EL MUNDO › EVO RECIBIRA A LOS PRESIDENTES DE LA REGION EN COCHABAMBA
Cochabamba es un oasis en medio del caos que reina en Santa Cruz, La Paz y el resto del país, donde oficialismo y oposición pulsean por medio de piquetes, huelgas de hambre y fuerzas de choque para decidir quién impone su voluntad en la Asamblea Constituyente.
› Por Pablo Ortiz
Desde Cochabamba
Bolivia espera la Cumbre Sudamericana con el hilo de su paz social cada vez más tenso. Mientras más de 600 personas en huelga de hambre y amenazas de enfrentamiento en Santa Cruz de la Sierra, Tarija, La Paz y Beni, los ajetreos y la prisa por adornar la ciudad de Cochabamba para recibir a los líderes del subcontinente mañana parecen un oasis. La Asamblea Constituyente, pensada como el último escenario para evitar que el país caiga en un enfrentamiento fratricida, ha llegado a un punto muerto y el cálculo de la mayoría absoluta o los dos tercios amenazan con devolver al país a la misma situación que en junio de 2005, cuando la salida del gobierno de Carlos Mesa evitó un conflicto armado.
Y es que el hilo está tan tirante que hasta la clase media ha tomado partido. Típicamente apática y destinada a llenar el espacio de los indecisos en las encuestas de intención de voto, ahora apoyan a la oposición, marchan y ayuna exigiendo los dos tercios como sistema de voto de la Constituyente. Por todo el país se multiplican las protestas de mestizos, armados de pañuelos blancos y velas en señal de paz. El martes estrenaron icono. El escritor Juan Claudio Lechín, finalista del premio Rómulo Gallegos con su novela La gula del picaflor, se olvidó de la gula y se dedicó al ayuno voluntario, con tal éxito que se le unió el principal representante de los empresarios de Santa Cruz y un general retirado. Pero no fue su pluma lo que le dio el éxito, sino su apellido. Entre 1952 y 1985, que Juan Lechín se ponga en huelga significaba que el gobierno tenía los días contados. El padre de Juan Claudio es el máximo icono del sindicalismo boliviano. Desde una habitación de la Iglesia San Francisco, el epicentro de todas las protestas indígenas bolivianas, Lechín reclamaba al gobierno que “nacionalice sus estrategias políticas (por Venezuela)” y que “escriba una Constitución para todos respetando los dos tercios”. Bastó que la ministra de Gobierno ordenara a la policía replegarse y no brindar seguridad a los huelguistas para que un grupo abriera la puerta de la iglesia a dinamitazos. Ahora, Lechín ya no es sólo un personaje cultural, sino un potable personaje político.
Desde Santa Cruz, con el prefecto autonomista Rubén Costas a la cabeza, se amenaza con convertir la plaza principal en un enorme colchón de huelguistas de hambre justo el día en el que Evo Morales inaugure la Cumbre. Desde La Paz, Evo les grita antipatriotas, pero parecen no escucharlo. Sólo oyen lo que se dice en Sucre, la sede de la asamblea, donde el partido de Morales asegura que “no retrocederá un milímetro” y que mantendrá a la mayoría absoluta como la principal forma de toma de decisiones de la asamblea.
“Estamos sobre el filo de la navaja –dice el asambleísta y politólogo Jorge Lazarte– y estamos en el umbral de una crisis jamás vista en la historia de Bolivia. Ahora no sólo está en juego la paz social, sino la unidad territorial de Bolivia.”
Las frases apocalípticas parecían haber quedado atrás en la nueva Bolivia de Evo, que incluso atrajo turismo político como la Cuba de los ’70. Ahora tiene a cuatro de los nueve gobernadores en ayuno voluntario y la amenaza de todo el oriente, la zona más rica del país, de llamar a cabildos para decidir si quieren seguir siendo parte de Bolivia o no.
Aunque parezca increíble, ya hay gente analizando esta última posibilidad. Rubén Darío Cuellar, jefe de la oposición en la asamblea, asegura que desde la guerra de los Balcanes el mundo se dio cuenta de que un referéndum es suficiente para que una región se separe de un país, aunque remata su frase asegurando que los cruceños se sienten muy bolivianos. Como abriendo el paraguas, el presidente cívico de Santa Cruz, Germán Antelo, aclara que el movimiento oriental es autonomista y que los separatistas fueron derrotados de forma tan rotunda en la última elección que no les alcanzó para mantener la sigla en la Corte Electoral.
Desde el resto de Sudamérica los presidentes observan lo que sucede en el país y llaman por teléfono al ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, que trata de explicarles que su seguridad está garantizada, que más de 3000 efectivos armarán cuatro anillos a su alrededor, que Cochabamba es un oasis y que los conflictos más serios se focalizan en Santa Cruz de la Sierra.
Pese a sus esfuerzos, ya avisaron que no vienen a la Cumbre los presidentes de México y Panamá, Felipe Calderón y Martín Torrijos. Hasta el momento, Quintana dice que los otros once están confirmados y niega las versiones que dicen que Néstor Kirchner y el peruano Alan García ya se habrían bajado. Sin embargo, hasta él admite que hoy será una jornada clave.
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