Vie 15.12.2006

EL MUNDO  › UN ESPIA RUSO DESAPARECIO EN FRANCIA TRAS ALERTAR A LITVINENKO QUE PODIA MORIR

Llegó a París el rastro del polonio 210

Autoridades sanitarias anunciaron que le están realizando exámenes médicos a 25 franceses que pararon en el Hotel Millennium, donde fue envenenado el espía Litvinenko. Otro espía ruso desapareció en Francia después de pasarle una lista al contacto italiano de Litvinenko.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

Las autoridades sanitarias británicas entregaron ayer a Francia una lista de 25 ciudadanos franceses que el pasado 1° de noviembre residieron en el Hotel Millennium de Londres, donde fueron halladas huellas de polonio 210, el isótopo altamente radiactivo con el que fue asesinado el ex agente del KGB Alexander Litvinenko. Y como en las megas realidades llenas de sobresaltos los ingredientes se combinan al infinito, otro personaje con residencia en Francia salió a escena. Se trata de Evgueni Limarev, un ciudadano ruso residente en los Alpes franceses, consultor en cuestiones políticas y de seguridad que dice estar bajo amenaza de muerte. Una historia como la del envenenamiento en Londres de Litvinenko es uno de esos monumentos narrativos que contienen todos los ingredientes y cuya intriga recorre hoteles, hospitales, restaurantes, aviones y varias capitales europeas, entre ellas la misma Londres, Moscú, Roma y, desde ayer, París. Osvaldo Soriano se hubiese pasado la mano por la cabeza en signo de resignación mientras escuchaba a Graham Greene decirle: “Osvaldo, la realidad ha escrito un bestseller que no se nos ocurrió”.

Limarev es una de las piezas clave de este enredo. Este ciudadano ruso de 41 años, oriundo de la cuna de los servicios secretos de Rusia, es lo que se conoce como el contacto ruso del universitario italiano Mario Scaramella, consejero de la comisión formada por el Parlamento italiano encargada de investigar las actividades de los servicios secretos soviéticos en Italia. Todo huele aquí a herencia de la Guerra Fría, porque la comisión es también conocida como “Comisión Mitrokhine”. Vassili Mitrokhine es un antiguo archivista del KBG que, mediante una serie de notas enviadas en los años ’90 a los servicios secretos británicos, denunció las exploraciones italianas de los espías soviéticos. Lo concreto reside en que Evgueni Limarev le entregó a Scaramella la lista con los posibles objetivos que los rusos querían eliminar. Esa lista fue revelada al espía ruso Alexander Litvinenko el mismo día en que éste sintió los primeros síntomas del polonio 210. El encuentro entre Alexander Litvinenko y Mario Scaramella tuvo lugar en un restaurante japonés de Londres el 1° de noviembre pasado, es decir, 20 días antes de que Litvinenko sucumbiera bajo los efectos del veneno. Después de haber sido identificado como el individuo que entregó el memorando a Scaramella, Evgueni Limarev empezó a temer por su vida. El ex agente secreto tiene una biografía intrincada y aparece conectado de manera frontal con esta historia confidencial. Era él quien, a cambio de dinero, suministraba informaciones al italiano Scaramella. Hoy, Limarev asegura que el universitario italiano lo traicionó: “Mario Scaramella me entregó porque temía por su vida y su reputación. Pero yo soy apenas un intermediario. Mis contactos y fuentes localizadas en Rusia están horrorizadas y en peligro”. La lista es el lazo que une a muertos y sobrevivientes, tanto más cuanto que ese memorando resumía las intenciones de algunos círculos del FSB –ex KGB– que consistían en eliminar al oligarca Boris Berezovski y su red, de la cual Alexander Litvinenko formaba parte. Lo cierto es que las informaciones que Limarev transmitió a Mario Scaramella designaban como autores intelectuales de los asesinatos programados a veteranos del KGB integrantes de un misterioso grupúsculo, Dignidad y Honor, y a su presidente, Valentin Velitchko. Evgueni Limarev, alias Kholokov, es una personalidad controvertida, entre realidad, ficción y manipulación. Se lo dice cercano al oligarca ruso Boris Berezovski, refugiado en Londres y enemigo mortal del presidente ruso Vladimir Putin. De él se dice que está acusado de estafa en Rusia y que por ello se refugió en Francia. Experto en seguridad nuclear, a finales de los años ’80 Limarev fue profesor en uno de esos establecimientos secretos de Rusia donde se capacita a la elite de espías que se mueven en el extranjero. Luego trabajó en el negocio del azúcar y, en 1999, aparece en Ginebra con el puesto de secretario general por el desarrollo sostenible de Europa (ODDE).

Evgueni Limarev se ha esfumado. Antes de desaparecer advirtió: “Nada me protege de los ataques y del peligro. Yo soy la tercera persona mencionada en esta lista. Alexander Litvinenko murió, Mario Scaramella también puede morir. Yo puedo ser el siguiente”.

Con todo, las pistas convergen hacia una fecha y un lugar: 1° de noviembre, Hotel Millennium. Por allí pasaron los 25 franceses con los que la Autoridad de la Seguridad Nuclear francesa (ASN) debe entrar en contacto para verificar si los ciudadanos no están potencialmente envenenados con polonio 210. Los turistas tendrán que pasar exámenes médicos en el Instituto de Radio Protección y Seguridad Nuclear (IRSN). El caso Litvinenko se ha convertido en un asunto europeo de alto riesgo, no sólo para los agentes y espías implicados en la historia, sino también para los ciudadanos europeos que estuvieron en el Hotel Millennium y los que volaron en los aviones donde se encontraron huellas de polonio 210. Los investigadores británicos encontraron huellas de radiactividad en tres aviones de la compañía British Airways que transportaron 33.000 personas en el curso de los 221 vuelos realizados a través de toda Europa. Los alemanes también establecieron una conexión con el crimen gracias a las trazas de polonio 210 identificadas en los lugares por los que pasó Dimitri Kotvune, uno de los dos rusos del FSB con quien Litvinenko se encontró en el hotel de la capital británica. La semana pasada, Alexander Litvinenko fue inhumado en el mismo cementerio de Londres donde está enterrado Karl Marx.

Cuando le preguntaron a uno de los más grandes autores de novelas de espionaje, Frederick Forsyth, autor de El Chacal, qué pensaba de esta historia, el autor respondió: “Creo que mi editor me hubiese dicho que abandonara la historia y que me consagrara a algo más verosímil. Creo que me habría dicho que había ido más allá de los límites y que lo mejor es que me fuera a descansar algún tiempo”.

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