciones provocaron la protesta de Teherán ante el Consejo de Seguridad de la ONU, sostuvo que las sanciones no influirán sobre el gobierno de Mahmoud Ahmadinejad, por lo que Israel debe prepararse para frenar “a cualquier precio” la aspiración iraní a armarse con tecnología nuclear. El viceministro de Defensa y dirigente laborista agregó: “Yo no estoy llamando a que Israel dé un golpe militar preventivo contra Irán. Esa es la última salida, aunque a veces es la única”. Y sentenció que el presidente iraní “puede matar al sueño sionista sin apretar el botón”, dado que la sola posesión de armamento nuclear provocaría una ola de emigración de judíos desde Israel al exterior.

El recurso a asociaciones que cuentan con una clara connotación traumática en el imaginario histórico de los israelíes tampoco faltó en las afirmaciones del premier Olmert, quien comparó a Ahmadinejad con Adolf Hitler. “Es capaz (refiriéndose al presidente iraní) de perpetrar crímenes contra la humanidad y hay que frenarlo”, afirmó. El premier israelí dijo que su país y EE.UU. tienen “un completo entendimiento de objetivos sobre Irán”. Bush añadió que “un buen lugar por donde comenzar es trabajar juntos para aislar a Teherán”. Olmert fue más lejos. Preguntado sobre si su país considera un ataque preventivo contra las instalaciones nucleares iraníes, dijo: “Espero no tener que llegar a ese punto”.

Si bien la necesidad de actuar férreamente contra el armamentismo iraní es compartida, en principio, por la administración norteamericana, resulta muy poco probable que, tras la derrota del Partido Republicano en las elecciones legislativas y la atención puesta en una posible retirada de Irak, sea incluida en la nueva agenda del presidente George W. Bush. Difícilmente, por lo tanto, las insinuadas amenazas del gobierno israelí contra Irán surtan algún efecto esperado en Washington. Tal vez sus destinatarios más propensos a adoptarlas como un urgente llamamiento a la acción sean los líderes de las federaciones que componen la comunidad judía de los Estados Unidos, con quienes Olmert tiene programado encontrarse hoy. Bush, en cambio, prefiere abocarse a resucitar el canal diplomático israelí-palestino mediante medidas que sean bien vistas por los Estados europeos, los países árabes prooccidentales y el nuevo Congreso demócrata. Hacia esa dirección apuntan los interminables esfuerzos por formar un nuevo gobierno palestino, que provoque el levantamiento del embargo económico y diplomático que varios países le impusieron al gobierno encabezado por Hamas.

De lograrse el acuerdo entre las dos fuerzas políticas más importantes de la escena palestina, Al Fatah y Hamas, no producirá el efecto esperado de un poder compartido hasta que no se pacte el intercambio de prisioneros palestinos detenidos por Israel (incluidos los ministros y parlamentarios de Hamas) por la liberación de Gilad Shalit, el soldado israelí secuestrado en el límite sur entre Israel y la Franja de Gaza, en el pasado mes de junio. De la disposición israelí a liberar a los palestinos “secuestrados” (como se los define en la prensa de Cisjordania y Gaza) también depende, por ende, la creación de un gobierno alternativo al que lidera Hamas, la condición que exigen tanto Israel como los demás países que lo decretaron, para levantar el embargo y reanudar el proceso de la negociación diplomática. El boicot a la Autoridad Palestina ya fue anulado por la Liga Arabe, cuyos miembros respondieron así al veto que impusieron los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU a la propuesta de condenar a Israel por los ataques de artillería contra la localidad de Beit Hanun (en el norte de la Franja de Gaza) la semana pasada, que provocaron la muerte de diecinueve civiles palestinos que dormían en sus casas.

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