EL MUNDO › EL GENERAL HARGREAVES HABIA ELOGIADO LA DICTADURA CHILENA EN UNA ENTREVISTA
Un día después de la baja del ex capitán Augusto Pinochet Molina, alias Pinochetito, por hacer declaraciones políticas, fue el turno del poderoso comandante de la guarnición militar de Santiago, quien había declarado que Pinochet fue el salvador de Chile y que sigue “compartiendo la lucha” del dictador.
› Por Manuel Délano *
Desde Santiago
Otro militar fue expulsado del ejército en Chile. El comandante en jefe de esa institución, general Oscar Izurieta, pidió la dimisión al jefe de la guarnición militar de Santiago, general Ricardo Hargreaves, por haber declarado a un diario que sigue compartiendo la causa del ex dictador Augusto Pinochet. La renuncia se hizo efectiva de inmediato. El gobierno fue informado de la medida y apoyó esta remoción, que es el más categórico gesto de reafirmación del principio de apoliticismo militar desde la reanudación de la democracia, en 1990.
La baja de Hargreaves fue fulminante. El general había asumido como jefe de la guarnición de Santiago en la mañana del jueves, después de encabezar la poderosa quinta división, con base en Punta Arenas, y antes de las 23 del mismo día estaba depuesto de su cargo. Ayer se convirtió en el segundo oficial removido por Izurieta, quien hace dos días dio de baja al capitán Augusto Pinochet Molina, nieto del ex dictador, por pronunciar sin permiso un discurso en el funeral de su abuelo en el que emitió opiniones políticas.
En declaraciones al diario La Prensa Austral, de Punta Arenas, publicadas el martes, hechas al término de una misa en esa ciudad, Hargreaves afirmó que “el ejército tiene sentimientos de reconocimiento a un hombre que fue capaz de asumir una gran responsabilidad en un momento cuando el país estaba absolutamente convulsionado y colapsado”, refiriéndose al golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que derrocó al presidente Salvador Allende. “El luchó por lo que creyó era importante para Chile. Yo fui partícipe de esa causa. La compartí plenamente y la sigo compartiendo”, agregó.
Según este general, Chile está disfrutando hoy de un tremendo bienestar y empuje “gracias, sin duda, a la obra del general Pinochet”. Hargreaves, que entre otros cargos en su carrera fue agregado de defensa y militar en la embajada de Chile en Madrid entre 2000 y 2002, también sostuvo que la valoración de la obra de su ex jefe es “tremendamente injusta” y criticó como “lo más de mal gusto que he visto en mi vida” las celebraciones con champaña por la muerte de Pinochet. El militar afirmó que hizo su carrera con Pinochet, estuvo a menudo con él y resaltó “su carisma, liderazgo, forma de ver las cosas, visión”.
Enterado el jueves en la tarde de las declaraciones de Hargreaves, que no llamaron la atención en medio de las exequias del ex dictador, Izurieta lo convocó a una reunión a las 21.30 para saber si eran efectivas. Hargreaves reconoció sus dichos, asumió su responsabilidad e Izurieta le pidió la dimisión y éste lo hizo. Inmediamente, cerca de las 22 horas, Izurieta informó a la ministra de Defensa, Vivianne Blanlot, quien apoyó de inmediato la determinación.
Al gobierno le había molestado en especial la afirmación de Hargreaves de que sigue compartiendo la causa de Pinochet, algo incompatible con los principios democráticos. Blanlot, hija de un militar como la presidenta Michelle Bachelet, afirmó ayer estar completamente satisfecha con la decisión de Izurieta. “Aquí no se trata de Pinochet, se trata de que los militares no deben emitir opiniones políticas ni siquiera acercarse al tema de emisión de opiniones políticas”, sostuvo la ministra de Defensa.
Blanlot recordó que las fuerzas armadas están para proteger a los chilenos de amenazas externas, por lo que es necesario que la población pueda confiar para entregarles las armas. Este acto de confianza profunda de la ciudadanía en los militares requiere que las fuerzas armadas den garantías “todos los días de que nunca van a tener, por posiciones políticas, el interés o la tentación de utilizar estas armas contra nuestros propios ciudadanos”, señaló.
Izurieta resolvió aplicar con Hargreaves el mismo criterio que adoptó en el caso del capitán Pinochet Molina. De no haberlo hecho, habría quedado en las filas la percepción de que el supuesto apoliticismo militar sólo rige para los rangos inferiores. Su determinación y el respaldo del gobierno fueron una señal de disciplina y verticalidad del mando para todos los militares. Hargreaves se convirtió en el primer miembro del alto mando depuesto por opiniones políticas desde el retorno a la democracia en 1990. Aunque no es el único que ha realizado este tipo de intervenciones, sí es el primero después de muerto Pinochet.
Para el sociólogo Augusto Varas, autor de varios libros sobre los militares, el antecesor de Izurieta al mando del ejército, general Juan Emilio Cheyre, fue quien comenzó a despejar los residuos pinochetistas cuando afirmó que la institución no era heredera del régimen militar. “Los escasos episodios de rebeldía frente a esta nueva política al interior del ejército, a propósito del funeral del ex dictador, cuestionan el mando del general Izurieta, dañan la unidad institucional e impiden un efectivo reencuentro de los chilenos con su ejército”, señala, por lo que estima esencial “el inmediato pase a retiro de los nostálgicos oficiales de la dictadura”, como parte del proceso de consolidación de la democracia.
La persistencia del pinochetismo en parte de la oficialidad es explicable si se considera que el ex dictador estuvo casi un cuarto de siglo al frente del ejército (1973-1998). El senador de derecha y ex jefe de la Armada Jorge Arancibia afirmó ayer que las declaraciones de Hargreaves reflejan el pensamiento de muchos oficiales en servicio activo, que valoran la gestión de Pinochet.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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