EL MUNDO › CHAVEZ LE PONE LIMITES A LA APERTURA POLITICA EN VENEZUELA
En sus primeras declaraciones después de ser reelecto, el presidente venezolano se mostró conciliador con la oposición, pero también reafirmó que buscará otra reforma constitucional para asegurarse su reelección indefinida. Rosales no fijó posición al respecto.
› Por Lucía Alvarez y Diego González
Desde Caracas
El curso del actual proceso político venezolano, sin duda, dependía de los resultados de las elecciones presidenciales. Consolidada la oposición como parte activa en el juego democrático, dos eran los panoramas que se abrían. Un primer escenario en el que, por la tensión de institucionalizar un proceso revolucionario, la figura opositora terminara por convertirse en un freno para lo que Hugo Chávez sostenía como su principal propuesta de campaña: la profundización de la revolución bolivariana. La segunda era que desde Miraflores se ignorara este cambio en el marco político y se mantuviera “el fin del Chávez conciliador”, adoptado tras el historial golpista y anticonstitucional de sus opositores. Los datos del último boletín del Consejo Nacional Electoral, que dan un triunfo abrumador del ala oficialista en todos los estados, incluido el de Zulia, donde Manuel Rosales es gobernador, con un 62,89 por ciento de los votos frente al 37,18 del dirigente opositor, dieron paso a una nueva circunstancia.
En la conferencia de prensa de ayer, donde se delinearon las perspectivas de la nueva fase del gobierno bolivariano, Chávez dejó en claro la resolución de esta disyuntiva: “Vamos a construir abierta y limpiamente la Venezuela nueva”. Pero aclaró: “de la vía al socialismo nadie me sacará. Eso no lo voy a discutir”.
“A la oposición hay que darle tiempo, ojalá que no muy largo, para que se asiente. Allí hay muchas diferencias, sabemos que no hay un liderazgo definido, sabemos que allí hay un sismo interno”, continuó firme. Con esto se refería a los sectores que el mismo Rosales denunció estaban presionándolo el 3 de diciembre para que irresponsablemente llamara a la gente a las calles. Son aquellos que no están convencidos de la opción participativa porque ello implica reconocer al chavismo como un fenómeno social hegemónico.
Un representante de este grupo es Henry Ramos Allup, secretario general del histórico partido Acción Democrática. En el rol de vocero del Frente Patriótico –prácticamente único conglomerado político defensor de la línea abstencionista– declaró que los resultados de la elección son la consecuencia del obcecado empeño de la actual dirigencia por acudir a unas elecciones en las cuales no estaban dadas las condiciones. Sin embargo, esta es la tendencia menor dentro de la oposición.
Como demuestran las recientes declaraciones de los principales referentes de ese espacio, la figura del diálogo cobra cada vez más fuerza. “La manera como se fortalece el trabajo que hacemos todos y cada uno de los venezolanos es mediante una visión de unidad”, aclaraba el presidente de la patronal Fedecámeras, José Luis Betancourt: “Aspiro a que podamos reestablecer en Venezuela la vida política civilizada en que el gobierno y la oposición conviven y discuten”, señalaba Teodoro Petkoff, estratega del frente Unidad Nacional. A eso se le sumaron las palabras conciliadoras de José Vicente Carrasqueño, director nacional de campaña de Manuel Rosales, Alejandro Uzcátegui, presidente de Empresarios por Venezuela (Empreven) y Pedro Castro, dirigente sindical la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV).
Desde el ala oficialista también se escucharon intenciones pacificadoras. Un ejemplo es la insistencia de Chávez en Cristo Rey y el socialismo como humanismo cristiano durante su discurso en el balcón del pueblo luego de que el CNE anunciara su triunfo. Otro ejemplo es la propuesta de crear una nuevo programa llamado Misión Jesús “que escuche a la oposición para unir a los venezolanos”, según explicó Ismael García, presidente del partido de gobierno Podemos.
Aun así, Chávez aseguró que hay puntos en los que no se va a negociar. Uno de ellos es el llamado a la Asamblea Nacional, que gracias al triunfo del bloque abstencionista en el 2005 hoy está bajo el control absoluto del chavismo. “Los errores en política se pagan como en el béisbol, el que no hace le hacen”, aclaró.
La incógnita que se abre es si en el marco del socialismo ya pautado por Chávez va a haber espacio real para una oposición que hasta ayer acusaba al gobierno de castrocomunismo.
Este socialismo, “internacionalista, de desarrollo productivo, el verdadero camino hacia una democracia”, según palabras del presidente, tiene en su agenda próxima la Asamblea Constituyente que refundará al país y una serie de reformas en las áreas económicas, políticas, sociales y educativas que seguirán la línea de lo que él llamó su exitoso gobierno. “No habrá cambios drásticos. La continuación será con ajustes y profundizaciones”, expuso.
Chávez les apunta a dos objetivos básicos con la nueva reforma constitucional: su reelección indefinida y la denominación de Venezuela como República Socialista Bolivariana.
Manuel Rosales, desde una rueda de prensa que realizó justo después de que el presidente reelecto hablara, dijo que antes que nada creará una comisión para estudiar la propuesta.
Lo cierto es que con todo esto se abre una nueva etapa en Venezuela, caracterizada por dos ejes que parecían contrapuestos: la radicalización del proyecto bolivariano y la inclusión, todavía sin características definidas, de una parte de la sociedad venezolana alejada hasta ahora del proceso.
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