EL MUNDO
› CAIDAS DE LAS BOLSAS LUEGO DE LA MAYOR BANCARROTA DE EE.UU.
Luego de la debacle, otra debacle
WorldCom, la estrella del boom de las puntocom en los ‘90, se presentó ayer en los tribunales de EE.UU. para acordar los términos de su convocatoria de acreedores. En un mes de profundas caídas bursátiles, la mayor bancarrota de EE.UU. fue recibida con otros desplomes.
Por Jill Treanor *
Desde Nueva York
WorldCom se convirtió ayer en el mayor fracaso empresario de Estados Unidos, con una deuda de 40 mil millones de dólares y agujeros en sus balances que podrían ser aún mayores a los 4 mil millones de dólares de fraude que ya entraron al libro de records. Parado frente a un cartel que proclamaba que la empresa de telecomunicaciones estaba “yendo hacia adelante”, John Sidgmore, el jefe ejecutivo, admitió que no podía estar seguro de que los problemas contables de la empresa terminaran con el fraude de 4 mil millones de dólares que incitaron los airados cuestionamientos sobre la integridad de las corporaciones norteamericanas. Con los contadores que seguían indagando los libros, Sidgmore dijo que “no tenía una respuesta definitiva” sobre la magnitud de los problemas contables. Advirtió que la empresa podría no poder dar tal respuesta hasta fines de año. Tal incertidumbre llama a cuestionar los planes de la empresa para emerger rápidamente del Capítulo 11 de los procedimientos de bancarrota, que la protege de los acreedores.
Ayer no hubo modo de mejorar el ambiente sombrío de Wall Street, que soportó otro día duro (ver nota aparte). El presidente George Bush trató una vez más de sedar los nervios de los inversores sobre la credibilidad de las mayores empresas de Estados Unidos mientras el índice del Dow Jones soportaba otro golpe. “A pesar de estos problemas, según lo que escucho, los beneficios de las empresas mejoran, lo que quiere decir que esto puede beneficiar a quienes invierten en los mercados”, declaró Bush cuando visitaba un laboratorio nacional de física en Argonne. También dijo estar “muy preocupado” por los empleados de WorldCom, que son 17 mil y podrían ser despedidos en los próximos días. También defendió a su secretario del Tesoro, Paul O’Neill, a quien ya comenzaron a pedirle la renuncia desde los principales medios de comunicación.
Sidgmore, que lidera la empresa después de que el excéntrico fundador Bernie Ebbers fuera despedido en abril, trató ayer de mostrarse optimista. Espera reestructurar WorldCom y convertirla en una empresa mejor y más grande en nueve meses, según dijo. Sidgmore, que puede ser despedido por los acreedores, dejó en claro que resistirá cualquier intento de quebrar la empresa durante el proceso de bancarrota. “El valor de la empresa no está en los equipos y en los cables que están bajo tierra. Está en los 20 millones de clientes”, dijo. WorldCom piensa luchar para mantener a sus clientes, que dependen de la empresa para tener acceso a Internet y a otros tipos de telecomunicaciones. Las redes de WorldCom también juegan un rol clave en la seguridad nacional de Estados Unidos. Los analistas de Wall Street, sin embargo, hicieron notar que este alarde de confianza no reflejaba necesariamente la realidad. Lo que alguna vez fue el boom de la alta tecnología, ahora dejó a sus accionistas, que una vez tuvieron acciones por valor de 50 dólares cada una, con papeles casi sin valor.
Ebbers, que diseñó la empresa en la parte de atrás de una servilleta en un restaurante de Mississippi y la convirtió en una operación mundial de 100 mil millones de dólares, declaró en el pico del boom de las puntocom que las acciones de su empresa eran más valiosas que el efectivo. Ahora quizás se declare personalmente en quiebra, ya que tiene un préstamo por 400 millones de dólares que debe pagar a la empresa. Durante sus días de gloria, la valentía empresarial de Ebbers fue legendaria. Se despidió de British Telecommunications durante una furiosa batalla por el control de MCI en 1997. Wall Street financió sus ambiciones y sus costosos gastos.
Las declaraciones en el tribunal mostraron ayer que WorldCom, que emplea a 60 mil personas en 65 países, está montada a una deuda de 40 mil millones de dólares, aún más que los estimados iniciales, y declara tener activos por valor de 107 mil millones de dólares. Esto la convierte de por lejos en la mayor empresa que pide la protección del Capítulo 11. Sidgmore dijo que WorldCom había “luchado duro y frenéticamente” para evitar entrar en los libros de historia de manera tan poco digna. Pero la junta dedirectores tuvo pocas opciones después de quemar 2 mil millones de precioso efectivo en las últimas dos semanas para pagar a los acreedores que han entablado demandas para que se les paguen sus cuentas.
Al pedir protección, WorldCom pude asegurarse un muy necesitado préstamo de 2 mil millones de dólares que le dará suficiente poder financiero para seguir operando durante el proceso de quiebra. Las tres firmas financieras que posibilitaron esto son Salomon, Smith & Barney, su defensor en Wall Street de larga data, JP Morgan y el grupo General Electric Capital Markets. Pasan automáticamente al frente de la cola en cualquier pago que haga la empresa.
La apelación al Capítulo 11 de WorldCom tiene un impacto financiero de largo alcance. La empresa le debe dinero en forma de préstamos a todas las grandes firmas en Wall Street, como JP Morgan y Citigroup, cuyo brazo en inversiones bancarias Salomon, Smith & Barney se enfrenta a una reacción violenta por su lealtad incondicional a WorldCom en los meses recientes. También debe hacer pagos a los tenedores de bonos, que no solamente los tienen las empresas de Wall Street sino también grandes fondos de pensión. Estos tenedores de bonos, siempre que WorldCom pueda someterse a una reestructuración, probablemente no cambien la deuda por acciones de interés variable en el grupo cuando se libere finalmente del tribunal de bancarrota. WorldCom también debe pagar cuentas por las llamadas baby bells, las empresas regionales de telecomunicaciones luego de la división de Bell en la década del ‘80.
Ayer, cuando se enfrentó a una sala de tribunal atestada en el distrito sur de Nueva York, Sidgmore insistió en que la empresa estaba tomando medidas para mostrarles a los acreedores que estaba haciendo esfuerzos para mejorar su ejercicio del poder empresarial. Dos nuevos miembros del directorio fueron inmediatamente encargados de establecer un comité investigador especial para revisar las prácticas contables del grupo. Nicholas de Katzenbach fue procurador general a fines de 1960 durante la Administración Johnson y el profesor Dennis Beresford es un ex jefe del Financial Accounting Standards Board. Sidgmore trató de distanciarse de los errores contables del año pasado. Insistió en que estaba comprometido en la estrategia, pero no había tenido “ningún rol operativo” durante los últimos años.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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