Mar 23.01.2007

EL MUNDO

Adiós al Abate Pierre, emblema de la solidaridad con los sin techo

El Abate Pierre, fundador de los Traperos de Emaus, murió ayer a los 94 años. Emaus se ocupa de los que viven en la calle, que en Francia representan un cinco por ciento de la población. La concientización sobre este flagelo se ha metido en la campaña electoral.

› Por Eduardo Febbro
Desde París

El emblema de la solidaridad y del reconocimiento del otro como hermano por encima de su condición, de su raza y de su religión falleció ayer en Francia a los 94 años. El Abate Pierre, fundador de los Traperos de Emaus, murió a causa de una infección pulmonar en un hospital parisino. A la vez real y envuelto en el aura del mito, el Abate Pierre representa en Francia el corazón que el país ha ido perdiendo de a poco. La vida del religioso es una mezcla de novela medieval y película de acción. El Abate, cuyo verdadero nombre es Henri Grouès, nació en el seno de una familia acomodada, cursó estudios con los jesuitas, pero a los 19 años ingresó en una de las órdenes que más votos de pobreza respeta, la de los capuchinos.

El hombre, que ya entrado en años confesó haber tenido amoríos, fue vicario de la basílica de San José en la ciudad de Grenoble, luego capellán de un orfanato y por fin vicario de la misma basílica. Durante la Segunda Guerra Mundial, en plena ocupación de Francia por las tropas de Hitler, el Abate Pierre ingresó a la clandestinidad como miembro de la Resistencia, salvó a numerosos judíos y hasta colaboró con la fuga de Jacques de Gaulle, hermano del general De Gaulle. En mayo de 1944 el llamado “Apóstol de los Pobres” fue detenido por los alemanes pero logró fugarse con destino a Argel.

Su segunda vida comienza luego de la Segunda Guerra Mundial. El Abate fue diputado entre los años 1945 y 1951 y, en el medio, en 1949, fundó la asociación que más tarde tendría ramificaciones en todo el mundo: Emaus. Su salto a la fama lo dio el 1º de febrero de 1954 en el curso de un programa de radio difundido por Radio Luxemburgo. Ese día el Abate hizo un llamado en pos de la “la insurrección de la bondad”. Un grito desesperado destinado a romper el hielo de la indiferencia que empujó al gobierno a lanzar un programa especial de construcción de 12 mil viviendas. De hecho, ése sería el rumbo de toda su vida: las personas que carecían de un techo para dormir. “¡Amigos míos, socorro! Una mujer acaba de morir de frío esta noche a las tres”, dijo en aquel terrible invierno de 1954. Emaus se convirtió con los años en un movimiento planetario que hoy cuenta con 115 comunidades en Francia y más de 400 grupos afiliados instalados en 40 países. Emaus Uruguay y Argentina son las instituciones más antiguas abiertas en el exterior –Emaus Argentina cumple el próximo cuatro de febrero 50 años de existencia–. La idea del Abate constituyó una novedad para aquella época: vender objetos usados, la mayor parte de las veces recuperados o donados. La actividad es fructífera. Emaus maneja recursos anuales por casi 300 millones de euros. Emaus también actúa como una suerte de agencia inmobiliaria social que tiene un parque evaluado en unas 10 mil viviendas en la región parisina destinadas a personas sin hábitat.

Ese objetivo nunca cambió su orientación. A los 80 años el Abate seguía fustigando a la clase política para que remedie el drama social de las personas que no tienen techo. Ha sido por encima de todos el personaje preferido de los franceses. Su imagen sólo se empañó en 1996 cuando, sorpresivamente, apoyó públicamente al escritor revisionista Roger Garaudy. La guerra contra la miseria se volvió en los últimos años en un combate aún más encarnizado debido al altísimo porcentaje de personas que no cuentan con una vivienda. El Abate Pierre renovó varias veces el llamado que había hecho en Radio Luxemburgo pidiendo a los franceses que se despertaran. Pero el sueño de la sociedad fue y sigue siendo profundo. En el momento en que un incansable luchador contra la intemperie desaparece, Francia cuenta con poco más de tres millones de personas, es decir el 5 por ciento de su población, que no tiene domicilio fijo o digno: sea que vive en hoteles, sea en casa de amigos o familiares, sea en condiciones de promiscuidad escandalosas para un país rico, sea en camping o en la calle. Religioso anticlerical, canonizado en vida por una sociedad que lo idolatraba al mismo tiempo que cerraba los ojos ante el abismo que se estaba gestando, la muerte del Abate Pierre suscitó un consenso nacional sobre el impacto y el alcance de su obra. Habrá numerosos y sentidos homenajes oficiales, pero siempre faltará el último: que nadie muera en las calles de París víctima del frío, la soledad y el hambre.

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