Se supone que los policías iraquíes deben cuidar a los ciudadanos, pero en Basora los uniformados chiítas habrían usado su autoridad para matar y torturar a los sunnitas.
› Por Simon Usborne *
Más de mil tropas británicas realizaron una redada en la madrugada de ayer en una comisaría en Basora, la principal ciudad del sur iraquí y la segunda más importante del país, después de recibir un informe de inteligencia que aseguraba que docenas de prisioneros estaban siendo torturados y que podrían ser ejecutados en cualquier momento. El operativo contó con soldados iraquíes, pero no está claro si tenía el apoyo previo del gobierno local.
La violencia y los atentados están destruyendo esta ciudad, donde los que mandan no son los estadounidenses sino las fuerzas británicas. En la redada de ayer, las tropas, con el apoyo de helicópteros y soldados iraquíes, mataron a cinco hombres armados y destruyeron casi completamente la comisaría de Jamiat. El ataque, calificado por el mayor Charlie Burbridge como un avance significativo, fue el clímax de una operación que vienen llevando adelante los británicos contra esta unidad policial. Durante la semana pasada se habían ocupado de realizar varios arrestos, entre ellos a algunos de sus miembros más importantes.
El operativo demostró el estado de la cada vez más golpeada policía iraquí. A pesar de la insistencia del Ministerio de Defensa británico de que la estrategia de salida del conflicto es la construcción de una policía y un ejército iraquí más fuerte, importantes funcionarios de esa cartera ya empezaron a reconocer que hay un pequeño núcleo corrupto dentro de la policía de Basora. Esto no sorprendió a los pobladores de esta ciudad, quienes han denunciado varias veces que la institución está infiltrada por insurgentes. Además, acusan a la policía de ser responsable de la mayoría de los asesinatos cometidos allí.
Los líderes sunnitas también han denunciado las irregularidades de la policía. Según aseguran, gran parte de la fuerza estaría compuesta por militantes chiítas que dejan hacer a los llamados escuadrones de la muerte, que ya funcionan en todo el país matando a cientos de sunnitas por semana.
El mes pasado, comandos policiales del Ministerio del Interior –controlado por los chiítas– secuestraron a 150 personas del Ministerio de Educación Superior –manejado por los sunnitas– en el centro de Bagdad. Acto seguido, el ministro del Exterior Hoshyat afirmó: “Dicen que hombres vestidos con el uniforme de la policía y utilizando autos de esa fuerza están realizando los asesinatos y los secuestros, pero todos en Bagdad saben que los asesinos y los secuestradores son los propios policías”. El informe Baker-Hamilton, difundido por el Grupo de Estudio de Irak a principios de este mes, también era muy crítico de la fuerza policial iraquí. “La fuerza policial iraquí no tiene ni el entrenamiento ni la autoridad legal para realizar investigaciones criminales, ni la capacidad de fuego para enfrentarse al crimen organizado, a los insurgentes o a las milicias. La policía iraquí no puede controlar el crimen y, además, habitualmente se involucran en la violencia sectaria, por ejemplo a través de detenciones innecesarias, torturas y ejecuciones de civiles sunnitas”, agregó el informe.
El veredicto del Grupo de Irak fue un golpe para la administración Bush ya que Estados Unidos sostiene que la eventual fecha para la retirada de tropas depende del reclutamiento y el entrenamiento de los servicios de seguridad iraquíes –un proceso que ha demostrado ser largo y complicado.
Para muchos jóvenes iraquíes, unirse a las fuerzas policiales es una de las pocas posibilidades de empleo que todavía existen en el país, donde las señales de estabilidad económica siguen sin aparecer. Sin embargo, el ingreso a la policía significa grandes riesgos. La escalada de violencia no cesa y las fuerzas de seguridad están cada vez más infiltradas por insurgentes. El ministro del Interior Jawad Bolani reveló el domingo pasado que doce mil policías iraquíes habían muerto en combate desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 –lo que equivaldría a uno de cada 16 policías.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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