EL MUNDO › ENOJO DE BUSH Y SUS ALIADOS, QUE TEMEN UNA ESCALADA BELICA EN EL ESPACIO
La decisión de China de destruir un satélite meteorológico que orbitaba en el espacio con un disparo de misil provocó airadas protestas en Occidente. Ningún país había hecho algo igual desde los tiempos de la Guerra Fría. Un vocero chino dijo que no hay por qué preocuparse, pero algunos dicen que los restos que quedaron flotando podrían dañar a otros satélites.
› Por José Reinoso *
Desde Pekín
La comunidad internacional reaccionó ayer con perplejidad y protestas al empleo, por China, de un misil balístico para destruir un satélite meteorológico, la semana pasada, por el temor a que pueda desencadenar una carrera de armas en el espacio y a que los restos que han quedado en órbita puedan dañar los satélites de otros países. La prueba –la primera de este tipo que efectúa algún país en más de 20 años– fue anunciada por Estados Unidos. Pekín se negó, de momento, a confirmarla.
Washington asegura que, el jueves 11 de enero, China disparó un misil desde una base terrestre para romper en pedazos un viejo satélite, que se encontraba situado en una órbita de unos 850 kilómetros. Se trata aproximadamente de la misma altura a la que giran los satélites espía estadounidenses, por lo que el ensayo representa una amenaza indirecta para sus sistemas militares o los de otros países. Las autoridades estadounidenses afirmaron que han hecho llegar su preocupación al gobierno de Pekín, pero que aún no había recibido ninguna explicación sobre el incidente. “Estados Unidos cree que el ensayo y el desarrollo de tales armas es inconsistente con el espíritu de cooperación al que aspiran ambos países en el uso civil del espacio”, señaló Gordon Johndroe, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional.
Australia, Japón, Reino Unido y Corea del Sur se unieron a las protestas y mostraron su malestar. Alexander Downer, ministro de Asuntos Exteriores australiano, que se encontraba en Nueva York, manifestó su total rechazo y dijo que la embajadora china en Canberra, Fu Ying, había sido convocada para que diera explicaciones, pero que ésta no estaba al corriente. “Tener la capacidad de disparar a satélites no es consistente con la posición tradicional china en contra de la militarización del espacio exterior, –dijo–, así que les hemos pedido que nos expliquen qué significa esto.” También ha exigido explicaciones Japón, aseguró su primer ministro, Shinzo Abe. “Hemos dicho a China que dudamos de que a esto se le pueda llamar un uso pacífico del espacio”, añadió su ministro de Relaciones Exteriores, Taro Aso, quien criticó también el hecho de que no hubieran sido avisados de antemano.
Liu Jianchao, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, afirmó que no tenía ninguna información sobre el uso del misil, pero intentó calmar las inquietudes de la comunidad internacional: “Nadie debe sentirse amenazado. No vamos a lanzarnos a ninguna carrera de armas en el espacio”.
Si finalmente se confirma el ensayo, se trataría del primero desde los años ’80, cuando Estados Unidos y la entonces Unión Soviética destruyeron satélites en órbita. Ambos países pusieron fin a esta práctica, debido al problema de basura espacial que generaba y el consiguiente riesgo para otros satélites artificiales, tanto de uso militar como civil. El último lanzamiento de un misil con este fin lo llevó a cabo Estados Unidos en 1985.
En octubre pasado, el presidente George W. Bush firmó una orden por la que Estados Unidos se arroga el derecho a negar el acceso al espacio a cualquier rival que pueda utilizarlo con fines hostiles. Wa-
shington se niega además al desarrollo de cualquier tratado o restricción que pueda limitar el uso del espacio por parte de Estados Unidos. China ha sido uno de los países más críticos sobre el uso militar que Washington pretende hacer del espacio, por lo que la destrucción de su propio satélite puede haber sido un movimiento diplomático cuidadosamente calculado, muy del estilo chino.
Pero la prueba puede llevar a Japón –que ya ve con inquietud el creciente poderío militar de Corea del Norte, tanto en misiles balísticos como en armamento nuclear– a convencerse de la necesidad de desarrollar un sistema de defensa espacial. A Estados Unidos podría obligarlo a desarrollar alternativas a su sistema actual de satélites espías y a utilizar equipos que sean más difíciles de detectar. Según los expertos, el satélite destruido por China –que tenía una masa de unos 750 kilogramos– puede haber quedado pulverizado en unos 800 fragmentos de más de 10 centímetros, cerca de 40.000 de entre 1 y 10 centímetros, y unos dos millones de más de un milímetro, la mitad de los cuales permanecerán en órbita más de una década. A las altas velocidades a las que giran, incluso los más pequeños tienen un alto poder destructivo.
Muchos satélites comerciales, militares y los utilizados para los sistemas de navegación dan vueltas a la Tierra en una órbita situada a unos 900 kilómetros. La Estación Espacial Internacional lo hace a 450 kilómetros. “Hemos expresado nuestra preocupación por la posibilidad de que se produzcan impactos de los restos en el espacio –dijo un portavoz del primer ministro británico Tony Blair–. Nos inquieta que no haya habido una consulta previa.”
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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