EL MUNDO › SE DISCULPO CON SU ESPOSA POR COQUETEAR CON OTRAS
› Por Enric González *
Desde Roma
Silvio Berlusconi divide a Italia. La mitad del país lo adora. La otra mitad lo detesta y se alinea, de forma incondicional, con su esposa. Las dos Italias asistieron el miércoles, entre estupefactas y apasionadas, a una bronca conyugal pública y tremenda. Verónica Lario, la mujer de Berlusconi, exigió a su marido “disculpas públicas” a través de la portada de La Repubblica, el menos berlusconiano de los diarios, por haberla ofendido coqueteando con una diputada de Forza Italia. Il Cavaliere tardó unas horas, pero reaccionó. Y pidió perdón de forma pública, a través de una carta abierta en la que reconocía que el matrimonio atravesaba “un período de problemas”.
Verónica Lario, nombre artístico de Miriam Bartolini, es la segunda mujer de Berlusconi y, hasta donde se sabe, el único elemento discreto en la vida desmesurada del ex presidente del gobierno. No suele acudir a actos oficiales, no suele aparecer en la prensa –aunque se conozcan sus tendencias progresistas–, no lo acompaña en los fines de semana sardos y no suele quejarse. Calló incluso cuando su marido, en una rueda de prensa, bromeó sobre un supuesto idilio entre la propia Verónica y Massimo Cacciari, alcalde de Venecia y filósofo de izquierdas. Por eso creó conmoción la portada que el miércoles sacó a la calle el diario La Repubblica, tradicionalmente hostil a Il Cavaliere. “Verónica Berlusconi: ‘mi marido me debe excusas públicas’”, era el primer titular.
Los antecedentes resultaban bien conocidos por el público. Berlusconi llegó a la cena de los Telegatti a la una de la mañana, en un estado cercano a la euforia. A las dos, prodigaba piropos y ofertas de matrimonio. A las tres se ofreció como letrista al cantante Zucchero. A las 4 proclamó que Gianfranco Fini sería su sucesor como líder del centroderecha. Esto último fue piadosamente desmentido por sus portavoces a la mañana siguiente. El enésimo show de Berlusconi ocupó amplio espacio en la prensa.
Pero no tanto como la misiva de Verónica. Pocas cartas al director merecen tanto alarde tipográfico. En este caso, justificado. “Con dificultad supero la reserva que ha caracterizado mi modo de ser en el curso de los 27 años transcurridos junto a un hombre público, empresario primero y político ilustre después, como mi marido. He afrontado con respeto y discreción las inevitables discusiones y los momentos dolorosos que comporta una larga relación conyugal. Ahora escribo para expresar mi reacción ante las afirmaciones realizadas por mi marido durante la cena de gala que siguió la entrega de los Telegatos (unos premios televisivos concedidos el pasado sábado), en la cual, dirigiéndose a algunas de las señoras presentes, se entregó a consideraciones para mí inaceptables: ‘...si no estuviera ya casado, me casaría con usted inmediatamente’, ‘contigo iría donde fuera’... Son afirmaciones que considero lesivas para mi dignidad...” A media mañana, los teléfonos móviles echaban humo. Un mensaje circulaba por todo el país: “Verónica es grande”. Numerosas admiradoras de Berlusconi llamaban de todo a Verónica.
Había que intervenir, y Berlusconi lo hizo. A primera hora de la tarde envió su propia carta a las agencias de prensa: “Querida Verónica, he aquí mis excusas... Estamos juntos desde hace una vida. Tenemos tres hijos maravillosos que has preparado para la vida con la atención y el rigor amoroso propios de la espléndida persona que eres, y que has sido siempre desde el día en que nos conocimos y nos enamoramos... Un gran beso, Silvio”. Verónica Lario no quiso comentar la carta de su marido.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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